Almudena Álvarez
Palencia, 30 ago (EFE).- Waly Konate ya cocina en un restaurante con un Sol Repsol y Dibassy Ousmane se prepara para entrar en la factoría de Renault. Son dos de los jóvenes refugiados malienses que han encontrado en Palencia una oportunidad para empezar de cero, en un año en el que 211 personas han sido acogidas en esta ciudad y 135 han logrado un empleo.
Tras un viaje del que prefieren ni hablar, Waly y Ousmane se esfuerzan ahora en aprender español y en trabajar poniendo rostro a muchos otros que, como ellos, dejaron atrás conflictos armados, persecución y pobreza, para buscar oportunidades y soñar que otro futuro es posible.
Dibassy Ousmane empieza este mes a trabajar en la fábrica de Renault en Villamuriel de Cerrato (Palencia). Apenas sabe cuál será su puesto, pero está deseoso de descubrirlo porque ya conoce las instalaciones: “Fabrican más de 200 coches al día”, comenta a EFE con admiración.
Waly Konate lleva ya un mes como cocinero en el restaurante Terra de Palencia, distinguido con un Sol Repsol. En la sección de carnes y pescados se abre camino cada día, sorprendido con productos desconocidos para él, como la carne de ciervo, que ya sabe preparar de dos formas distintas.
Ni Ousmane ni Waly quieren hablar de su pasado en Mali. Ni de los motivos que les empujaron a dejar a sus familias atrás, ni de la peligrosa travesía hasta llegar a España en busca de un entorno seguro.
Tampoco de su edad exacta, aunque rondan los 25 años. Prefieren mirar hacia adelante, hacia una vida que empieza a despegar gracias al dispositivo de protección internacional Teranga, gestionado por el Centro Asistencial San Juan de Dios en Palencia.
Lo primero, el idioma

“Lo primero es hacerse con el idioma, eso es fundamental”, explica a EFE Noemí Montoya, orientadora laboral del centro que se ubica en la Residencia Diego Martínez de los Padres Barnabitas en Palencia.
No están solos en el proceso: psicólogos, trabajadoras sociales, orientadores laborales, monitores, profesores de español y una abogada que se encarga de la documentación completan un equipo multidisciplinar que acompaña a los usuarios hasta alcanzar la autonomía.
“Esto es un programa temporal y el objetivo es que, cuando salgan del centro, puedan llevar una vida independiente”, resume Julia Regaliza, trabajadora social.
Cada usuario sigue un itinerario personalizado en función de sus necesidades. Al llegar, se les inscribe en el sistema público de empleo y en cursos de formación dirigidos a la búsqueda de empleo. El siguiente paso es conectar a cada persona con empresas que necesiten su talento y el plazo para lograrlo es de 18 meses.
Ese puente entre la formación y la vida laboral ya ha dado frutos. En su primer año, Teranga ha atendido a 211 personas y ha conseguido que 135 de ellas encuentren empleo.
El dispositivo, que funciona desde agosto de 2024 en Palencia y tiene 90 plazas siempre ocupadas, nació como recurso de emergencia y desde enero de 2025 forma parte de la red nacional de protección internacional impulsada por el Ministerio de Inclusión.
Cocinar y ver al Barça

La historia de Waly es un buen ejemplo del éxito de estos programas. Tenía claro que quería ser cocinero, así que se matriculó en un curso en Villamuriel de Cerrato, consiguió un certificado, realizó prácticas y superó una prueba en el Restaurante Terra.
Hoy, el chef Roberto Terradillos asegura que puede convertirlo en “el mejor cocinero de España”, en palabras de la orientadora.
Él se lo toma muy en serio, se centra en el trabajo y en aprender para seguir mejorando, consciente de que ha empezado a codearse con la alta cocina y de que ya está tocando su futuro con los dedos.
También que cada vez tiene más cerca otro sueño: ver al Barça en el Camp Nou, algo que hoy por hoy se escapa de su bolsillo.
Voluntario en una residencia de personas mayores
Ousmane, por su parte, está ávido de conocimientos. Ha hecho cursos de carretillero, atención al cliente e informática, y dedica parte de su tiempo a ser voluntario en una residencia de mayores: “Juego con ellos a las cartas, al dominó. A veces les dejo ganar”, dice entre risas.
Sabe que pronto tendrá que dejar el centro para vivir por su cuenta, y busca piso con compañeros. Se lo cuenta a su familia cuando puede hablar con ellos por teléfono, porque «allí hay muchos problemas de conexión», explica Ousmane.
En el centro reconocen que la falta de vivienda es ahora mismo uno de los mayores obstáculos. El trabajo, sin embargo, fluye gracias a la alta demanda laboral en la provincia y a la colaboración de 45 empresas contratantes. De hecho, sin la red de solidaridad que aportan administraciones, empresas, asociaciones y voluntarios, nada de esto sería posible.
“Nosotros solo queremos que tengan una vida mejor, y ellos también es lo que buscan”, apunta Regaliza. Y aunque todos llegan con una mochila cargada de historias duras, de las que prefieren no hablar, aquí, en Palencia, el horizonte se abre con la fuerza de los que saben que empiezan de nuevo. EFE
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