Madrid, 3 jun (EFE).- La historia de la humanidad puede contarse a través de las aves. Concretamente, de diez. El naturalista y escritor británico Stephen Moss publica en español ‘Diez aves que cambiaron el mundo’ (Ed. Salamandra), una obra que, advierte, trata tanto de los pájaros como de los seres humanos.
Desde las palomas mensajeras que trasladaron mensajes decisivos durante la II Guerra Mundial hasta el cormorán guanay, cuyo guano contribuyó a consolidar la actual forma de cultivar la tierra, cada pájaro seleccionado por el autor cumplió su papel en la evolución de la humanidad.
«Lo que me fascina de las aves es su vínculo con los seres humanos», asegura Moss a EFE desde la campiña inglesa. «Es un libro sobre nosotros. Cuando nos metemos con la naturaleza, ella nos devuelve el desorden. Este mensaje creció en mí a medida que escribía».
Entre unas 11.000 especies existentes, Moss escogió aves «muy obvias» y otras que, descubrió, tenían «grandes historias».
Entraron en la primera selección el cuervo -«quería un pájaro que representara la mitología»-, la paloma, el águila calva, el cormorán guanay, los pinzones de Darwin y el gorrión molinero. Luego, tras investigaciones propias y de colegas, se unieron el pavo, la garceta nívea, el pingüino emperador y el dodo.
El capítulo del dodo es significativo por hablar de un ave «convertida en el emblema de la extinción», escribe Moss en su libro.
Descubierto en 1598 por una expedición holandesa llegada a Mauricio, en torno a 1662 pudieron morir los últimos ejemplares. Los animales domésticos de los europeos, como el cerdo, acabaron con los huevos y polluelos de un ave que anidaba en el suelo.
Mao y los gorriones
Pero el epígrafe más emotivo del libro es el dedicado al gorrión y su papel en la historia de China, donde fue señalado por Mao Zedong como una plaga que se comía las semillas y amenazaba las cosechas.
El furor por exterminar a los gorriones fue tal que se habla de 800.000 pajarillos muertos en solo dos días en la ciudad de Pekín. Pero la ausencia de gorriones llevó a una proliferación de insectos que, entonces sí, dañaron las cosechas, lo que condujo a la gran hambruna, con entre 15 y 55 millones de muertos entre 1959 y 1961.
Lo que hace especial esta historia es que Moss conoció personalmente en Londres a Esther Cheo Ying, una mujer que perteneció al Ejército Rojo chino y que se rebeló contra la orden de matar gorriones: «¡A la mierda el presidente Mao!», dijo, según relata al escritor.
«La conocí por casualidad. Era una mujer increíble y tenía una historia fantástica que nunca se había contado», señala Moss.
Otras historias son las del pavo y su viaje de América a Europa y vuelta, ya domesticado; de los pinzones de Darwin, a los que falsamente se atribuyó un papel decisivo en las teorías del padre de la evolución; y de la garceta nívea, diezmada en el siglo XIX por el uso de sus plumas para los sombreros de las damas, lo que dio origen a la primera ley de preservación de las aves marinas en 1869.
El divulgador británico, autor de más de treinta libros, analiza el uso del águila calva como «símbolo de supremacía nacionalista» por parte de Donald Trump. Y cierra el libro con un lamento por el pingüino emperador, cuyo ciclo vital «corre el riesgo de desmoronarse» debido al cambio climático en la Antártida.
Un evangelista
Históricamente, la gente solo observaba las aves «para matarlas y comérselas, por alguna creencia mítica o religiosa o por un uso práctico, como saber si era el momento de cosechar».
Pero luego llegaron los estudiosos como Moss, que lo que desea con sus charlas y obras es «convertir» a la gente para la causa de los pájaros.
«Utilizo ese término deliberadamente», comenta. «Me siento como un evangelista».
«Veo ardillas una vez al mes. Quizá alguna vez me cruce con un ciervo. Podría pasarme un mes entero montando en bici sin encontrar un solo mamífero. Mariposas, solo en verano. Pero veo pájaros todos los días del año. La observación de aves es lo más masivamente popular de la vida silvestre», asegura.