Ruth del Moral
Madrid, 8 jul (EFE).- El final del curso escolar abre la puerta a los campamentos de verano, que en la mayoría de los casos suponen un nuevo gasto a cubrir y se convierten en obligatorios para las familias que no pueden conciliar con sus trabajos.
Miles de padres y madres se enfrentan a uno de los mayores retos de conciliación del año con el inicio de las vacaciones escolares, pero no todos pueden afrontar el pago de estas actividades de ocio, que en la mayoría de los casos cuestan una media de entre 120 euros y 170 euros por una semana de campamento urbano y sin pernoctación.
La ONG Educo denuncia que durante las vacaciones de verano, solo 1 de cada 5 niños y niñas que vive en hogares de nivel socioeconómico bajo puede ir a campamentos o similares en los que se les asegura la comida.
«Es una situación que nos preocupa mucho. Falta una oferta estructurada que sea asequible para las familias de situación socieconómica más baja. En muchos casos se condena a los niños y niñas a estar horas en su casa, solos y frente a pantallas», señala a EFE la directora general adjunta de esta entidad, Guiomar Todó.
Educo lamenta que no haya políticas públicas coordinadas y que se dejen en manos de las ONG el apoyo a entidades sociales a través de ayudas y becas. Esta institución financiará este verano hasta 150.000 comidas, en colaboración con 65 entidades, y organizará campamentos para unos 8.000 chicos.
«Muchas familias no eligen los campamentos desde la libertad, sino desde la necesidad. Vivimos en una estructura social que sigue sin priorizar los derechos reales de la infancia ni el vínculo familiar» señala a EFE la investigadora socioeducativa y neurocientífica, Tania García, que añade que las administraciones no deberían «simplemente multiplicar campamentos sino replantear cómo garantizar espacios de descanso, juego, conexión y presencia compartida».
El beneficio del juego
Desde el punto de vista del desarrollo social y emocional estos espacios informales también son importantes.
«El juego es un derecho y se debe garantizar», recuerda Guiomar Todó, que añade que «también tiene un componente educativo porque hay reglas de equipo que respetar».
Sin embargo, Tania García, creadora de la filosofía ‘Educación Real’, explica que aunque el «juego es la gasolina y el lenguaje del cerebro infantil es su forma de desarrollar habilidades cognitivas y emocionales», éste no debe ser dirigido.
«El desarrollo emocional y social no ocurre en entornos de control, prisa o evaluación, sino cuando el sistema nervioso se siente en calma, cuando hay presencia adulta sin juicio y libertad para equivocarse sin consecuencias ni exigencias», incide.
Por otra parte, practicar la empatía o el respeto a la diferencia, «también son habilidades tan o más importantes que aprender matemáticas o ciencias», reivindica Educo.
Desde campamentos tradicionales hasta tecnológicos ¿Cómo elegirlos?
El abanico de campamentos es amplio, los hay tradicionales, con tiendas de campaña en plena naturaleza, o temáticos, deportivos, artísticos, de música, de idiomas, tecnológicos, de hípica o incluso militares.
El precio medio ronda los 400 euros cinco días si incluye alojamiento y los 1.000 euros si la duración es de diez o doce días.
«Pero no deberíamos forzar una independencia. Separarse de los padres no es un rito de paso obligatorio, es algo que debe surgir de forma natural», explica a EFE Tania García, que señala que dormir fuera de casa se ve «como un acto de autonomía» cuando «es una cuestión que no aporta absolutamente nada».
«No se trata de buscar retos ni de quedarse en su zona de confort, sino de crear entornos donde puedan explorar desde la seguridad», incide.
Pero no todos los campamentos son accesibles
En muchos casos, los colectivos con capacidades diferentes se ven marginados pese a que Educo recalca que la «inclusión de niños y niñas con diferentes capacidades es una herramienta que ayuda a convivir».
En este panorama surgen propuestas dirigidas a colectivos concretos, como es el caso de un campamento en Vigo, para escolares con altas capacidades de entre 5 y 14 años, que necesitan estímulos, desafíos y afinidad.
Otras entidades, como la Fundación Querer, organizan campamentos especializados de verano para cubrir las necesidades de los niños con trastornos neurológicos de lenguaje y aprendizaje, y organizaciones como la ONCE ofrece campamentos en inglés adaptados para alumnos con discapacidad visual.
Monitores bien formados
La mayoría de los monitores no están bien formados, incide Tania García: «Son adolescentes sin la corteza prefrontal desarrollada que se les pone en una posición injusta y peligrosa porque se les responsabiliza de cuidar a niños sin darles herramientas ni tener sus cerebros preparados».
Guiomar Todó incide en que los monitores, «además, deben saber detectar y prevenir cualquier tipo de abuso».