Carlos Alberto Fernández
Santiago de Compostela, 19 ago (EFE).- La única Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) con base en Galicia está en Laza (Ourense), lleva 20 años operativa y nunca antes se había enfrentado a los «megaincendios» que afectan este verano a la comunidad autónoma y que parecen tener «inteligencia».
Así lo explica en una entrevista con EFE uno de sus miembros, Cristóbal Medeiros, que desde febrero es también el secretario general del sindicato UGT en Galicia pero sigue ayudando a sus compañeros en la batalla contra el fuego, consciente de que «es la peor ola de incendios de la historia» en Galicia.
«Nunca hemos vivido nada igual y tampoco podía permitirme el abandonar a mis compañeros. No es que me necesiten a mí como tal, pero sí se necesita ayuda. Toda ayuda es poca y mira, soy uno más a trabajar y voy intentando compaginarlo», relata.
Las BRIF fueron creadas en el año 1992 tras los grandes incendios que sufrió España a finales de los ochenta y principios de los noventa, tal y como explica el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), del que dependen.
Son unidades especializadas que actúan como refuerzo de las comunidades autónomas en grandes incendios forestales como los que se han presentado en Galicia, especialmente en la provincia de Ourense. La BRIF de Laza se creó en 2004.
Las integran bomberos forestales, término que prefieren en lugar de brigadistas. «Estuvimos peleando muchísimo para conseguir que esa categoría profesional fuese reconocida en el catálogo nacional de ocupaciones», recuerda Medeiros.
La suya es ahora enfrentarse a incendios «muy complicados, peligrosos, cambiantes». Por ejemplo, del domingo al lunes tenían «más o menos» uno controlado y «saltó una pavesa a un kilómetro de distancia».
Aunque la RAE define las pavesas como una partecilla ligera que salta de una materia inflamada y acaba por convertirse en ceniza, las de estos incendios generan nuevos focos.
En este caso, explica el representante de la BRIF, «cruzó una carretera, un pueblo, un río y saltó a la ladera de enfrente, que no tenía incendio ni estaba en peligro».
Por eso, afirma Medeiros, «parece» que estos fuegos «tengan inteligencia» y se mueven hacia «donde les da la gana». Esa pavesa que menciona echó por tierra «todo el trabajo del día».
Aunque en Galicia, «tristemente, siempre» se han vivido años con olas de incendios, este bombero forestal incide en que esta vez se concentran en «megaincendios» que afectan a miles de hectáreas, capaces de generar «sus propios vientos y sus propias condiciones».
«Se van moviendo adonde les da la gana y no hay nada que hacer porque tienen llamas de veinte metros de altura y cuatro o cinco metros de ancho. No te puedes acercar por el calor, una línea de defensa es imposible porque son fuegos que han cruzado una autovía las veces que han querido. Los buldóceres que hacen pasadas y pasadas con cortafuegos y el incendio las cruza», señala con resignación.
Los atacan con mangueras y motobombas, pero tampoco así. «Lo único que estamos viendo que es algo efectivo es hacer el fuego técnico, el contrafuego, con el que vamos parando trocitos de incendio», advierte.
Y ni siquiera con eso, como sucedió con esa pavesa que se escapó al final de la noche en el incendio de Oímbra (Ourense) y que les obligó a cambiar de planes. Pasaron a defender la aldea de Retorta y los compañeros que entraban de noche, las de Pepín y Castrelo do Val, amenazadas por ese nuevo foco, porque la prioridad es «proteger a la población».
Han visto «casas quemadas, coches, fincas, viñas, todo arrasado», como en el valle de Monterrei. Un panorama «dantesco, una tragedia brutal», cuenta.
La BRIF Laza graba sus actuaciones para analizarlas en su propia formación pero también, cuando pueden, suben fragmentos a sus redes sociales para que «la sociedad vea» que existen y el trabajo que hacen. Les siguen miles de personas.
Medeiros recuerda que son «un medio estatal», del Miteco, pero, al contrario de lo que pasa con la UME, a la que «todo el mundo conoce», las BRIF eran más desconocidas, así que se valieron del impulso de internet para promocionarse. «Ya que no nos daban visibilidad, decidimos dárnosla nosotros mismos», confiesa.
La recompensa es el «cariño y apoyo» que les brinda la gente, algo que les «reconforta» en situaciones en que sienten «impotencia» y «rabia» por no poder «hacer más» ante el fuego.