Miguel Martín Alonso
Almería, 17 abr (EFE).- Almería no es una provincia conocida por su lluvia, sino por todo lo contrario, y de hecho las últimas gotas frías no se han traducido en unos embalses con más y mejores reservas de agua, como sí ha ocurrido en otros puntos de Andalucía, porque los pantanos se construyeron para evitar desgracias y no para el suministro.
El pasado 10 de marzo, por ejemplo, se hicieron patentes los grandes contrastes entre la zona oriental, con el embalse almeriense de Cuevas de Almanzora al 9,3 % de su capacidad de almacenamiento, y la occidental, con el de Melonares (Sevilla) al 104 %. Pese a la mejora generalizada, los de Almería se mantenían en niveles muy bajos.
Una situación que provocaba que a finales de marzo las cuencas mediterráneas andaluzas recuperasen la normalidad en el suministro de agua salvo en el Levante almeriense, cuyo sistema continuaba en situación de emergencia.
¿A qué se debe esto? José Antonio Fernández, presidente de la Federación de Regantes de Almería (FERAL) y de la Mesa del Agua de Almería, explica a EFE que buena parte del problema está en el propio diseño de las presas de la provincia: “Las de Cuevas del Almanzora y Benínar se construyeron en ríos secos”.
“El de Benínar, cuando baja, lleva alguna gota, pero muy poca, y otras veces está completamente seco. El de Cuevas está seco casi siempre”, apunta Fernández, quien recuerda que el origen de estas infraestructuras no estuvo vinculado al regadío o al abastecimiento, sino a la seguridad frente a las inundaciones.
Evitar catástrofes

“En las inundaciones del año 1973, en Adra, La Rábita, Calahonda o La Alquería, se produjeron daños muy graves. Entonces se pensó en construir estas presas para evitar que una dana volviera a provocar catástrofes similares. Después de construirse, creo que solo dos o tres veces se han llenado”, señala.
Con el tiempo, esas presas también han servido para almacenar parte del agua que se destina al consumo humano y agrícola, especialmente en el caso de Cuevas del Almanzora. Benínar, por su parte, recoge entre tres y cinco hectómetros cúbicos al año, una cantidad muy limitada.
Sin embargo, insiste en que su diseño original no responde a un modelo pensado para retener agua de lluvia de forma constante. “En Almería no hay infraestructuras concebidas específicamente para almacenar el agua cuando llueve, como sí ocurre en otras provincias andaluzas”, lamenta.
De ahí que el abastecimiento dependa principalmente de las aguas subterráneas, los trasvases -como el Tajo-Segura- y, cada vez más, de recursos alternativos como las aguas regeneradas o la desalación. “Llevamos 25 años utilizando agua de la depuradora en Almería, y ahora se empezará también en Roquetas”, afirma.
¿Sería posible entonces reformar estos embalses para hacerlos más eficaces? Fernández lo descarta: “No, ahí no. Lo que sí se puede hacer es construir pequeños embalses o diques de contención en ramblas que se desbordan todos los años, incluso varias veces”.
Considera que se podrían aprovechar esas avenidas para construir estructuras que permitan la recarga de acuíferos o la recogida de agua una vez se limpien de barro. “Pero en Almería no hay ningún sitio donde se pueda hacer una presa de 30, 40 o 50 hectómetros cúbicos y recoger agua, porque los ríos están secos y la tierra también”.
Da igual cuando llueva

Por eso, concluye, “da un poco igual cuánto llueva”, porque la pluviometría media anual ronda los 200 litros por metro cuadrado. “Aquí solo hay acumulaciones significativas cuando se junta mucha agua en una rambla o se forma una dana, y eso puede arrasar un pueblo”.
Una visión que comparte el delegado territorial de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta en Almería, Antonio Mena, quien subraya que “Almería es un desierto, también en el plano hidrológico”, y que los grandes embalses de la provincia no fueron concebidos como almacenes de agua de uso general, sino como sistemas de defensa frente a avenidas catastróficas.
Mena recuerda que solo fenómenos meteorológicos extremos como las gotas frías tienen un impacto notable sobre el volumen de agua almacenado. “La dana de octubre dejó 10 hectómetros cúbicos en dos días en Cuevas del Almanzora”, precisa.
Frente a esta situación estructural, el delegado destaca el papel clave de los acuíferos subterráneos, como el del Poniente, que se recargan con precipitaciones y nieves de Sierra Nevada. A su juicio, son “los verdaderos pantanos” de la provincia y deben conservarse mediante un modelo mixto que combine su uso con agua regenerada y desalada.