Paco Aguado
Sevilla, 2 may (EFE).- El torero sevillano Borja Jiménez, que cortó dos orejas concedidas con generosidad, logró acabar con dos horas de tedio con su dispuesta faena al último toro de la tarde, que, desde el primer momento, estuvo acompañada por los sones del alegre pasodoble ‘Juncal’, lo que ayudó no poco a animar también a los ya aburridos tendidos de la Maestranza.
Hasta entonces, cada uno los cinco anteriores toros de Jandilla no habían dado juego alguno en el último tercio, todos parados y desfondados, cuando no reservándose y defendiéndose, a pesar de que lucieron una fina presencia, muy en el tipo de la ganadería, y que no cargaron ni con un solo kilo de más, factores que debieron haberles favorecido en al menos una mayor movilidad.
En cambio, tras ir empeorando su actitud en los primeros tercios, el quinteto de bonitos ‘jandillas’ llegó con poco o nada que ofrecer a las muletas de los tres matadores, entre unos elocuentes y extendidos silencios que contrastaban con el clamor morantista de la tarde anterior.
Pero, finalmente, cuando se cumplían las dos horas justas de corrida, Borja Jiménez decidió abrir su trasteo a ese sexto con dos pases cambiados en los medios, a cuyo cite acudió el de Jandilla con una prontitud que no había mostrado antes y con una emoción repentina que ayudó a despertar a los tendidos y a que la banda se arrancara muy pronto con las alegres notas del pasodoble que compuso Vainica Doble para la inolvidable serie que protagonizó Paco Rabal.
Y de pronto, de un solo golpe, varió por completo el ambiente, con el público jaleando con fuerza todo lo que le hizo el joven sevillano al único toro que sacó un mínimo de celo y duración, en una faena de mayor disposición que fluidez, de muletazos de uno en uno, mejores por la derecha, y con circulares muy redondeados tanto con las muñecas como sobre las piernas.
Una estocada desprendida de rápido efecto provocó una fuerte petición de trofeos que la presidencia atendió con idéntica generosidad y que Jiménez paseó básicamente por haber levantado la tarde desde el hondo tedio en el que estaba sumida.
Porque, hasta ese momento, la ovación más fuerte, y la única, se la había llevado el subalterno José Chacón al banderillear al primero de la suelta, al que Sebastián Castella había recibido a portagayola antes de que se le fuera parando tanda a tanda, en un trasteo destemplado y alargado con unas pausas y unas caminatas tan parsimoniosas y plomizas como las que el francés también repartió con el reservón y brusco quinto.
Tampoco despertó muchas palmas José María Manzanares, que reaparecía tras mes y medio de recuperación del percance sufrido en las Fallas de Valencia. Al alicantino se le vio con escasa convicción con un segundo toro que, aunque sin clase, se dejó hacer sin demasiados problemas, y tuvo que cortar por lo sano con el quinto, que vació el depósito de la casta en cuanto salió de banderillas.
El mismo Jiménez, antes de tocar pelo, había faenado un punto tenso y ligero, exigiéndole en los cites más de lo que le podía ofrecer, con el jabonero que echó por delante, sin lograr evitar demasiados enganchones cuando ya se había adueñado de la tarde ese plomizo silencio que luego él, y ‘Juncal, ayudaron a romper.
FICHA DEL FESTEJO

Seis toros de Jandilla, de justa y fina presencia, sin exceso de cabezas ni de kilos, pero de juego muy escaso en el último tercio, bien sin fondo o con actitudes reservonas y defensivas, salvo el sexto, que tuvo más nobleza y duración.
Sebastián Castella, de tabaco y oro: media estocada perpendicular atravesada (silencio); estocada desprendida (silencio).
José María Manzanares, de azul noche y oro: estocada baja delantera (silencio); estocada (silencio).
Borja Jiménez, de grana y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio); estocada desprendida (dos orejas).
Entre las cuadrillas, José Chacón y Alberto Zayas saludaron tras banderillear al primero de la tarde.
Séptimo festejo de abono de la feria de Abril, con casi lleno en los tendidos (unos 11.000 espectadores), en tarde fresca con nubles y claros.
