David de Miranda suma una nueva puerta grande en Almería

El diestro David de Miranda tras la lidia a su primer toro, durante la segunda de abono de la Feria de Almería celebrada este jueves en la plaza de toros de la localidad andaluza. EFE/Carlos Barba

Álvaro Rodríguez del Moral

Almería, 28 ago (EFE).- El festejo estrella de la feria de la Virgen del Mar de Almería, marcado por la ausencia de Morante de la Puebla, acabó saldándose a favor de su sustituto, el diestro onubense David de Miranda, que volvió a descerrajar una puerta grande que se une a sus sonados triunfos en Sevilla, Huelva o Málaga.

El cartel lo abría el malagueño Fortes, aterrizado en Almería en medio de una temporada de reafirmación profesional y artística pero que tuvo que pechar en primer lugar con un espantoso toro de El Vellosino –el hierro que había impuesto Morante para su frustrada vuelta- que no cantaba en sus horribles hechuras –bastísimo, alto de cruz, sin cuello- su noblón comportamiento posterior.

El diestro malagueño, que había escogido un terno rosa palo y oro en memoria de Manolete -nadie reparó en guardar un minuto de silencio en el aniversario de su cogida mortal- acertó a torearlo con temple y empaque, especialmente en su comprometido toreo al natural y los sabrosos muletazos cambiados finales. Una fea estocada baja que asomó –necesitó el refrendo de tres descabellos- no fue la mejor firma para su labor

El cuarto, de Álvaro Núñez, tampoco tuvo buena fachada. Fortes se puso a torearlo de muleta, hincado de rodillas, sin mayores preámbulos. Le costaba empujar al toro pero el malagueño le hizo las cosas con sincera y exquisita hondura y belleza hasta que el animal, completamente derrengado, le obligó a desistir.

Juan Ortega había estrenado el capote de paseo orlado con la Virgen del Mar que había recogido por la mañana en el Ayuntamiento de la ciudad como reconocimiento a su condición de triunfador del año anterior. Trazó cuatro o cinco lances de los suyos aunque la condición abanta del animal, que iba y venía suelto tras cada embroque, impidió redondear el tercio.

El diestro sevillano abrió con unos torerísimos ayudados rodilla en tierra y se puso a torear en redondo en una labor reunida pero condicionada por la embestida rebrincada –de puro flojo- de un astado de mejores intenciones que finales con el que Ortega siempre mantuvo la compostura aunque el espadazo, contrario, necesitó el refrendo de dos descabellos.

El quinto, otro zambombo de El Vellosino que apenas se tenía en pie, fue devuelto a los corrales por el palco en el segundo tercio. Lo sustituyó un terciado y deslucido sobrero de Álvaro Núñez que acabó masacrado en el caballo. Era un auténtico regalo y Ortega lo echó abajo sin contemplaciones.

El tercero iba a dar guerra en el peto para quedarse sin picar. Miranda, impávido, se lo pasó por la barriga en unas ceñidísimas saltilleras pero el toro iba a acusar la falta de castigo en el segundo tercio. Al diestro de Trigueros no le importó y se hincó de rodillas para formarle un lío por naturales antes de que el astado cantara su condición de manso descomponiendo el asunto.

El esfuerzo y la entrega del torero choquero, que se siente tan cómodo metido en el terreno del toro y llegaba espoleado por su resonante triunfo de Málaga, iba a calar con fuerza en el amable público de Almería, que premió con dos aclamadas orejas su disposición a pesar del feo espadazo con el que culminó su labor.

El sexto iba a ser otro espantoso ejemplar de El Vellosino que abrió demasiados interrogantes. ¿Qué necesidad había de cambiar los anunciados toros de El Parralejo por semejantes galafates? Miranda volvió a tirar de su encomiable entrega desde los estatuarios iniciales hasta las manoletinas finales para soslayar los defectos de su bruta embestida y redondear el triunfo.

FICHA DEL FESTEJO

Se lidiaron tres toros de El Vellosino (primero y sexto) y otros cuatro de Álvaro Núñez (segundo, tercero, cuarto y el sobrero que hizo quinto) desigualmente presentados y de espantosas hechuras los de la divisa charra. El primero resultó noblón; potable pero blando el segundo; manso el tercero; desinflado el cuarto; intoreable el quinto y deslucido el sexto.

Fortes, de rosa palo y oro, ovación tras aviso y ovación.

Juan Ortega, de visón y oro, ovación y silencio.

David de Miranda, de borgoña y oro, dos orejas y oreja.

La plaza registró menos de tres cuartos de entrada en tarde noche agradable.