Del laboratorio al campo: Galicia recupera sus cultivos autóctonos

Vista de la Misión Biolóxica de Galicia, Pontevedra. Desplazadas y olvidadas por cultivos más productivos, variedades autóctonas de hortofrutícolas, legumbres y cereales están regresando al campo gallego de la mano de bancos de semillas que las preservan hace décadas y empresas que apuestan por recuperar los sabores y aromas de antes. Este centro del CSIC tiene en su sede de Pontevedra uno de los dos bancos de germoplasma gallegos, que almacena en cámaras frigoríficas a cuatro grados miles de variedades vegetales, la mayoría autóctonas.- EFE/ Paula Fernández

Paula Fernández

Pontevedra, 7 oct (EFE).- Desplazadas y olvidadas por cultivos más productivos, variedades autóctonas de hortofrutícolas, legumbres y cereales están regresando al campo gallego de la mano de bancos de semillas que las preservan hace décadas y empresas que apuestan por recuperar los sabores y aromas de antes.

El rico patrimonio vegetal de Galicia fue perdiendo terreno frente a variedades foráneas o híbridas enfocadas a maximizar la producción, con una cosecha más uniforme y fácil de mecanizar.

Décadas después, muchos agricultores están optando por volver a las variedades locales.

«Se han dado cuenta de que usar siempre las mismas dos o tres variedades comerciales no es lo más indicado. Se le dio mucho valor a tener mucha producción de semilla pero ahora hay otros aspectos que cobran importancia como mejor sabor, otro color o una cualidad nutritiva diferente», explica a EFE Paula Rodiño, investigadora del grupo de Biología de Agrosistemas de la Misión Biolóxica de Galicia.

Este centro del CSIC tiene en su sede de Pontevedra uno de los dos bancos de germoplasma gallegos, que almacena en cámaras frigoríficas a cuatro grados miles de variedades vegetales, la mayoría autóctonas.

El banco guarda más de 1.500 variedades de leguminosas, principalmente judía pero también guisante, garbanzo y altramuz, y más de 600 de coles, la mayoría de Galicia, de donde son muy característicos los grelos, la nabiza y el nabicol.

También tiene más de 300 de maíz en grano, dulce y para palomitas, más de un centenar gallegas; unos 50 genotipos de vid de Galicia y Asturias, y unas 20 variedades autóctonas de olivo centenario gallego.

Sus investigadores, que empezaron a recolectar semillas y plantas en los años 70 y 80, trabajan para preservar, estudiar y mejorar genéticamente las variedades locales, más heterogéneas y que permiten tener cultivos más resistentes y adaptados al clima gallego.

«Como nosotros queremos mejorar nuestros cultivos para que sean resistentes a plagas y enfermedades para que tengan más rendimiento, necesitamos buscar esa variabilidad, y el mejor sitio para buscarla es en las variedades locales», cuenta Pilar Soengas, científica titular del grupo de brásicas (coles).

Evitar su desaparición

Vista de la Misión Biolóxica de Galicia, Pontevedra. Desplazadas y olvidadas por cultivos más productivos, variedades autóctonas de hortofrutícolas, legumbres y cereales están regresando al campo gallego de la mano de bancos de semillas que las preservan hace décadas y empresas que apuestan por recuperar los sabores y aromas de antes. Este centro del CSIC tiene en su sede de Pontevedra uno de los dos bancos de germoplasma gallegos, que almacena en cámaras frigoríficas a cuatro grados miles de variedades vegetales, la mayoría autóctonas.- EFE/ Paula Fernández

El trabajo de los bancos de germoplasma ha evitado la desaparición de variedades autóctonas.

«Cuando yo empecé, en 1987, muchas variedades de vid estaban a punto de desaparecer», recuerda Carmen Martínez, científica responsable de viticultura, olivo y rosa, que señala que «las denominaciones de origen que se fueron creando pudieron incorporar algunas de estas variedades gracias a nuestro trabajo de descripción, recuperación y conservación».

El vino y el aceite son mercados «muy competitivos» y utilizar variedades «únicas» ofrece una gran ventaja, dice Martínez.

Por ello, a estos investigadores acuden agricultores, cooperativas, empresas y restaurantes en busca de semillas y tienen en marcha proyectos de investigación con el sector productivo.

«Si tú desarrollas un producto de mayor valor añadido, igual no te importa tanto que no sea productivo», asegura la jefa del grupo de maíces, Rosana Malvar.

En Galicia hay un ejemplo claro con el maíz destinado a hacer harina para pan o empanadas, ya que las variedades autóctonas tienen un sabor que la población demanda.

Esa demanda se refleja en proyectos con empresas como la cadena de panaderías Acuña, que quería «una harina que sepa como antes», cuenta Malvar, que añade que esta singularidad puede ayudar incluso a fijar población en la zona.

Apuesta por la comercialización

Vista de la Misión Biolóxica de Galicia, Pontevedra. Desplazadas y olvidadas por cultivos más productivos, variedades autóctonas de hortofrutícolas, legumbres y cereales están regresando al campo gallego de la mano de bancos de semillas que las preservan hace décadas y empresas que apuestan por recuperar los sabores y aromas de antes. Este centro del CSIC tiene en su sede de Pontevedra uno de los dos bancos de germoplasma gallegos, que almacena en cámaras frigoríficas a cuatro grados miles de variedades vegetales, la mayoría autóctonas.- EFE/ Paula Fernández

Hasta hace cuatro años no había ninguna empresa gallega que impulsase la comercialización de variedades locales, un hueco que decidió llenar Sementares.

«Hay una apuesta en la distribución alimentaria de Galicia por estas variedades tradicionales, porque el consumidor se ha dado cuenta de que cada vez se aprecia más un tomate que tenga un aroma y sabor, en vez de uno que se mantuviera semanas en el lineal», asegura a EFE el director técnico de Sementares, Fernando Almeida.

El catálogo de esta empresa incluye semillas certificadas de trigo, maíz, judía, pimiento, tomate, grelos o berza, entre otras.

En un mundo cada vez más globalizado, el pequeño agricultor tiene «casi imposible» competir en precio con los grandes productores, defiende Almeida, por lo que el nicho de mercado que les queda es dar un valor añadido: «diferenciarse desde la materia prima».

La preferencia por la producción local y de proximidad también es otro motor de las variedades autóctonas, y no solo en productos como las hortalizas.

Ejemplo de ello es la colaboración que tiene Sementares con Estrella Galicia para impulsar el cultivo de cebada maltera en A Limia, destinado a producir una cerveza 100 % gallega.