Múnich (Alemania), 31 may (EFE).- El Inter de Milan recibió un castigo demasiado duro. Cayó claramente ante el PSG (5-0) y dejó escapar su segunda final de Liga de Campeones en tres años de la manera más dolorosa, en una temporada en la que soñó con el triplete y en la que se quedó a las puertas de todo. Pero el fracaso es otra cosa.
El fracaso es caer y no levantarte. Este Inter, después de soñar despierto en Estambul, de competir de tú a tú ante el temible Manchester City de Pep Guardiola, arrasó en Italia para ganar un ‘Scudetto’ tremendo. Y solo dos años después, en un Liga de Campeones reformada, volvió a escuchar el mágico himno de la competición en la final. Eso, en realidad, es un éxito mayúsculo.
Pocas veces en su historia el Inter ha tenido un equipo tan competitivo. Y eso que es un proyecto que, por presupuesto, por plantilla, por su elevadísima media de edad, no está obligado a tener que estar peleando por todos los títulos más allá de la presión que se pone cada jugador de hacerlo por el simple hecho de portar esa camiseta.
Pero la realidad es que lo ha hecho. Excepto en la final, donde no pudo hacer nada. Dejó escapar el ‘Scudetto’ en la última jornada, cayó en semifinales de Copa Italia y perdió en la final de Múnich.
Ha maravillado a Europa pese a no haber podido tocar metal en Europa. Su historia es preciosa, su juego es divertido, es dañino, con la excepción de la final. Y su camino hasta el gran día, tumbando al Bayern de Múnich en cuartos apartándolo de la final en su casa, en el Allianz Arena; y resucitando en las semifinales ante el Barcelona, en una eliminatoria para la historia, pareció prometer un triunfo que Luis Enrique, de manera merecida, apabullante, pues nunca en la historia de la Liga de Campeones o Copa de Europa una final terminó con 5 goles de diferencia, se encargó de anular.
“Quizá sea para muchos de nosotros el último partido de cuartos de final. Quizá la última semifinal o la última final, quién sabe. Por eso intentamos dar ese esfuerzo extra en cada partido”, reflexionó en abril el armenio Henrik Mkhitaryan, centrocampista del Inter de Milán, antes de la eliminatoria ante el Bayern.
No es el único jugador titular que supera los 35 años. El Inter tiene una columna vertebral bastante envejecida en términos deportivos. No es algo que haya perjudicado al equipo. Todo lo contrario. Simone Inzaghi, entrenador de 49 años, ha siempre acostumbrado en sus equipos a apostar por la experiencia.
Sommer tiene 36; Acerbi tiene 37; y Darmian, que ha tenido protagonismo durante la lesión de Dumfries, tiene 35. Probablemente haya sido su última oportunidad de levantar un trofeo tan importante. Quién sabe también si de Inzaghi, al que le ronda la idea de aceptar una oferta de esas a las que pocos pueden decir que no hoy en día.
Está ante un momento de su historia clave el Inter. De recomposición. De transición a una nueva plantilla. Este proyecto, que en realidad no estuvo nunca obligado a ganar una ‘Champions’, sí que la mereció. No siempre vale merecer algo, y menos el fútbol. Pero las lágrimas de Lautaro, de Barella, de Thuram… demostraron lo mucho que ha peleado, que ha crecido, que ha mejorado y que ha soñado este equipo que, esta temporada, recibió demasiado castigo.
Tomás Frutos