Del retorno de Puigdemont a la investidura de Illa: efectos del 8 de agosto más frenético

El expresidente catalán Carles Puigdemont interviene en el acto de bienvenida en el que miles de independentistas se congregan en el paseo Lluís Companys de Barcelona, junto al Parlament, ahora hace un año. EFE/ Alberto Estevez

Roger Mateos

Barcelona, 7 ago (EFE).- Este viernes se cumple un año de una de las jornadas más frenéticas e inverosímiles de la historia reciente de la política catalana: el día en que Carles Puigdemont regresó a Cataluña pese al riesgo de ser detenido, dio un discurso ante sus fieles y se esfumó, mientras Salvador Illa era investido president.

¿Qué consecuencias tuvo aquella jornada? ¿Hasta qué punto se han cumplido las expectativas que entonces albergaban sus protagonistas?

Regreso efímero, huida en secreto y enojo en los Mossos

Eran las 08:57 horas del día 8 cuando Puigdemont -flanqueado por sus lugartenientes de JxCat- irrumpió entre vítores en el paseo Lluís Companys de Barcelona, donde más de 3.000 simpatizantes lo agasajaron en su arriesgado retorno, tras siete años huido en Bélgica y con una orden de detención vigente.

Los Mossos lo esperaban en los aledaños, pero, tras pronunciar un brevísimo discurso, Puigdemont se metió de incógnito en un coche y burló la vigilancia policial, sin intentar acceder -como había prometido- al debate de investidura en el Parlament.

Pese a que los Mossos activaron el dispositivo ‘Jaula’ para atraparlo y desplegaron 600 efectivos, Puigdemont se refugió primero en un piso y, pasadas las once de la noche, logró cruzar la frontera en coche, acompañado por Jordi Turull, por una carretera secundaria, en Maçanet de Cabrenys (Girona).

Tres agentes de los Mossos -a quienes ya se les ha levantado la suspensión de empleo y sueldo- fueron acusados de facilitar la huida de Puigdemont, y la juez que los investiga por un delito contra la administración pública ha prorrogado la causa -que finalizaba este agosto- por un periodo de seis meses.

Perplejidad de (casi) todos en el Parlament

Después de que Puigdemont se volatilizara tras su breve discurso frente al Arco de Triunfo, en el Parlament arrancó a las 10:00 horas el debate de investidura, en un clima de estupor e incertidumbre, incluso en las filas de Junts, la gran mayoría de cuyos dirigentes desconocían por completo los planes de fuga de su líder.

Para añadir dramatismo a la mañana, el vicepresidente primero de la Mesa del Parlament y diputado del PSC, David Pérez, sufrió un problema cardíaco y tuvo que ser hospitalizado de urgencia, por lo que su voto -crucial para investir a Illa- tuvo que ser delegado.

Aunque circularon rumores de que Puigdemont había podido colarse en las dependencias del Parlament y en cualquier momento irrumpiría en el salón de plenos, todo era una maniobra de distracción: Illa fue investido con los votos de PSC, ERC y Comuns, mientras el líder de Junts burlaba a los Mossos y provocaba el enojo del entonces jefe de la policía catalana, Eduard Sallent.

Las últimas cartas de Puigdemont

Un año más tarde, y después de que el Tribunal Constitucional (TC) haya avalado la ley de amnistía, Puigdemont sigue esperando a que se den las condiciones para poder volver sin riesgo.

El pasado julio, presentó un recurso de amparo ante el TC para pedir que se le aplique la amnistía que le denegó el Tribunal Supremo y se suspenda de forma cautelarísima la orden de detención.

En las filas de Junts, las esperanzas de un retorno a corto plazo están depositadas en estas medidas cautelarísimas solicitadas al TC y en lo que dictamine el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que debe pronunciarse sobre la amnistía a raíz de las cuestiones prejudiciales que varios jueces y tribunales le han elevado, para saber si el perdón del delito de malversación -que imputan a Puigdemont- tiene encaje en la legislación europea.

TC y TJUE son las dos cartas que le quedan. «O le permiten volver entre finales de año y principios de 2026, o ya difícilmente lo conseguiremos», apuntan fuentes de la dirección de Junts consultadas por EFE, que advierten de que, si Puigdemont no puede beneficiarse de la amnistía, la actual legislatura española perderá su sentido.

La reunión pendiente del president

Puigdemont sigue sin poder cumplir su objetivo de volver -debe delegar su voto como diputado del Parlament-, pero es crucial para la gobernabilidad en España y puede condicionar al Gobierno de Pedro Sánchez en el Congreso.

Mientras tanto, Illa apuesta por devolver la «normalidad» institucional a Cataluña tras los inestables años del ‘procés’, aunque, al carecer el PSC de mayoría absoluta, depende de sus socios de investidura, ERC y Comuns.

Un episodio de «normalización» política por parte de Illa consistió en recibir, uno por uno, a sus predecesores en el Palau de la Generalitat -incluido Jordi Pujol-, pero todavía no ha habido un encuentro con Puigdemont. «La relación entre ambos es prácticamente inexistente», aseguran fuentes socialistas.

Queda por saber qué papel político querrá jugar Puigdemont -ahora presidente de Junts y diputado del Parlament- si finalmente consigue volver a Cataluña.