Xingu (Brasil), 1 oct (EFE).- Los brigadistas indígenas de la reserva del Xingu, una de las más extensas de Brasil, combaten los incendios forestales en su territorio con acciones de prevención, saber ancestral y el uso de tecnología, lo que ha mejorado su capacidad de respuesta frente al fuego.
La Tierra Indígena del Xingu tiene unos 2,6 millones de hectáreas, fue la primera gran reserva reconocida oficialmente en Brasil y ha sido históricamente una de las más presionadas por la deforestación.
Situada en un área de transición entre la Amazonía y el Cerrado, los líderes indígenas más veteranos aún recuerdan que, allá en la década de los sesenta, era bien húmeda.
La tala en los alrededores, impulsada por una pujante actividad agropecuaria, ha cambiado el paisaje, ahora más seco, amarillento y propicio para la propagación del fuego. La crisis climática ha hecho el resto. La región cada vez sufre más con la falta de lluvias.
Así, en los últimos años se han multiplicado los incendios en esta vasta tierra protegida, hogar de unos 16 pueblos indígenas.
«Es muy triste ver el impacto del fuego», afirma a EFE el cacique Yuri Kuikuro tras sobrevolar en helicóptero un área calcinada.
Más presupuesto, más medios de extinción

Aunque este 2025 ha sido diferente.
Desde finales de agosto, el Gobierno de Brasil, que este año organiza la cumbre climática de la ONU (COP30) en Belém, ha invertido casi tres millones de reales (560.000 dólares) para contratar helicópteros, comprar equipamiento y pagar a brigadistas sobre el terreno.
La mayoría de los brigadistas proceden de las propias comunidades indígenas del Xingu, de acuerdo con Kurtis Bastos, comandante de la operación contraincendios liderada por Prevfogo, división del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama).
Traiú Assalí es uno de los más de 100 brigadistas indígenas que actúan en el Xingu, ubicado en el estado de Mato Grosso. Está en el cuerpo desde 2016. Empezó como voluntario y ahora es la motivación para muchos de los jóvenes que acaban de alistarse.
«El mayor enemigo de nuestro territorio ahora es el fuego. Xingu es nuestro territorio y tenemos que combatir el incendio hasta donde podamos porque es nuestra casa y vamos a defenderla con amor», explica.
A esa batalla contra las llamas por tierra, agua y aire también se han incorporado los caciques, conocedores como nadie del terreno. Su experiencia es vital para guiar a los bomberos.
«Soy guardián de los bosques, aquí es mi territorio, es nuestro remedio, no podemos jugar con él, no podemos quemarlo», reivindica el cacique Kalapalo Kaluani.
Uno de los grandes retos para todos es el llamado fuego de turba, que se propaga por el subsuelo compuesto por restos de plantas en descomposición y es difícil de detectar y combatir.
Afortunadamente, este año llovió antes de lo previsto y los incendios no fueron tan intensos como en 2024, lo que les permitió reforzar las tareas de prevención.
La prevención, clave para evitar desastres

Y es que el fuego forma parte de la cultura de los indígenas del Xingu, que lo utilizan para limpiar terrenos y empezar nuevas cosechas. Pero ese saber milenario tiene ahora que adaptarse a la realidad del cambio climático.
En este sentido, los brigadistas también recorren las aldeas para persuadir a sus vecinos de no quemar las tierras de cultivo, una práctica tradicional, o por lo menos hacerlo de forma controlada.
«Les pedimos que no prendan fuego por la mañana porque hay mucho viento y puede propagarse el fuego. Les dije que solo a partir de las seis de la tarde», dice a EFE Lanalu Kuikuro, la única mujer brigadista indígena de la región.
Lanalu es la encargada de dar un tirón de orejas cuando es necesario, tanto a sus compañeros como a los caciques de la región.
Este laborioso trabajo de prevención se complementa con el uso de la tecnología, que permite, por ejemplo, conocer la previsión del clima en tiempo real y trazar estrategias de combate.
Con todas esas herramientas, Yuri Kuikuro está seguro de que el Xingu no tendrá más incendios fuera de control en sus tierras.
Alex Mirkhan