Capitán Torrezno, un antihéroe de cómic que cumple 25 años en el micromundo de un sótano

El historietista y creador del personaje Capitán Torrezno, Santiago Valenzuela (San Sebastián, 1971). . EFE/ Editorial Astiberri SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Begoña Fernández

Madrid, 16 ago (EFE).- El Capitán Torrezno es un antihéroe de cómic que cumple 25 años, un cuarto de siglo en el que el personaje crece y evoluciona en un mundo extraño donde se siente «fuera de lugar», pero no porque sea Marte o el centro de la Tierra, sino el micromundo de un sótano de la calle Valverde, en el centro de Madrid.

En una entrevista con EFE, el historietista y creador del personaje, Santiago Valenzuela (San Sebastián, 1971), explica que el «esqueleto de la aventura», doce volúmenes que recopila la editorial Astiberri, es la creación involuntaria de un micromundo metido en un sótano «donde se repiten todos los errores que se producen en el mundo real».

Y esas historias de «tradición fantástica» las introduce el Capitán Torrezno que viene a ser un tipo bastante sencillo, «un torrija de barrio de buena pasta y sin dobleces», que se despierta con resaca en un mundo extraño donde echa de menos las cañas de su bar, el Denver, señala el autor, galardonado con el Premio Nacional de Cómic en 2011.

  Torreznos o torrijas, borrachines de barra de bar

  Valenzuela desvela que el nombre viene de una «broma privada entre amigos, dónde se llamaba torreznos a los señores maduros que estaban bebiendo encorvados en la barra del bar, y que también se les llamaba torrijas por estar impregnados en alcohol».

  Así que el Capitán Torrezno no deja de ser «un borrachín de los bares» que empezó como personaje secundario para tomar, en seguida, el papel de personaje principal y protagonista de historias muy largas.

  La inspiración le llegó a Valenzuela en la época de estudiante, cuando compartía piso con compañeros en Madrid, cerca del barrio de Legazpi, y hacía «mucha vida de bares».

 Y un día estas historias costumbristas de «realismo sucio», que publicaba en el fanzine ‘Jarabe’, pasaron a ser una fantasía de «realidades alternativas» que tomaron vida en la oscuridad de un sótano.

 Un micromundo que reproduce el Génesis

 El historietista comenta que el desencadenante de este microcosmos no es el Capitán Torrezno sino el dueño del sótano, un funcionario llamado José Hilario Viñereido.

Viñereido es una persona solitaria que no tiene muy claro por qué se levanta por la mañana y cuáles son las razones para vivir, y que se dedica a cuidar bonsáis y a hacer tallas de madera.

 Un día se encuentra en un bar con un tipo estrafalario, una especie de Dios que le concede un deseo, y ese deseo va a ser que las dos figuras de madera que ha tallado (y que llama Adán y Eva) cobren vida e inicien la creación de un micromundo.

Y cuando uno de los bonsáis que planta da fruto, José Hilario avisa a esos seres diminutos que no deben comerlo, pero cuando descubre que han sucumbido a la fruta, entra en ira y les abandona en el sótano.

Veinte años más tarde, José Hilario, a punto de jubilarse, visita el sótano y comprueba que los seres se han reproducido y expandido desarrollando civilizaciones que batallan en su nombre.

  La serie no busca ser una narración-reportaje

  Valenzuela comenta que los temas que se abordan en la serie de aventuras se centran en el desarrollo de una civilización «con sus inercias y sus cataclismos», también toca «la religión que lleva al fanatismo, y el fanatismo que conduce a las cruzadas, y todo envuelto en las luchas por el poder y el imperialismo».

  En este mundo, dice, «el Capitán Torrezno es nuestro representante, el testigo y protagonista que se acaba involucrando, aunque lo haga involuntariamente».

  Y como conoce el mundo que está fuera, Torrezno pasa de antihéroe a héroe, «aunque sea por las circunstancias en las que vive, sin premeditación».

  Cada vez hay menos Torreznos

  Sin embargo, Valenzuela reconoce que los personajes como Torrezno son «una especie en vía de extinción que ha sucumbido a la gentrificación»: «Cada vez hay menos bares tradicionales de torrijas y televisión, al menos en el centro de Madrid, quizá en los barrios alguno aguanta».

  Respecto a si la serie refleja temas de actualidad, Valenzuela admite que hay gente que encuentra referencias que traslada a situaciones actuales, pero el autor afirma que «no hay una voluntad de hacer una especie de narración-reportaje».

   Sobre las viñetas, el historietista revela que siempre ha utilizado el blanco y negro, y el color no lo ve fundamental.

  «Si hay que prescindir de algo, se prescinde del color. Nunca he sido un virtuoso del color, más bien lo he utilizado para diferenciar planos», comenta.

  Valenzuela comenta que la historia se cierra en el tomo 12: Se acaba el micromundo, «que sale al exterior para acabar uniéndose a la realidad que conocemos».