De la piel al museo: Marsella se rinde ante el arte del tatuaje y su poder identitario

El artista iraní Alireza Shojaian explica la iconografía de su obra 'El demonio blanco y el árbol en llamas' (2024) que representa la vulnerabilidad masculina en contraste con el imaginario de virilidad que han despertado de los tatuajes en los hombres, obra que forma parte de la nueva exposición 'Tatuaje. Historias del Mediterráneo' que abre hoy en el centro Vieille Charité de Marsella. El arte del tatuaje, tradicionalmente denostado por estar asociado a las clases más bajas y pueblos aborígenes, pasa de la piel a la galería en una exposición de Museos de Marsella que propone redescubrir el poder identitario de esta práctica y su relación con la historia del arte. EFE/Val Torres

Marsella (Francia), 17 may (EFE).- El arte del tatuaje, tradicionalmente denostado por estar asociado a las clases más bajas y pueblos aborígenes, pasa de la piel a la galería en una exposición de Museos de Marsella que propone redescubrir el poder identitario de esta práctica y su relación con la historia del arte.

Históricamente ligada a los tatuajes por su esencia multicultural, Marsella acoge desde hoy hasta el próximo 28 de septiembre esta exhibición en la Vieille Charité, un antiguo hospicio del siglo XVII que desde los años 90 es un centro de intercambio cultural y labor social.

La muestra recibe el nombre de ‘Tatuaje. Historias del Mediterráneo’ y cuenta con 275 obras, objetos y fotografías que proceden del sur de Europa, del Magreb y del Mediterráneo oriental, algunas de estas piezas cedidas por grandes museos como el Louvre, el Rijksmuseum van Oudheden o el Arqueológico Nacional de Madrid.

A través de tres diferentes espacios del histórico edificio, los tatuajes se conciben como obras de arte en sí mismas y como inspiración para los artistas contemporáneos, explicitando su poder reivindicativo del propio cuerpo en movimientos sociales como el feminismo, el antiimperialismo o el anticolonialismo.

“Se habla mucho de la historia global del arte. Empleamos esta perspectiva de trabajo para mostrar las interconexiones y diálogos culturales (…) a las orillas del Mediterráneo y todos los territorios con los que están conectados”, explicó el director de Museos de Marsella y comisario general de la exposición, Nicolas Misery, durante la presentación a los medios.

El recorrido, que comienza con una fotografía a gran escala de un hombre con la frase en español ‘Sólo se vive una vez’ tatuada en su pecho y obra de Yohanne Lamoulère, presenta en orden cronológico la historia de los tatuajes y su origen en el Antiguo Egipto: “Nadie se imagina que sea una tradición tan antigua”, bromeó Misery.

África y el tatuaje

Vista de la pintura de Constantin Jean Marie Prévost, 'El tatuaje del marinero' (1830), que demuestra el valor histórico de los tatuajes como práctica cultural y de pertenencia en diferentes comunidades a lo largo del tiempo, según muestra la nueva exposición en el centro Vieille Charité de Marsella. El arte del tatuaje, tradicionalmente denostado por estar asociado a las clases más bajas y pueblos aborígenes, pasa de la piel a la galería en una exposición de Museos de Marsella que propone redescubrir el poder identitario de esta práctica y su relación con la historia del arte. EFE/Val Torres

Ya en el siglo pasado, los tatuajes influenciaron el arte contemporáneo en el norte de África, cuya cultura encuentra en el marcaje dérmico permanente una seña de identidad con funciones rituales, estéticas e, incluso, medicinales.

La muestra dedica un gran espacio a la contribución artística de la diáspora africana, con fotografías de Lazhar Mansouri y Thérèse Rivière, así como con obras contemporáneas de Yohanne Lamoulère, Anne van der Stegen, y los argelinos Denis Martinez y Samta Benyahia, ambos presentes en el adelanto a la prensa.

Durante la colonización europea, la tradición de los tatuajes en los pueblos colonizados llevó a muchos occidentales a retomar el discurso católico de la pureza del cuerpo para calificar de “salvajes” estas prácticas y despreciar los tatuajes, que hoy siguen estando mal vistos por gran parte de la población.

 Sin embargo, para los pueblos del Magreb, el marcaje de la piel tiene un valor identitario de “pertenencia a una familia”, que comparten con el de “realidad de clase” que presentan los de comunidades occidentales con pocos recursos que comenzaron a interesarse por esta técnica en el siglo XX.

El tatuaje como discurso político

Un visitante fotografía la obra del artista argelino Denis Martinez, parte de la exposición 'Tatuaje. Historias del Mediterráneo' que se podrá visitar desde hoy en el centro cultural Vieille Charité en el corazón de Marsella y que tiene un espacio dedicado al arte contemporáneo del magreb influenciado por esta práctica. El arte del tatuaje, tradicionalmente denostado por estar asociado a las clases más bajas y pueblos aborígenes, pasa de la piel a la galería en una exposición de Museos de Marsella que propone redescubrir el poder identitario de esta práctica y su relación con la historia del arte. EFE/Val Torres

El carácter popular de los tatuajes ha contribuido a su relación con los movimientos sociales. El feminismo emplea el marcaje permanente como discurso de reapropiación del cuerpo de la mujer y de rebelión contra el patriarcado, algo reflejado con obras de Gaëlle Matata y Clovis Trouille.

Por su parte, el imaginario de virilidad y fuerza que evocan los tatuajes en un cuerpo masculino se retrata en las pinturas del artista iraní Alireza Shojaian, que presenta cuerpos musculosos y tatuados que contrastan con una actitud vulnerable y frágil como reivindicación de otro tipo de masculinidad.

“El arte del tatuaje declara la liberación de nuestro cuerpo”, aseguró el propio artista durante la presentación a los medios.