Madrid, 29 jun (EFE).- Más de 75.000 parejas del mismo sexo se han casado en España desde la aprobación del matrimonio igualitario, y si bien ellos han protagonizado más uniones que ellas, las mujeres se han casado más que los hombres en los últimos seis años.
Entre 2005 y 2023, periodo del que existen datos del Instituto Nacional de Estadística, se unieron en matrimonio 75.561 personas del mismo sexo: 40.397 matrimonios de varones y 35.164, de mujeres.
En el mismo periodo se han casado 3,18 millones de parejas conformadas por un hombre y una mujer.
Veinte años después de la aprobación de la ley que permite a parejas del mismo sexo casarse, el 79 % de la ciudadanía está totalmente o muy de acuerdo con que «es una conquista positiva para la sociedad en su conjunto» y un 87,3 % considera que fue un primer paso en la consecución de los derechos de las personas LGTBI+.
Nueva tendencia
Desde su entrada en vigor en julio de 2005 y durante largo tiempo, las parejas de hombres se casaron en mayor medida que las de mujeres, pero en 2018 la cosa cambió y ellas empezaron a formalizar más sus relaciones mediante el casamiento.
La tendencia se ha mantenido hasta 2023, último año del que se dispone de datos.
En 2005, se casaron 914 parejas de hombres y 355 de mujeres; el año siguiente, 2006, 3.000 y 1.313, respectivamente. En la serie histórica, el máximo de uniones del mismo sexo se registró en 2023, con 6.772, 3.165 de hombres y 3.607 de mujeres.
Las comunidades autónomas en las que se han celebrado más matrimonios igualitarios entre 2005 y 2023 han sido Cataluña (15.900), Madrid (14.790), Andalucía (11.809) y la Comunidad Valenciana (9.355).
En el otro extremo, en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla sólo se han registrado en el mismo periodo 53 y 56, respectivamente, mientras que La Rioja (325), Cantabria (647), Navarra (718) y Extremadura (817) completan el listado de los territorios en los que se han celebrado menos de mil uiones del mismo sexo.
Asturias (1.098), Aragón (1.172), Castilla y León (1.541), Castilla-La Mancha (1.719), Murcia (1.856), Galicia (2.113), Baleares (2.798), País Vasco (2.850) y Canarias (5.258) son las regiones que ocupan la parte media de la tabla.
Aunque el número de uniones de hombres supera al de mujeres, hay ciertos territorios donde ellas se han casado más: Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia, Navarra, País Vasco, La Rioja y Melilla.
Entre 2010 y 2023, rango de años para los que se dispone de este dato, el 9,3 % de los matrimonios igualitarios tenía alguno de sus miembros con una nacionalidad distinta a la española.
En cuanto a los divorcios, entre 2013 y 2023 se han disuelto 13.119 uniones del mismo sexo, 6.998 parejas de hombres y 6.122 mujeres. En ese mismo periodo se casaron 50.322 parejas del mismo sexo.
Felicidad y dignidad
La activista Boti García Rodrigo, exdirectora de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI y expresidenta de FELGTB y Cogam, trabajó para la consecución de la ley del matrimonio igualitario.
«El matrimonio no solamente se convirtió en un derecho de toda la ciudadanía, sino que el matrimonio igualitario fue un avance para la dignidad de las personas del colectivo. El matrimonio nos hizo dignos de derechos», explica a EFE.
«Primero, se visibilizaba en la ley que existíamos. Segundo, se reconocía que éramos sujetos de derechos como el resto de la ciudadanía», defiende.
La histórica activista explica que esa dignidad, en las bodas, se extendía en forma de felicidad como «una mancha de aceite» a toda la familia: «Había una dignificación de esas personas. Veías la felicidad en el abuelo, en la tía segunda, en los padres, en las madres…».
García Rodrigo celebra que cada vez sean más las mujeres que se casan, «un dato precioso». «Las lesbianas necesitamos más tiempo para salir del armario porque los miedos son mayores. (…) Con el paso del tiempo, las lesbianas se están atreviendo a ser más visibles y acuden más a casarse», afirma.
La actual presidenta de la Federación Estatal LGTBI+, Paula Iglesias, asevera que la aprobación del matrimonio igualitario fue «un primer paso» en el reconocimiento de los derechos del colectivo, la primera vez que se ponía encima de la mesa que eran ciudadanía de primera, como el resto, y merecían los mismos derechos.
«Más allá de poder casarnos, fue un reconocimiento de nuestras existencias. Y ese reconocimiento a nivel legal nos ayudó a naturalizar nuestras vidas a nivel social, porque si teníamos el mismo derecho a casarnos y a formar nuestras familias, es que éstas eran dignas y merecedoras del mismo respeto», concluye. EFE
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