Gaza, 30 mar (EFE).- Amal Joud Kilani, una mujer gazatí de 58 años, que hasta en cinco ocasiones ha sido desplazada del norte de la Franja por los bombardeos israelíes, ha querido seguir con la tradición de preparar los dulces típicos del fin de este “triste” Ramadán que finaliza este domingo, aunque ahora los cocina en los bajos de un edificio en ruinas recurriendo a un rústico horno de leña.

Antes de la guerra, Amal trabajaba en Beit Lahia (norte) en una cooperativa de mujeres que regentaba una pastelería, pero los ataques israelíes la obligaron a desplazarse al sur. Con el último alto el fuego, al igual que decenas de miles de gazatíes, volvió al norte para encontrarse con su casa completamente destrozada.
Ahora malvive en ciudad de Gaza en los bajos de un edificio parcialmente destrozado, con sábanas como paredes en un espacio donde ha decidido ponerse a cocinar para continuar con la tradición del final del Ramadán, el Eid al Fitr, que se celebra desde este domingo.
“Estoy haciendo ‘kaak’ para mí, para mi familia y para toda la sociedad palestina de la que formamos parte. El ‘kaak’ y el ‘maamoul’ es nuestro patrimonio, la gente no ha podido comer dulces durante la guerra. Incluso ahora, poca gente va a poner comprar dulces por sus precios altos”, dice a EFE mientras se afana en dar forma a la masa.
El ‘kaak’ que prepara Kilani, ayudada por otras mujeres, son unas rosquillas hechas a base de harina, azúcar, sésano, cardamomo o anís, y el ‘maamoul’ son galletas rellenas de masa de dátil, aunque este año los ingredientes no han sido fáciles de conseguir y el horno de leña, en lugar de gas, complica la cocción.
“Hay ingredientes que no están y otros son caros. Un bote de ‘samneh’ (mantequilla clarificada) costaba 6 séqueles (1,50 euros) y ahora cuesta 28 séqueles (7 euros)”, dice a modo de ejemplo sobre uno de los productos en un territorio en el que hace un mes que no entra comida debido al bloqueo de Israel.
A pesar de todo, a Kilani le da alegría “solo el hecho de encender el horno” y ver a sus nietos comer los dulces de Ramadán. Imagina que este domingo, los gazatíes que puedan comprarlos se van a alegrar teniendo un plato de ‘kaak’ para festejar el fin del mes sagrado. “Ojalá demos alegría a los niños también”, dice.
Para Kilani, que este año vende el ‘kaak’ a 35 séqueles (8,7 euros) cuando antes lo vendía a entre 12 y 14 (3 y 3,50 euros), hay que seguir cocinando estos dulces porque son su “patrimonio”, el legado de sus abuelos.
“Es indispensable hacer ‘kaak’ y ‘maamoul’ en el Eid para dar alegría a la gente pese al sufrimiento, el dolor y las pérdidas, y pese a que nuestras casas y proyectos están destrozados”, añade.
Como muchos gazatíes, ella también ha perdido a alguien en la guerra, relata a EFE. Hace un año, su hermana murió con su esposo e hijos. Tenía solo 27 años, explica. “Este Ramadán es difícil y triste y, si no fuera porque es una recomendación religiosa, no lo habríamos celebrado”, lamenta.
Ahmad Awad