Las Palmas de Gran Canaria, 9 oct (EFE).- Dicen que en la vida no hay dos sin tres. Y así lo asumió la ‘rider’ canaria Alexandra Rinder, que recientemente se proclamó por tercera vez campeona del mundo de bodyboard, un título que supuso «un peso que se cae de encima después de tantos años de altibajos, sacrificios y momentos de dudar de una misma».

Nacida en Gran Canaria y afincada desde hace años en Tenerife, Rinder ganó por primera vez el Circuito Mundial en 2014 y revalidó título en 2015, pero la última década ha estado marcada, en su caso, por una lucha contra las expectativas y la adaptación de un talento precoz al voraz deporte de alta competición.
«Era cambiar el chip este año o pensar en si de verdad debería seguir, asegura en una entrevista con EFE.
Durante años, se machacó mentalmente porque no se sentía «como antes», una situación que le abocó a resetear para trabajar en las cosas que le hacen feliz y no solo pensar en la meta, «sino también disfrutar mucho del camino».
«A principio de año no me imaginaba que me iba a ir tan bien, pero ya después del primer campeonato vi lo fuerte que estaba mental y físicamente. Ahí dije ‘vamos con todo, vamos a volver a la cima’. Y bueno, las cosas salieron bastante bien”, recuerda con emoción sobre el momento exacto de su clic mental.
Para Alexandra Rinder, la clave para enterrar sus fantasmas ha estado en «la madurez», puesto que siendo adolescente «no piensas tanto en que es un trabajo y es como más lo disfrutas», pero una vez que creció entendió que era su trabajo y comenzó a exigirse más.
«Esa madurez de saber cuánto es el sacrificio que uno hace para poder llegar a este punto ha sido clave», explica.
«Con 16 y 17 años seguía y mientras ganaba iba todo bien, pero cuando empecé a no ganar los campeonatos no sabía cómo trabajar eso. Es muy importante saber manejar cualquier situación a la que te vayas a enfrentar. La madurez personal y competitiva está ahí», reflexiona.
Precisamente por ello, Rinder desvela que ha comenzado la tarea de «tocar el tema de la salud mental» para tratar de concienciar y ayudar a jóvenes deportistas que entran precozmente al deporte profesional para que se cuiden e incluso echen mano del apoyo de un psicólogo deportivo para gestionar sus emociones y la transición: «Si por lo menos puedo ayudar a un adolescente con eso, soy feliz».
Otro de los secretos del éxito de la campeona mundial reside en su crianza en las olas canarias, una escuela natural que ejemplifica en la ola de la Cícer, en la playa de Las Canteras (Las Palmas de Gran Canaria), una zona que surfeó «mucho e, incluso, en los peores días” durante su juventud y que, sostiene, explica su primer título mundial de la modalidad allá por 2014.
Sobre la competición que la encumbró en el olimpo del bodyboard mundial, la rider recuerda que no arrancó como esperaba y cayó eliminada en primera ronda, por lo que quedó abocada a la repesca, donde tras vencer su ronda se mandó un mensaje a sí misma de que este año «quiero que sea mía la corona».
Y así fue con la eliminación de la japonesa Namika Yamashita en cuartos de final, un momento que vivió desde la arena y que desembocó en un sentimiento de liberación y satisfacción por cumplir su promesa: ser campeona del mundo por tercera vez y devolver el nombre de Canarias a lo más alto del bodyboard.
Pablo Herrera