Marcos Díaz

Zaragoza, 20 sep (EFE).- Enrique Bunbury regresó este sábado a su tierra natal, Zaragoza, para desatar en el pabellón Príncipe Felipe una tormenta de nostalgia y buen hacer sobre el escenario, en un concierto con el que recordó gran parte de su legado musical y que encontró la absoluta aceptación de sus paisanos.

Porque con el ‘Huracán Ambulante Tour’, Bunbury volvía a la capital aragonesa para repasar una buena porción de su trayectoria en solitario, con una gira en la que ha recuperado la que fue su banda desde finales del milenio pasado hasta el 2005.
Fue con ella con la que firmó un periodo capital en su periplo, en el que parió algunos de sus discos y canciones más importantes. Y el concierto hizo honor a ese momento de su trayectoria y a mucho más.
Llegaba, además a su tierra, aquella en la que, como dice en ‘El extranjero’, aunque se sienta extraño, la quiere de verdad. En Zaragoza agotó las entradas, es decir, 8.000 almas llenaron el Príncipe Felipe en el regreso de Bunbury, año y medio después de su histórica actuación en la vieja Romareda, antes de su derribo.
Y si entonces su concierto dejó bien patente la grey que mantiene en la ciudad, el de este sábado ahondó en esa evidencia: a Bunbury lo extrañan en su tierra y parece claro que lo quieren de verdad.
Fueron cerca de dos horas las que utilizó para interpretar 23 temas, que transitaron por buena parte de su legado en solitario, desde Radical Sonora (1997), hasta su último LP, Cuentas Pendientes (2025).
Pero, como era de esperar, la mágica trilogía formada por Pequeño (1999), Flamingos (2002) y El Viaje a Ninguna Parte (2004) copó el grueso del ‘setlist’.
Una lista que comenzó, como es norma en este tour y lo fue en tiempos pasados, con ‘Otto e mezzo’, introducción felliniana y circense que ya puso al público al corriente del ejercicio de nostalgia ‘bunburyana’ que se avecinaba.
‘El club de los imposibles’, ‘De mayor’ y ‘El extranjero’, esto es, tres de las canciones más célebres del aragonés, abrieron la caja de los truenos con puntualidad británica.
Truenos que, por cierto, tenían réplica fuera del pabellón, en un clima zaragozano que también parecía querer homenajear a la banda, ese Huracán Ambulante por el que parecía que no habían pasado 20 años desde que se disolvió.
Porque todas las canciones, nuevas y antiguas, engarzaron a la perfección con las sonoridades de un conjunto formado por Ramón Gacías (batería), Luis Miguel Huracán (percusión), Ana Belén Estaje (violín, coros), Copi Corellano (teclados), Jordi Mena (guitarra), Del Morán (bajo) y Javier García Vega y Javier Íñigo, en la sección de viento.
Con ‘Desmejorado’, aquel tema del LP a cuatro bandas (lo grabó con Morti, Shuarma y Carlos Ann) Bushido (2004), Bunbury aprovechó para saludar al público, desde el primer minuto rendido.
“Es un inmenso placer estar de vuelta en el Príncipe Felipe”, afirmó sobre este recinto, tablas que conoce bien y que, como recordó, con el Huracán pisó por primera vez en 1999.
Mientras tanto, el escenario lucía rojizo y sedoso, pertrechado con unos elegantes cortinajes cuyos colores fueron adaptándose a cada momento del ‘show’, apoyados por una pantalla central que proyectó excelentes visuales.
‘Te puedes a todo acostumbrar’, esa cumbia desgarrada de su último disco, fue la primera canción de las nuevas en sonar y lo hizo muy bien. ‘Serpiente’, que llegó en los bises, ‘Esas chingadas ganas de llorar’ y ‘Para llegar hasta aquí’ completaron la nómina de nuevas creaciones que, aun sin encontrar el respaldo de sus clásicos, fueron bien recibidas y no desentonaron en absoluto en el recital.
Con sus grandes éxitos no hubo sorpresas, pues en varias ocasiones las voces del público se superpusieron, casi de su principio al fin, a la del cantante, vestido impecablemente con un traje marrón de tres piezas y gafas de sol.
Ejemplo de ello fueron ‘Infinito’, ‘El rescate’, ‘Que tengas suertecita’ o la traca final que puso en pie a todo el recinto: ‘Apuesta por el rock and roll’, ‘Sí’, ‘Sácame de aquí’, ‘Enganchado a ti’ y, cómo no, una ‘Lady blue’ musculada que cerró el concierto antes de los bises.
En todo momento, Bunbury fue Bunbury en estado puro, en sus reconocibles gestos, en su carisma y en una voz que no dio ni un solo atisbo de los problemas que le hicieron abandonar los escenarios hace tres años.
Con una lista de canciones canónica, que replicó exactamente el orden y la elección de los anteriores conciertos de la gira, llegó a los bises, en los que tampoco hubo sorpresas.
‘Parecemos tontos’, ‘Serpiente’, ‘El jinete’ y ‘El viento a favor’ anticiparon el punto final del concierto, con un ‘…Y al final’ que comenzó sentado en el suelo del escenario, iluminado únicamente por un foco.
Con gestos, aplausos y reverencias, sin decir nada pero diciendo mucho, Enrique Bunbury abandonó las tablas del Príncipe Felipe para poner rumbo a Argentina, donde ofrecerá en Buenos Aires el último concierto de su gira, el día 27. EFE