Kabul, 22 abr (EFE) – En un extremo de Kabul, el ruido del llanto de los niños se apagó por completo. Camas vacías y juguetes dispersos son lo poco que queda en la clínica contra la desnutrición infantil de la ONG ‘Acción contra el Hambre’, antaño un referente para las familias más vulnerables, y que se ha visto forzada a cerrar por los recortes de la ayuda estadounidense.
Hasta su cierre, esta clínica, ubicada en el hospital Haji Baba de Kabul, era más que un simple centro médico: era un salvavidas para las familias pobres de Afganistán que luchaban contra la desnutrición de sus hijos, al que ya no podrán volver a acudir.
“Estas unidades de alimentación terapéutica son vitales. Tratamos a niños con desnutrición severa, niños tan débiles que no pueden caminar, gatear ni siquiera comer. Algunos niños de dos años pesan solo entre 4 y 5 kilogramos. Sin nuestro apoyo, no tienen adónde ir”, dijo a EFE la directora nacional de la ONG, Cobi Rietveld.
La clínica estaba financiada íntegramente por Estados Unidos, por lo que el desmantelamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid), ordenado para ahorrar costes por el presidente estadounidense, Donald Trump, ha cortado de raíz su actividad.
Sin embargo, este ahorro se consigue a costa de los alrededor de 65 niños con desnutrición severa que eran atendidos allí cada mes, muchos de ellos procedentes de los barrios más pobres de Kabul y que podían permanecer allí por varios meses, explicó a EFE el pediatra del centro, Abdul Hameed Salehi.
Esto supondrá una gran carga para otros hospitales, que Rietveld afirmó que resultará difícil de asumir para el resto de centros.
“Es muy difícil. Si esta unidad cierra, como ocurrió esta semana, no habrá dónde derivar a estos niños. La mayoría de los hospitales carecen de la capacidad y la experiencia necesarias. Otras ONG se enfrentan a recortes presupuestarios similares”.
Y agregó que “si los niños no reciben tratamiento médico, existe un alto riesgo de muerte”.
Más de 3 millones de niños en riesgo

El cierre de la clínica coincide con la peor crisis de desnutrición de la historia reciente de Afganistán.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), 3,5 millones de niños están en riesgo de sufrir desnutrición este año, mientras que 1 de cada 3 afganos se acuesta con hambre y más de la mitad de la población requiere asistencia humanitaria urgente.
Por lo que la clausura del centro, sumada a la retirada de Afganistán de otras ONG por el cese de la ayuda estadounidense, agravará aún más la crisis en este país asiático.
“Aquí, todos los servicios eran gratuitos: medicamentos, alimentación para la madre y el niño, tres comidas al día y tratamiento. El cierre de este centro significa que los padres ahora deben pagar por todo lo que simplemente no pueden permitirse”, dijo Rietveld al respecto.
Basima, una madre cuyo hijo se recuperó en este centro de Kabul -uno de los siete que operaba la ONG en Afganistán- recuerda que Acción contra el Hambre salvó a su hijo.
“Cuando los huesos de tu hijo son visibles, cuando llora de debilidad, solo una madre comprende ese dolor. Este centro me dio esperanza. Salvó a mi hijo”, afirmó a EFE.
Por lo que la decepción es grande cuando todavía llegan madres a la clínica y la encuentran con las puertas cerradas, sin obtener respuesta alguna del interior.
No es un caso aislado

El cierre, no obstante, no es un caso aislado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió el pasado marzo de que el 80 % de los servicios de salud que apoya en Afganistán podrían cerrar debido a la escasez de fondos.
A principios de marzo, 167 centros de salud ya habían cerrado, afectando a más de 1,6 millones de personas en 25 provincias.
La crisis económica y humanitaria en Afganistán se agudizó tras la llegada al poder de los talibanes en agosto de 2021, pero el cese de la ayuda procedente de Estados Unidos ha sido la puntilla para muchas organizaciones.
Por lo que Rietveld aseguró que intentarán presentar propuestas que atraigan la inversión necesaria para retomar su actividad, aunque con cierto grado de pesimismo, ya que admitió que la opción más realista para lograr esa meta pasa por el apoyo estadounidense.
Hasta que esa inversión se materialice, en la clínica solo quedarán los llantos sin respuesta, promesas incumplidas y una crisis creciente que pone en jaque a la comunidad internacional, urgida a actuar con presteza si quiere salvar la vida de millones de menores afganos.