Roma, 18 may (EFE).- Alcaraz conquistó Roma como mejor sabe hacer: ‘A su manera’. Llegó a la capital italiana tras una lesión en el aductor derecho, sin colocar expectativas demasiado altas, concentrado en el tenis pero sin dejar de lado su vida personal, que cuidó yendo a ver un partido del Lazio al Estadio Olímpico de Roma y visitando la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Lo hizo todo a su manera. Jugando un gran tenis. Con alguna desconexión que fue puliendo poco a poco hasta el día de la gran final, la jornada más importante y en la que se midió ante su gran rival, al italiano Jannik Sinner, número 1 del mundo que jugaba en casa.
Ni rastro de esas idas venidas, de esos altibajos. Concentrado al 100%. Apabullante en un segundo set perfecto que Sinner tardará en olvidar, si es que alguna vez lo hace. Un 6-1 que disipó cualquier duda que pudiera levantar su método de trabajo o visión de la vida, ese que tras el documental ha levantado las críticas.
También comentarios positivos, como el de Lorenzo Musetti, su rival en semifinales. “Carlos es un fenómeno que viene criticado mucho inútilmente. Basta ver sus números, hay poco que criticar. Carlos, incluso hoy sin su mejor tenis, es un adversario que tiene pocos puntos débiles”, espetó el italiano.
El caso es que a Carlos Alcaraz poco le afectan esas críticas. Tras su primer partido en Roma, dejó claro que no iba a encerrarse en un hotel.
“Mañana (sábado 10 mayo) no creo que vaya a visitar Roma, tengo un amigo (Patric jugador del Lazio) que vive aquí y juega en el Lazio y vamos a ver el partido ya que podemos ver un partido de la Serie A. Vamos a disfrutar y ya tendremos tiempo de ver Roma, que también me gustaría andar la ciudad y visitarla, ver lo bonito de Roma”, respondió a EFE en zona mixta.
Dicho y hecho. Pocos días después aprovechó para visitar la basílica de San Pedro y disfrutar de la gastronomía italiana.
Entrenó con intensidad, especialmente su saque. Jugó cada partido con la manga compresora en su pierna derecha, la que sufrió la lesión en el aductor que le apartó de Madrid.
“No tengo dolor, pero hay que mirar siempre más allá. Mi equipo me ha recomendado que la mantenga y voy a muerte con ellos”, comentó.
A partir de ahí, todo rodado. Se sobrepuso con inteligencia al mayor reto antes de la final. El viento en el partido ante Musetti. No era partido para puntos brillantes, sí para puntos sólidos. Y así se construyó la victoria que certificó su acceso a la final.
En ese gran partido lidió con muchas cosas. Con el público en contra, con la presión de volver tras lesión y justo antes de Roland Garros, y contra Sinner. Lo controló todo a la perfección. Desactivó a Sinner y lo atropelló en el segundo set.
El resumen de Roma es tremendo. Campeón, cerró el círculo de participar en todos los cuartos de final de todos los grandes torneos, recuperó el número 2 del mundo justo antes de Roland Garros, disputó 100 partidos en Masters 1.000 con 22 años y sumó su trofeo número 19 en el circuito profesional. Todo a su manera.
Tomás Frutos