Argelia-Baleares, el rastro mortal de la ruta invisible

Amine sabe que intentar llegar a España en patera desde Argelia conlleva un riesgo muchas veces fatal, pero aun así estuvo dispuesto a correrlo: nadie iba a buscar mejor que él a su hermano pequeño, Askander, desaparecido en 2021 a bordo de una de esas barcas sobrecargadas de apenas cinco metros que llegan cada varios días a Baleares. EFE/CATI CLADERA

Mercedes Ortuño Lizarán

Palma, 4 ago (EFE).- Amine sabe que intentar llegar a España en patera desde Argelia conlleva un riesgo muchas veces fatal, pero aun así estuvo dispuesto a correrlo: nadie iba a buscar mejor que él a su hermano pequeño, Askander, desaparecido en 2021 a bordo de una de esas barcas sobrecargadas de apenas cinco metros que llegan cada varios días a Baleares.

La mala mar se lo impidió en dos ocasiones. Afortunadamente, porque dice Amine en una conversación con EFE que este tipo de pateras, organizadas entre grupos de chavales de Argel y alrededores, algunos de ellos pescadores, tienen tantas probabilidades de alcanzar su destino como de nunca llegar a ningún sitio.

Amine llama al trayecto entre la costa argelina y la balear «la ruta invisible» por la cantidad de desaparecidos y el poco impacto mediático comparado con la ruta canaria.

También es invisible para los radares, pues casi ningún ocupante tiene teléfono satelital por su alto coste en Argelia, y las barcas, al ser de resina y sin estructura metálica, tampoco se detectan. Todo ello, unido a que los migrantes no suelen avisar a sus familias para no preocuparlas por la peligrosidad del viaje, hace que localizar las pateras en mitad del mar sea casi imposible.

El trayecto hasta Baleares es diferente del que tiene como destino Almería o Murcia desde el oeste de Argelia, matiza Amine. En ese último caso, los migrantes pueden llegar a pagar el equivalente a 6.000 euros por una «barca rápida» a las mafias, que a menudo los estafan y además aprovechan para traficar también con droga.

 Ayuda ante el silencio

Este argelino de 30 años logró establecerse hace año y medio en Madrid, y recorre el Mediterráneo español para ayudar a personas que, como él en su día, en Argelia u otros países de origen, están desesperadas por el silencio institucional y las trabas burocráticas que comienzan después del naufragio de un ser querido.

«Hay familias que piensan que están en la cárcel. Puedo entenderlo. Yo mismo pensé así los primeros meses», cuenta, a orillas del mar en Palma, un día antes de volar a València.

Ejemplos de ello son Karima y Rachidi, quienes, con más preguntas que respuestas, confían aún en que sus hermanos, desaparecidos en 2020 y 2022, sigan vivos en algún lugar del mundo.

Amine, que en marzo creó la asociación ¿Dónde están?, ayuda con la gestión de esos trámites tan farragosos y lentos a las familias que lo contactan por redes sociales: denuncias, comunicación con el consulado, exámenes de ADN y, en los pocos casos en los que se logra identificar unos restos, repatriación.

Estafas y mentiras

Amine sabe que intentar llegar a España en patera desde Argelia conlleva un riesgo muchas veces fatal, pero aun así estuvo dispuesto a correrlo: nadie iba a buscar mejor que él a su hermano pequeño, Askander, desaparecido en 2021 a bordo de una de esas barcas sobrecargadas de apenas cinco metros que llegan cada varios días a Baleares. EFE/CATI CLADERA

Cuando su hermano desapareció, el propio Amine fue víctima de un engaño por parte de miembros de una ONG, el Centro Internacional para la Identificación de Migrantes Desaparecidos (Cipimd). Le dijeron que habían encontrado el cuerpo de Askander en Mallorca y era mentira.

Varios de los miembros del Cipimd, así como trabajadores de funerarias, enfrentan procesos judiciales, acusados de estafar y hacer negocio con el drama de la migración mediante negligencias y filtraciones.

Valiéndose de la desesperación de las familias, algunos voluntarios de esta organización les pedían dinero a cambio de una información falsa, inexistente o muy dolorosa, ya que a veces se trataba de fotografías de los cuerpos de sus hijos o hermanos fallecidos enviadas sin ningún cuidado.

Con su lucha -como a él le gusta decir-, Amine también pretende proteger a las víctimas de caer en estas trampas y, en su búsqueda, sigue siempre los cauces oficiales.

Más llegadas, más víctimas, más cuerpos

Amine sabe que intentar llegar a España en patera desde Argelia conlleva un riesgo muchas veces fatal, pero aun así estuvo dispuesto a correrlo: nadie iba a buscar mejor que él a su hermano pequeño, Askander, desaparecido en 2021 a bordo de una de esas barcas sobrecargadas de apenas cinco metros que llegan cada varios días a Baleares. EFE/CATI CLADERA

El joven lleva un recuento de los cuerpos de migrantes hallados en diferentes playas de Argelia. Desde marzo, son al menos 42, tanto de argelinos como de subsaharianos, algunos de ellos niños. Pero sentencia: «No hay nadie en el mundo que pueda dar las cifras de la desaparición».

En los primeros siete meses de 2025 han arribado a las costas baleares 3.482 personas en 182 embarcaciones, según el recuento de EFE a partir de información de la Delegación del Gobierno, más del doble que en el mismo periodo del año pasado.

Las llegadas han aumentado, pero las tragedias también: de acuerdo con el balance anual del colectivo Caminando Fronteras, en 2024 la ruta argelina dejó al menos 517 víctimas. Entre enero y mayo de 2025 son ya 328 los migrantes fallecidos o desaparecidos, casi el doble de los 175 registrados en el mismo periodo del año pasado.

«Lo que llama mucho la atención este año es la cantidad de cadáveres que se han encontrado (en Baleares). Otros años las cifras (de víctimas) han sido muy altas, pero no había tantos cuerpos. Eso nos lleva a pensar que muchos de los naufragios no estaban lejos de costa, sobre todo porque muchos de los cuerpos encontrados no están en procesos de descomposición», explica a EFE la activista Helena Maleno, fundadora de Caminando Fronteras.

 «Muchos podrían estar vivos»

Maleno afirma que el archipiélago es «una zona con menos garantías de protección del derecho a la vida que otras rutas migratorias», en el sentido de que hay «más demora y menos activación» de los medios de búsqueda y rescate.

La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) acusó públicamente el pasado 20 de junio a Salvamento Marítimo de retrasar una intervención en la isla de Cabrera, lo que puso en peligro tanto a los ocupantes de la patera como a los guardias civiles, que pasaron más de veinte horas en alta mar en una lancha que no está preparada para rescates.

«La tardanza es reiterada (…). No se mide con el mismo rasero cuando hay que buscar una embarcación de lujo», añade el secretario provincial de AUGC en Baleares, Luis Fernández.

En su último informe sobre las tragedias migratorias, Caminando Fronteras se pregunta por qué no se socorrió a tiempo a algunas personas cuando ya estaban cerca del litoral. «Muchos de ellos -lamenta Maleno- podrían estar vivos a día de hoy».