Washington, 3 jun (EFE).- Bree Fram decidió alistarse a las Fuerzas Armadas de EE.UU. después de los atentados del 11 de septiembre para «defender las libertades y oportunidades que ella había tenido». Sin embargo, la coronel pierde este martes una de ellas y deja de servir a su país porque el presidente, Donald Trump, ha echado a todas las personas trans de las filas militares.

Hace unas semanas, el Tribunal Supremo permitió al mandatario aplicar su política de exclusión. En esta se incluye que identificarse con un género diferente del sexo asignado al nacer «entra en conflicto con el compromiso de un soldado con un estilo de vida honorable, veraz y disciplinado, incluso en su vida personal».

«Tenía la esperanza de que el Supremo fallara de otra manera. (…) Estamos perdiendo algo que no se puede reemplazar: miles de personas altamente calificadas con años, si no décadas, de experiencia», dice Fram en una entrevista con EFE en la que insiste en remarcar que habla «a título personal» y que «no representa necesariamente las opiniones del Departamento de Defensa o el Gobierno».
La decisión del Alto Tribunal acabó con el bloqueo de una jueza federal al decreto presidencial y le dio permiso a la Administración para empezar a efectuar los despidos mientras el caso se sigue estudiando en cortes inferiores.
En su primer mandato (2017-2021), el neoyorquino prohibió, también con el apoyo del Supremo, que las personas trans se unieran al Ejército o que las que estaban dentro iniciaran su proceso de transición.
«Lo que cambia es que esta vez (el veto) no es solo una prohibición, es una purga. Una purga que busca expulsar a miles de miembros trans que están sirviendo con honor y distinción», declara Fram, de 45 años.
En aquel momento, la coronel no se vio afectada porque ya había completado su proceso. En 2016, cuando la Administración de Barack Obama (2009-2017) permitió servir a las personas trans, se atrevió a dar un paso al frente y dejar atrás 13 años de servicio en los que estuvo «ocultando una gran parte» de sí misma.
«Cuando el secretario de Defensa, Ashton Carter, hizo el anuncio, tenía preparado un correo electrónico para enviar a mis compañeros en la oficina y una publicación en Facebook para compartirlo con el mundo», dice.
«Fue uno de los momentos más increíbles de mi vida», recuerda sonriente. Según cuenta, después de enviarlo «salió corriendo a la cinta del gimnasio y se puso a correr más rápido que nunca», pero al volver a su escritorio todos sus compañeros le dijeron: ‘Es un honor servir contigo'».
Fram, que es una de las oficiales trans que más alto ha llegado en el Ejército estadounidense, lleva 22 años y medio sirviendo a su país, primero en la Fuerza Aérea y hasta ahora en la Fuerza Espacial.
Se siente «destrozada» porque aunque la orden de Trump dice «priorizar la excelencia y la preparación militar» (al menos así la bautizó), según ella las personas que va a despedir «no solo han cumplido los estándares, sino que los han superado de forma excepcional».
«La pérdida para la seguridad nacional tendrá efectos durante años», asevera.
A partir de esta semana, todos los oficiales trans serán puestos en «licencia administrativa», lo que ella traduce como «no te presentes hasta que seas oficialmente separado del servicio y completes todos los trámites obligatorios».
Para Fram este martes es su último día. Ella bromea con que no le quedan lágrimas y aunque no es capaz de imaginarse sin ponerse el uniforme, tiene claro que «va a intentar seguir sirviendo con o sin él».
«Quiero asegurarme de que haya un futuro mejor para todos los estadounidenses», concluye.
Ya desde la campaña electoral, Trump ha hecho una bandera política de su rechazo a las personas trans y ha ordenado hasta en cuatro ocasiones medidas en su contra en tan solo seis meses.
Según el último informe de la Alianza de Gays y Lesbianas Contra la Difamación, las personas trans y aquellas no conformes con su género fueron el blanco de más de la mitad de las agresiones registradas contra el colectivo LGTBIQ+ en el último año.
Esteban Capdepon Sendra