Desminar el Líbano es diferente esta vez

Varios desminadores trabajan para limpiar un terreno agrícola de los remanentes de un almacén de armas perteneciente al grupo chií libanés Hizbulá que fue bombardeado por Israel durante la guerra del pasado año. EFE/Edgar Gutiérrez

Aadchit (Líbano), 3 jun (EFE).- Varios desminadores trabajan para limpiar un terreno agrícola de los remanentes de un almacén de armas perteneciente al grupo chií libanés Hizbulá que fue bombardeado por Israel durante la guerra del pasado año, un nuevo tipo de contaminación de artefactos sin explotar muy diferente al dejado por conflictos anteriores.

Es uno de alrededor de una docena de depósitos de munición alcanzados en la localidad de Aadchit, en el sur del Líbano, donde expertos de la organización Grupo de Asesoramiento sobre Minas (MAG, en inglés) pasean ahora sus detectores manuales ayudados de excavadoras blindadas capaces de mover la tierra afectada.

«Un montón de almacenes de munición fueron bombardeados durante el conflicto. Como resultado, muchos objetos salieron expulsados de estos almacenes y se propagaron por el suelo, presentando un riesgo para la población», explica a EFE el director de MAG en el Líbano, Sylvain Lefort.

Un nuevo tipo

Es un tipo de contaminación diferente a las minas antipersona sembradas por las milicias durante la guerra civil finalizada en 1990 o a las millones de bombas de racimo lanzadas por Israel durante su anterior conflicto con Hizbulá en 2006, por lo que los equipos de la ONG tuvieron que ser «reentrenados».

Replegados a una zona más septentrional durante la guerra y habiendo tenido que suspender del todo las operaciones durante su pico entre los pasados septiembre y noviembre, también se prepararon para lidiar con otros escenarios como el fósforo blanco, con el que nunca habían lidiado pese a que ya fuera utilizado antes contra el Líbano.

«En base al contexto de 2006, sabíamos que en el momento que se declarase el alto el fuego todos los desplazados internos, que eran como más de un millón de personas, volverían al sur. Así que este era el riesgo inmediato, tener a toda esta gente volviendo al sur expuesta a nueva contaminación», relata Lefort.

Seis meses después del cese de hostilidades, los desminadores se afanan por hallar el resto de artefactos sin explotar que se esparcen por el campo de Aadchit, donde antes había plantaciones de olivos, aguacates y plantas de tabaco, y en tres semanas de trabajo han podido detectar 114 municiones.

Las más grandes son entregadas al Ejército libanés, mientras que aquellas de menos de 82 mm son destruídas in situ por la propia organización. Hoy mismo, una colección de objetos dentro de ese calibre fue detonado en la localidad, elevando una columna de humo sobre la zona previamente evacuada.

Sekna Saleh vive a pocos metros de dónde trabajan los desminadores y su propio patio está marcado con piedras rojas, indicando que allí aparecieron artefactos.

«Tras el bombardeo, esta casa de aquí quedó completamente destruida, está recién renovada. Dos pisos, los olivos, la algarroba plantada en este terreno, todo quedó dañado (…) Nuestras pérdidas económicas fueron enormes y también perdimos a un joven durante la guerra», lamenta a EFE la vecina, de 40 años.

Concienciación

Están esperando a que MAG termine de retirar los artefactos sin detonar para poder volver a cultivar, su principal forma de sustento, comenta Saleh, mientras reconoce que muchos aquí habían retomado sus labores agrícolas ignorando el peligro y solo pararon cuando un hombre resultó herido por la explosión de un remanente.

El reciente conflicto estalló cuando al Líbano solo le quedaban unos 24 km² aún afectados por remanentes de guerras anteriores, por lo que la ONG estimaba que para 2030 iba a estar libre de esta lacra.

Habían pasado casi 17 años desde la última y toda una nueva generación se enfrenta ahora a un peligro que vuelve a estar lejos de desaparecer.

En una escuela técnica de Aadchit, decenas de adolescentes escuchan el discurso de los responsables de MAG que han venido a explicarles cómo actuar en caso de encontrarse un artefacto sin detonar, sus tipos y a quién llamar para dar la voz de alarma.

Viven en una localidad dónde más de 40 inmuebles fueron atacados y estudian en un instituto que resultó dañado por los misiles israelíes. El supervisor del centro Sadeq Mohammad Rihan asegura que a su regreso tras el alto el fuego incluso encontraron restos de metralla y otros remanentes en el propio patio de la escuela.

«En la aldea donde vivo hay 40 casas bombardeadas por los aviones, de modo que por supuesto hay remanentes de guerra. Por eso teníamos que proporcionar concienciación a los niños, porque son de los pueblos del vecindario y algunos fueron testigos de una guerra por primera vez», concluyó Rihan.

Noemí Jabois