Asunción, 21 ago (EFE).- A dos días del epílogo de los II Juegos Panamericanos Junior, los protagonistas han dejado marcas, su corta pero valiosa experiencia, el esfuerzo y sus conocimientos en la arena, pero también sufrieron con momentos insólitos y dejaron para el recuerdo emotivas frases, tanto en los triunfos como en las derrotas.
El ciclista argentino Mateo Kalejman sintió tocar el cielo al verse ganador de la medalla de oro en la prueba de contrarreloj en ruta con un tiempo de 47 minutos, 38 segundos y 82 centésimas, pero luego acusó un golpe brutal, apenas comparable con la caída de su bicicleta, al ser notificado de su descalificación horas después.
¿La razón?
Insólita. Una supuesta irregularidad en el sillín de su bicicleta. Así, el primer oro argentino de los Juegos quedó invalidado y pasó al cuello del colombiano Samuel Flórez.
«Una vergüenza total», expresó Kalejman con visible frustración.
La transferencia del triunfo tampoco dejó muy feliz a Flórez, quien no ahorró palabras para reconocer la superioridad de su colega argentino. «¿Cómo me van a dar el oro a mí si me ha sacado un minuto y 31 segundos?», cuestionó el colombiano.
Sin oro, Kalejman también quedó de momento sin visado para los Juegos Panamericanos de Lima 2027.
Emociones compartidas
«El sacrificio es mío, el esfuerzo es mío, pero todos forman parte porque me ayudan a seguir adelante», expresó tras ganar la medalla de oro el taekwondista argentino Ignacio Espínola.
El especialista de la división de hasta 58 kilos es familiar de Camau, múltiple medallista argentino en Juegos Olímpicos, y pupilo de Sebastián Crismanich, campeón en Londres 2012.
Pese a sus antecedentes, Espínola conmovió por su humildad al reconocer que su éxito no es solo un logro individual, pero garantiza que él es el principal responsable.
De Asunción salieron conocidas como ‘las Gemelas Maravilla’. Las clavadistas mexicanas Mía y Lía Cueva, de tan solo 14 años, se coronaron el 17 de agosto en la final de trampolín tres metros sincronizado.
Las Cueva miraron por el retrovisor a sus rivales de Estados Unidos (plata) y Brasil (bronce).
Dos días después, a Mía Cueva Lobato se le escapó el segundo oro y su hermana Lía tuvo que conformarse con el bronce desde el mismo trampolín de 3 metros, pero en la prueba individual.
Lía ha admitido el liderazgo de su hermana hasta el punto que emociona con las sensaciones que transmite cuando la ve preparando el salto.
“Yo siento muy bonito cuando ella se sube al trampolín, que esté ahí, que esté cumpliendo sus metas y que siga así, cumpliendo todo lo que se proponga. Nos corregimos nuestro clavado y nos decimos ‘aprieta más las piernas’, y con mis papás rezamos mucho porque sin ellos esto no sería posible”, dijo Lía a periodistas.
Al margen del talento y la capacidad, la historia de las Cueva Lobato es única en el deporte. Las gemelas son, en realidad, trillizas, pues con Mila y Lía llegó a este mundo Suri, quien también compite en la disciplina de los clavados.
Y las tres sueñan con llevar a México a la consagración en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.