Argentina, una economía bimonetaria ‘de hecho’ en la que el dólar es una obsesión

Fotografía de un billete de 100 dólares, en medio de varios billetes de pesos argentinos de distintas denominaciones, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Buenos Aires, 1 abr (EFE).- Argentina es una economía bimonetaria ‘de hecho’, en la que, si bien hay una moneda propia, es el precio del dólar estadounidense el que determina las decisiones cotidianas de inversores, empresas y familias, una obsesión forjada al calor de las recurrentes crisis financieras del país suramericano.

Desde hace décadas, los argentinos se refugian en el dólar para cuidar lo mucho o poco que logren ahorrar.

El valor de la divisa estadounidense es una obsesión para cualquier ciudadano que, además del pronóstico metereológico, cada día consulta el precio de las múltiples cotizaciones del dólar que coexisten en Argentina.

“El argentino piensa en dólares como producto de un montón de antecedentes negativos, fundamentalmente en el manejo de las cuentas públicas. Argentina es una economía bimonetaria: con los pesos se pagan impuestos, salarios y los gastos de consumo menor y el resto se hace en dólares, formal o informalmente”, explicó a EFE Leonardo Piazza, director de la consultora económica LP Consulting.

El peso argentino es la moneda oficial desde su creación en 1992. Desde entonces y durante una década llegó a equivaler a un dólar, el famoso ‘uno a uno’ del régimen de convertibilidad que implosionó con el estallido de la descomunal crisis económica, política y social de finales de 2001.

Depreciado por la sucesión de fracasos en la política económica, hoy el peso argentino vale un décimo de centavo de dólar al tipo de cambio oficial.

Apetito de dólares

Un hombre camina frente a una casa de cambio, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Este historial ha reforzado la práctica de acaparar dólares como mecanismo de ahorro y cobertura ante la devaluación y la inflación y, además, de mantener los dólares fuera del sistema financiero argentino por temor a una confiscación.

Según datos oficiales correspondientes al último trimestre de 2024, los argentinos atesoran 246.029 millones de dólares en cuentas fuera del país, en cajas de seguridad o en billetes guardados ‘bajo el colchón’, una cifra varias veces superior a la de las exiguas reservas brutas del Banco Central argentino, que rondan actualmente los 25.000 millones de dólares.

Los sucesivos traspiés económicos pusieron a las reservas en una situación de debilidad al punto de que el Banco Central se quedara sin ‘poder de fuego’ para mantener el tipo de cambio ante la demanda sostenida de dólares.

Para intentar poner freno a la sangría de reservas por la voracidad por los dólares, en 2011 comenzaron a imponerse restricciones a la compra de divisas.

El denominado ‘cepo cambiario’ se profundizó con los años y ha supuesto un dolor de cabeza para la economía. Las cortapisas alimentaron la inventiva de los argentinos para hacerse de dólares cómo sea -en la plaza informal o con sofisticados mecanismos financieros- y afloraron más de una docena de tipos de cambio alternativos al oficial.

Competencia de monedas

Fotografía de un billete de 100 dólares, en medio de varios billetes de pesos argentinos de distintas denominaciones, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Quien recogió el guante del hartazgo de los argentinos con el ‘cepo’ fue el economista Javier Milei, quien en 2023 construyó una campaña electoral efectiva, basada en promesas de cerrar el Banco Central, dolarizar la economía y acabar de una vez con el “excremento” del peso, como llegó a llamar a la moneda de su país.

Quince meses después de que accediera a la Presidencia, Milei ya no habla de dolarización sino de ir a un esquema de ‘competencia de monedas’ en el que los ciudadanos elijan libremente qué moneda usar, sea el peso, el dólar o cualquier otra.

“Como Argentina es una economía bimonetaria, cualquier plan de estabilización debe contemplar a las dos monedas. Milei trabajó en estabilizar estas dos unidades de cuenta, pero no implementó una dolarización porque no tenía reservas, ni tampoco una libre flotación del tipo de cambio porque hubiera desatado una hiperinflación”, señaló Piazza.

Las promesas de levantar el ‘cepo’ se mantienen. Algunas restricciones han sido ya flexibilizadas. Pero la liberación total del mercado cambiario se demora porque las reservas monetarias siguen en un nivel crítico, algo que el Gobierno aspira a revertir con millonarios nuevos préstamos del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos.

En los últimos meses, el Gobierno ha dado algunos pasos hacia un bimonetarismo ya no ‘de hecho’ sino formal: dio libertad a los comercios para exhibir sus precios en la moneda que deseen y habilitó el pago en dólares con tarjetas de débito.

“Evidentemente el programa de Milei se dirige hacia una competencia de monedas, en la que el sistema privado transaccione cómo quiera, en pesos o en dólares. Ahí veremos cuál de las dos monedas prevalece”, indicó Piazza.

Natalia Kidd