Jose Oliva
Barcelona, 4 oct (EFE).- El historiador británico Anthony Bale, que viaja a la época medieval en su ensayo ‘Guía de Viajes por la Edad Media’, considera que los viajes posteriores a las cruzadas «se parecen mucho al turismo actual».
En una entrevista con EFE, Bale ha explicado que escogió el formato de una guía turística porque le abría la puerta a «conocer las distintas perspectivas subjetivas de personas distintas que hablaban de sus vidas desde el punto de vista de sus emociones, sus vivencias, sus expectativas».
Como en un espejo, piensa el autor que la ‘Guía’ (Ático de los Libros) también ayuda a «pensar en cómo nosotros viajamos actualmente comparándonos con el pasado», y precisa que «estas historias no eran exclusivas de las élites, de los reyes y las reinas, sino de todo tipo de personas, ricos, pobres, hombres y mujeres, analfabetos y gente formada».
Esos paralelismos entre el pasado y el presente se detectan, recuerda Bale, ya en el primer capítulo, dedicado a la historia de la inglesa Beatriz Luttrell (1307 – 1361), que explica su experiencia con el momento de hacer la maleta y meter todas las cosas que necesitaba, «una experiencia universal de cualquier persona que haya ido de viaje».
En el último capítulo, ‘El final del viaje’, Bale habla del peregrino suizo Félix Fabri, que confiesa que en las últimas etapas de su viaje había sentido mucha nostalgia de su ciudad, Ulm, donde vivió la mayor parte de su vida, y al llegar «tuvo esa sensación de felicidad como cuando volvemos a casa después de un largo viaje».
Cree Bale que la atracción que la gente siente por la Edad Media, constatada en la ficción, tiene mucho que ver, sobre todo en Europa, con que «es un periodo que se vive en el día a día, a través de la arquitectura, las leyes o la existencia de la monarquía, aunque las sociedades actuales sean muy diferentes de las de entonces».
Utilizar el formato de una guía de viajes permite, comenta el historiador, transmitir la emoción y las experiencias cotidianas de aquellos viajeros, «lejos de las batallas, guerras, conflictos y cruzadas, habituales de los libros de historia».
Múltiples cambios de divisas
Como en cualquier guía, Bale recoge las dificultades que los viajeros tenían con las monedas de uso y pone como ejemplo un viaje entre Canterbury y Roma en 1470, que requirió una veintena de cambios de divisas.
Admite Bale que el peregrinaje ligado a la religión era el principal argumento para viajar en la Edad Media, algo que podía experimentar cualquier persona, independientemente de su estrato social, y podía hacerlo en nombre de una comunidad entera, por razones de salud o por un sentimiento de culpa.
Más allá del peregrinaje, precisa Bale, había otras razones viajeras, como los misioneros que iban a zonas de India y China; diplomáticos y soldados; comerciantes; santas o espías, como Betrandon de la Broquière, quien hacia 1430 recopiló información sobre el estado de Constantinopla para el duque de Borgoña, entre ellas sobre el hipódromo, un lugar del siglo III utilizado para exposiciones, carreras, acrobacias, «descrito más como un turista».
El camino de Santiago era una de las rutas más transitadas, en competencia con Roma y Jerusalén, y el ‘Codex Calixtinus (c.1138-1145) es, según Bale, una de las primeras guías de viaje de la historia, que deja ricos y pintorescos detalles sobre la vida del viajero (posadas, tabernas, certificados, insignias como recuerdos, diccionarios para comunicarse), y también de los peligros del trayecto.
En el siglo XV, asegura, ya se empieza a ver cómo surgen lo que serán los orígenes del ‘Grand Tour’ que se populariza a partir del 1700.
Con tanta gente en los caminos, floreció una ‘industria del viaje’ en las ciudades de las distintas rutas que iban de Europa hasta Asia y África: «Se escribían y copiaban y vendían guías de viaje que indicaban distancias y rutas; y en las ciudades más transitadas como Venecia y Constantinopla, se contrataban guías locales que indicaban los mejores alojamientos o ayudaban a comprar pasajes en los barcos».
Los ‘free tours’ medievales
Asimismo, como en los ‘free tours’ actuales, los guías «contaban un montón de trolas fantásticas para deleite de los viajeros».
Bale recoge en su ensayo grandes viajeros medievales como el diplomático castellano Ruy González de Clavijo, enviado por Enrique III de Castilla a principios del siglo XV a la corte de Tamerlán en Samarcanda; Pero Tafur, quien viajó entre 1436 y 1439 por Europa y el Mediterráneo o el misionero dominico catalán Jordano de Sévérac, quien viajó por la India en 1329.
A pesar de las diferencias tecnológicas entre un viajero actual y uno medieval, el historiador británico advierte similitudes: «Siempre nos hemos maravillado por lo nuevo o lo exótico, compartimos la misma curiosidad por las tradiciones de otros países, la comida, las costumbres sexuales o el nivel de vida en destino».
Bale ya prepara su nuevo libro en el que vuelve a la Edad Media, en este caso para tratar sobre la persecución de las ‘brujas’ en el siglo XIV.