Barajas, último refugio para medio millar de personas ante la inacción política

Una persona duerme esta madrugada en el Aeropuerto de Barajas. EFE/Fernando Villar

Ximena Hessling

Madrid, 6 mar (EFE).- Alrededor de medio millar de personas sin techo, españoles y extranjeros en situación de vulnerabilidad, de todas las edades, algunos con trabajos precarios y otros sin papeles, duermen en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, mientras AENA, la Delegación del Gobierno en Madrid, el Ayuntamiento de la capital y la Comunidad discuten sobre la solución del problema.

En la T4 pernocta desde hace diecisiete meses un vecino de Madrid, parado de larga duración, de unos 60 años -prefiere no dar su nombre-, que se encuentra en situación de calle después de haber sido despedido de su trabajo en un conocido centro hospitalario y que sobrevive con una pequeña ayuda social, que solo le alcanza para pagar la comida, el transporte y el teléfono, pero no le da para cubrir el coste de una habitación.

Durante el día, vuelve a su barrio en la capital y, en el futuro, espera poder ir a vivir con su hijo, que está trabajando y a la espera de que le den una casa.

También acude a la T4 para el descanso nocturno, con un carrito de supermercado cargado con ropa, comida y otros enseres, Paloma, de 56 años, con doble nacionalidad, guineana y española, residente en España desde hace más de treinta años y sin hogar desde febrero de 2024, cuando se quedó sin su empleo como cuidadora de una persona mayor que ingresó en una residencia.

Para Asen, búlgaro, de 32 años, que se gana la vida tocando un instrumento de percusión en la calle, el aeropuerto es la mejor opción para pasar la noche frente a los albergues, donde “no hay plaza” y “te roban todo, sin que nadie se haga responsable de las pérdidas”.

Algunas personas sin hogar, equipadas con mochilas y maletas, se mimetizan con los viajeros, como Christian, argentino, de 30 años, que obtiene recursos con la venta de cargadores y baterías a los pasajeros y pasa la noche en el aeropuerto, junto a un grupo de varones de diferentes edades procedentes de distintos países sudamericanos, con los que se siente seguro y evita que le roben sus pertenencias.

Héctor Porras, venezolano, de 40 años, duerme en el aeropuerto desde hace más de cuatro meses, tiene un trabajo en una organización benéfica de lunes a viernes y pasa los fines de semana “completos” en Barajas.

“Yo salí de Venezuela en el año 2016. Tuve que desertar de la Fuerza Armada venezolana por situaciones políticas. Me fui a Ecuador y 11 de octubre llegué a Madrid”, relata Héctor, que tiene protección internacional y que espera salir de la situación de calle lo antes posible después de solventar algunas deudas económicas.

Lamenta el trato “humillante” y “racista” que reciben de algún miembro del personal de seguridad y se queja de que todos los días sobre las 04:15 y las 04:30 de la madrugada les echan del área asignada para dormir, bajo la supervisión de una representante de AENA, con los coches de limpieza y entre los “tropiezos” de las personas que duermen en la T4.

Andrés, colombiano, de 25 años, que oculta el rostro con un gorro ante la cámara, es otra de las personas que vive en el aeropuerto, en su caso, desde hace diez días. “No tengo dónde dormir. Estoy en la calle, donde hace mucho frío. Acá es la única parte donde no paso frío”, asegura.

Lleva dos meses en España, sin papeles, y se ha buscado la vida “vendiendo dulces y trabajando, de vez en cuando, en la construcción”, pero con las ventas y los “trabajitos” no le alcanza para alquilar una habitación, comer y enviarle dinero a su familia.

“El sueño europeo es muy difícil para los migrantes”, afirma Andrés, que está reuniendo dinero para marcharse a otro país de Europa con el objetivo de “salir adelante” y ayudar a su familia.