Brasilia, 15 mar (EFE).- Casi sin ceremonias, Brasil conmemoró este sábado el 40 aniversario de la investidura de José Sarney, el primer civil que asumió la presidencia tras 21 años de una cruenta dictadura que la ultraderecha aún hoy defiende.

Una extrema derecha, además, acusada de la última asonada, ocurrida el 8 de enero de 2023 contra el Gobierno del progresista Luiz Inácio Lula da Silva, quien acababa de asumir su mandato tras vencer en las urnas al expresidente Jair Bolsonaro.

El propio Bolsonaro, notorio defensor del régimen que acabó hace 40 años, está a la espera de que el Supremo decida si acepta una acusación por golpismo formulada por la Fiscalía, que le considera “mentor” de ese movimiento.
Bolsonaro omitió la conmemoración, pero renovó su convocatoria para un acto, este domingo, en favor de una amnistía para los cientos de condenados por el asalto a los tres poderes del Estado de enero de 2023.
Pese al actual debate sobre el autoritarismo, el 40 aniversario de la democratización solo fue objeto de unos pocos seminarios y mensajes en las redes sociales, todo carente del más mínimo calor popular.
En uno de esos eventos participó el propio Sarney, hoy de 94 años, quien celebró la robustez de la democracia que él inauguró.
“Dejé al país con instituciones fuertes, capaces de resistir hasta a los vergonzosos episodios de enero de 2023”, que “obligan a los demócratas a permanecer vigilantes”, declaró.
Lula se manifestó en redes sociales y, en este aniversario, pidió “mostrarle a las nuevas generaciones lo que fue y lo que sería vivir en dictadura y tener todos los derechos negados, incluso el derecho a la vida”.
El traumático inicio de la democracia
Lo que el 15 de marzo de 1985 debía ser una fiesta de la sociedad civil fue un acontecimiento traumático para la naciente democracia.
Dos meses antes, la dictadura había convocado unos comicios indirectos en los que fue elegido presidente Tancredo Neves, quien lideraba el movimiento democrático, con Sarney como compañero de fórmula.
La víspera de su investidura, Neves fue hospitalizado con una crisis abdominal, que le causaría la muerte un mes después, y Sarney asumió en un clima de luto anticipado.
Fue en el Parlamento, ante unos pocos mandatarios extranjeros. Entre ellos, el argentino Raúl Alfonsín y el uruguayo Julio María Sanguinetti, también los primeros civiles después de duros regímenes militares, y un joven Daniel Ortega, que acababa de asumir en Nicaragua por primera vez.
Sarney, para muchos un “infiltrado” de la dictadura, a la que había apoyado tiempo atrás, guió la transición, pacificó a los militares, promovió la actual Constitución en 1988 y también las primeras elecciones directas, en 1989.
La primera elección directa y la primera frustración
Ganó entonces el liberal Fernando Collor de Mello, quien renunció en 1992 cuando estaba a punto de ser destituido por corrupción. Otro trauma para la joven democracia.
Lo sustituyó su vicepresidente, Itamar Franco, que dio paso en 1995 a Fernando Henrique Cardoso, un intelectual socialdemócrata que gobernó dos mandatos consecutivos.
En 2003, a Cardoso le siguió Lula, el primer político brasileño que llegaba al poder desde los sindicatos y que tras dos períodos consecutivos fue sucedido en 2010 por Dilma Rousseff, la primera presidenta del país y víctima de los abusos de la dictadura.
Otra experiencia fallida. Rousseff, reelegida en 2014, fue destituida en 2016 por presuntas irregularidades fiscales y asumió su vicepresidente, Michel Temer, reformista liberal y referencia de la centroderecha de entonces.
Bolsonaro: la nostalgia de la dictadura al poder
En 2018, Bolsonaro, excapitán del Ejército, se impuso en las urnas y durante su gestión mantuvo un duro pulso con todas las instituciones democráticas.
Tras las elecciones de 2022 desconoció la victoria de Lula y sus seguidores intentaron convencer a las Fuerzas Armadas a evitar el regreso del líder progresista, que asumió el 1 de enero de 2023.
Una semana después, miles de bolsonaristas asaltaron las sedes de la Presidencia, el Parlamento y la Corte Suprema instando a los militares a derrocar al nuevo Gobierno, pero el generalato les dio la espalda.
Bolsonaro está acusado de promover ese intento de golpe. El Supremo decidirá el próximo 25 de marzo si acepta esa denuncia, sobre lo que la Fiscalía califica de “mayor ataque a la democracia” desde 1964.
Eduardo Davis