Guillermo Martínez
Alcalá de Henares, 10 ago (EFE).- Una taza apurada hasta su última gota en Zaragoza fue el origen de Café Pendiente, una red de vecinos solidarios que hace siete años coordina a ciudadanos y comercios en Alcalá de Henares para responder a las necesidades básicas de las personas más humildes de la localidad, como alimentos o productos de higiene y medicamentos.
La impulsora de esta iniciativa es Julia Iniesta: “Estaba en Zaragoza tomando un café con mi hermana. Era invierno, hacía mucho frío, y vi cómo una señora sorbió hasta la última gota de un café que otros clientes se habían dejado”, relata a EFE.
Así fue cómo Iniesta empezó a darle vueltas a la forma de ayudar a estas personas desde la localidad en la que reside, Alcalá de Henares. Llegó al proyecto Café Pendiente, que nació mucho antes en Nápoles, y lo desarrolló en la ciudad complutense.
Decidió que no solo sería un café, sino que intentaría aplacar las necesidades más acuciantes del día a día de la gente que no tiene ni lo mínimo para poder sobrevivir con dignidad.
El sistema es muy sencillo, explica: “Si una persona quiere ayudar y va a un comercio, puede dejar pagadas dos barras de pan, por ejemplo. Lo dejan apuntado en una pizarra y me avisan, y yo aviso a su vez a aquellas personas que más lo pueden necesitar”.
Sin embargo, no todos los comercios que forman parte de Café Pendiente ofrecen productos de primera necesidad, aunque también pueden ayudar. “En su caso, se convierten en despensas. Ahí la gente puede acercar un gel de baño, comida no perecedera, lo que sea, y lo guardan en la trastienda”, añade.
La gente se suele ayudar, recalca Iniesta, antes de explicar que también dan respuesta a aquellas personas que necesitan un medicamento que no se pueden costear.
En este caso, “me pasan su receta y los datos, yo lo publico en las redes y cualquier persona puede hacer un Bizum a alguna de las dos farmacias que colaboran; una vez que lo reciben aviso a quien necesita el medicamento y puede acercarse a recogerlo”, concreta.
También cubren el alimento fresco: “En las galerías de Juan de Austria y Santa Teresa tenemos puestos de frutería, carnicería y pescadería en el que la gente puede dejar una aportación solidaria que finalmente termina en el plato de los que apenas tienen para comer”, desarrolla la propia Iniesta.
Las redes sociales se han convertido en su gran altavoz cuando alguna familia necesita algo de manera urgente, como material escolar o comida. Iniesta lo publica y explica cómo cualquier persona puede aportar su granito de arena, que no suele tardar mucho tiempo en llegar, quizá en forma de pienso para animales, quizá en forma de barra de pan.

Personas “de todo tipo”
La iniciativa cuenta con el apoyo de unos 45 comercios de la ciudad, que exhiben el pertinente logo identificativo, entre los que se encuentran peluquerías, inmobiliarias, panaderías, un hostal y centros de estética.
A pesar de esta elevada participación, Abrasador Casa Benito es el único restaurante integrado en Café Pendiente y el primer local adherido a la red. Ricardo Calvo no dudó en potenciar la idea de Iniesta cuando ella se lo contó hace años.
“A mí me dejan un café o una barra de pan pagada, lo apunto en la pizarra, y cuando alguien lo pide, se lo sirvo, así de simple”, desgrana su aportación a Café Pendiente Alcalá el dueño del restaurante, ubicado a escasos metros de la Puerta de Madrid.
Sobre el perfil de personas que suelen acudir a valerse de esta ayuda, el mismo Calvo responde que “de todo tipo” y que “no hay que irse muy lejos para encontrarlas”.
Una iniciativa totalmente altruista
Iniesta sostiene que Café Pendiente es el grito de todas estas personas que solo gracias a la solidaridad pueden encontrar una respuesta a sus necesidades. “Si viene algún caso más grave, yo lo derivo a asociaciones especializadas, porque lo que hacemos no es nada oficial”, agrega.
Ni ella ni nadie que pertenece a la red, como los voluntarios que van a recoger algunos productos a diversos lugares para acercarlos a otros, sacan beneficio propio. “Esto es totalmente altruista, pero sí conseguimos algo: la satisfacción de ayudar”, finaliza esta alcalaína de 57 años.