Madrid, 7 abr (EFE).- “Es importante asilvestrarse” porque los seres humanos “estamos interconectados con todas las demás especies y con la naturaleza”, asegura el filósofo e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Cristian Moyano Fernández, en una entrevista con EFE sobre su último libro ‘Asilvestrarse. Volver a lo salvaje’ (CSIC-Zahorí Books).
Moyano Fernández, doctor en Ciencia y Tecnología Ambientales por la UAB y el ICTA, explica que lleva tiempo analizando las relaciones que tienen las personas con las especies silvestres y la naturaleza, y, en concreto, con “las prácticas o estrategias -que a veces son políticas, otras son iniciativas ciudadanas y sociales- de renaturalización (rewilding)”.
‘Asilvestrarse. Volver a lo salvaje’ “recoge todo ese trabajo académico” que pretende llegar a un público no especializado como los niños y los jóvenes, con un “lenguaje bastante accesible”, pero también a los mayores, porque “es más fácil” acceder a conceptos más técnicos en este formato con ilustraciones “que leyendo un libro académico de 400 páginas”.
“El mensaje es el mismo y les va a llegar igual”, sostiene, porque son reflexiones en un formato “más condensado y digerido” que pueden ayudar a las personas “a concienciarse más rápido sobre algunas acciones o hábitos que pueden ayudar a cambiar en su vida diaria” para acercarse a la naturaleza.
Sus áreas de interés aparte de la renaturalización, son las teorías de la justicia, la salud global, la ética alimentaria y la bioética, enmarcadas en la crisis ecosocial, y con este libro pretende recordar que “es importante asilvestrarse y que estamos interconectados con las demás especies, con la naturaleza, porque la “tradición filosófica y cultural se ha sustentado sobre algunas narrativas que al final nos han desconectado de la naturaleza”.
Subraya que “una narrativa es el instrumentalismo, es decir, pensar que la naturaleza y las demás especies silvestres se pueden tratar simplemente como objetos, medios o recursos que podemos usar, y luego, una vez usado, los tiramos, los desperdiciamos”.
Esa, dice, es “una visión errónea de cómo funciona la naturaleza, de cómo son los demás seres no humanos con los que compartimos la biosfera, que son seres también con sus propias vidas, sus propias capacidades, la naturaleza, los ecosistemas son todo procesos interdependientes que no se reducen a un mero recurso”.
En su opinión, por un lado, “el instrumentalismo, nos ha hecho olvidar esta conexión”, y, por otro, está “muy instalada la cultura del antropocentrismo, es decir, el pensar que la especie humana es una especie superior a otros animales, a las plantas y a otros elementos naturales y que hay un abismo esencial entre lo que somos nosotros y las demás especies”.
Pero, en realidad, asevera, “la genética, las ciencias biológicas, las teorías evolutivas dicen que compartimos muy buena parte de la genética con otros animales, con otras especies y tenemos mucho más en común con la naturaleza y con las demás especies de lo que nos pensamos”.
Cree que es necesario hacer este recordatorio, y sostiene que para poder volver a conectar con el mundo natural, cualquier persona, independientemente de la edad, de su trabajo o actividad, puede empezar con “acciones cotidianas”.
Al recordar que los grandes filósofos, como Aristóteles o Socrátes, impartían sus conocimientos en entornos naturales, Moyano Fernández asegura que “todas las disciplinas deberían impartirse en ambientes más naturales”, porque “toda la trayectoria filosófica que tenemos en Occidente, en buena medida se ha impartido en la naturaleza y en relación con la naturaleza”.
“Un filósofo, asegura, tiene que saber mucho de Ciencias Naturales, y para ello tiene que pensar y reflexionar en el mundo exterior, al contrario de lo que empezó con la Modernidad, con Descartes, de encerrarse en una sala y ahí pensar sobre la vida de manera más especulativa. Ahí solo llegamos a hacernos algunas preguntas racionales”.
Pero, subraya, realmente “las preguntas que son más aplicadas sobre el mundo que nos rodea y que además son acuciantes en el contexto en el que vivimos a día de hoy, tienen que hacerse al aire libre, tenemos que poder observar, oler, comprender un poco lo que nos rodea”.
Insta a todas las personas a salir a pensar, reflexionar, investigar, estudiar en entornos naturales y realizar “acciones tan simples como pasear descalzos por el bosque, eso va a estimularnos el cerebro de otra manera muy diferente que si estamos encerrados en una sala”.
El libro, con ilustraciones de Irene Cuesta, forma parte de la colección ‘Mentes Curiosas, Curiosas Mentes’, y busca “recordar que muchas de nuestras funciones humanas “tienen un paralelismo muy fuerte con las funciones y el desarrollo de otros organismos, tanto animales como vegetales, por ello, salir a observar cómo se desarrollan es una buena manera de aprender cómo funcionamos nosotros”, concluye.