Madrid, 23 jul (EFE).- Aunque en ocasiones se utilizan ambos términos como sinónimos porque suponen la llegada de fuertes precipitaciones, en realidad no lo son: de acuerdo con la información facilitada a EFE por fuentes meteorológicas, todas las danas son en el fondo vaguadas pero no todas las vaguadas son danas.
Una vaguada es una especie de lengua de aire frío, una zona de bajas presiones que está conectada con la circulación atmosférica y suele desplazarse hacia el este: al ubicarse entre dos anticiclones facilita la descarga de precipitaciones porque el aire que contiene es más cálido y húmedo que el de sus zonas vecinas.
Mientras tanto, el mismo acrónimo de dana indica que se trata de una depresión aislada en niveles altos: es decir, un fenómeno más localizado, que se desprende de la circulación atmosférica general y permanece casi estático, por lo que las tormentas y lluvias generadas son más fuertes y delimitadas.
La vaguada se va deshaciendo a medida que se desplaza hacia el este, mientras que la dana puede ir en cualquier dirección en función de la presión de la masa de aire predominante y sólo empieza a disiparse cuando alcanza la misma temperatura que el aire que la rodea.
Los meteorólogos adoptaron el término «dana» para sustituir al tradicional de «gota fría», que era como se denominaba hace años este mismo fenómeno atmosférico, con objeto de evitar la alarma ciudadana que provocaba: paradójicamente, la dana asociada a las catastróficas inundaciones de Valencia en otoño del año pasado le ha conferido un carácter similar, a nivel popular.
La gota fría ha sido históricamente un fenómeno frecuente a finales del verano y comienzo del otoño en el área peninsular mediterránea, pero no sólo en esta región, y así lo demuestran las catástrofes documentadas desde hace siglos, como en septiembre de 1517 en Valencia, en junio de 1796 en Burgos o en octubre de 1879 en Murcia, entre otras.