Diez años de los Acuerdos de Minsk con la paz lejos del alcance de rusos y ucranianos

Foto archivo. La canciller alemana, Angela Merkel (c), el presidente francés, François Hollande (i), y su homólogo ucraniano, Petró Poroshenko (d), ofrecen una rueda de prensa en la Cancillería de Berlín, Alemania, hoy, 24 de agosto de 2015. Merkel y Hollande reiteraron hoy la vigencia del acuerdo de Minsk como única vía para estabilizar el este de Ucrania y que cesen los combates en la zona. EFE/Kay Nietfeld

Moscú, 12 feb (EFE).- Los Acuerdos de Minsk, el primer intento de pacificar Ucrania, cumplen hoy diez años con la paz aún lejos del alcance de rusos y ucranianos en vísperas de unas nuevas negociaciones, esta vez con la mediación de Estados Unidos.

“Sea cual sea el nuevo proceso de arreglo, no será una continuación o el sucesor del formato Minsk-2”, dijo Boris Grizlov, embajador ruso en Bielorrusia, a la agencia TASS.

El documento, fruto de unas negociaciones que arrancaron el 11 de febrero de 2014, logró frenar las acciones militares a gran escala hasta 2022, pero sólo aplazó sine die la solución del conflicto.

Participaron en las negociaciones en la capital bielorrusa los presidentes ruso, Vladímir Putin, y ucraniano, Petró Poroshenko, y los líderes de Alemania, Angela Merkel, y Francia, Francoise Hollande.

Antecedente de la operación militar especial

Foto archivo. El presidente ucraniano, Petró Poroshenko (d), conversa con el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, durante una rueda de prensa conjunta en Kiev, Ucrania, hoy, 7 de julio de 2016. Kerry abordó hoy con Poroshenko el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk para el arreglo del conflicto en el este ucraniano, así como una serie de asuntos relativos a las relaciones bilaterales. EFE/ROMAN PILIPEY

Las milicias prorrusas del Donbás se sublevaron contra Kiev a mediados de abril de 2014, apenas unas semanas después de que Rusia se anexionara ilegalmente la península de Crimea.

Aunque el ejército ucraniano estaba muy mal equipado, consiguió recuperar terreno a mediados de ese año hasta que sufrió una primera y dolorosa derrota en agosto en Ilovaisk, según Kiev y Occidente, a manos de fuerzas irregulares rusas.

De hecho, los Acuerdos de Minsk se firmaron después de que las brigadas motorizadas rusas infligieran en enero-febrero grandes bajas a los ucranianos en la Batalla de Debáltsevo, donde miles de soldados murieron, resultaron heridos o fueron hechos prisioneros.

Mientras el presidente ruso, Vladímir Putin, lo negó insistentemente -también hizo lo mismo en Crimea y después lo admitió-, opositores, activistas y las cancillerías occidentales acusaron a Rusia de invadir el país vecino con tropas sin distintivos.

La prensa independiente informó profusamente en su momento sobre los entierros casi clandestinos de soldados rusos caídos en el Donbás.

Todos los expertos coinciden en que las milicias prorrusas no hubieran podido derrotar por sí solas a las Fuerzas Armadas ucranianas sin refuerzos rusos.

Ucrania gana tiempo

Los trece puntos incluidos en los Acuerdos de Minsk nunca se aplicaron. Especialmente, los que aludían expresamente a la celebración de elecciones en los territorios controlados por los prorrusos en virtud de la legislación nacional, la descentralización del Estado ucraniano y la concesión del autogobierno, y el restablecimiento del control ucraniano sobre la frontera con Rusia.

Ucrania sí aprobó una ley sobre un estatus especial para los distritos prorrusos de Donetsk y Lugansk, pero el documento fue rechazado por los separatistas y por Moscú.

Sea como sea, Poroshenko logró garantizar la integridad territorial de Ucrania, aunque las zonas rebeldes fueron desde entonces auténticos agujeros negros fuera del control de Kiev, que, no obstante, mantuvo los pagos sociales.

El gobierno ucraniano, consciente de que su ejército no estaba preparado para una guerra a gran escala y a largo plazo, ganó tiempo con la firma de los acuerdos.

Los combates nunca cesaron en el Donbás, aunque las cifras de víctimas se redujeron notablemente hasta que en 2021, un año antes de la intervención rusa, únicamente murieron unas pocas decenas de civiles.

Desde entonces, con la inestimable ayuda de los países de la OTAN, Kiev ha logrado formar un ejército moderno, que ha resistido durante casi tres años las embestidas de la máquina de guerra rusa.

Putin no quiere un segundo Minsk

Putin acusa a los líderes occidentales de que al firmar el documento no buscaban la paz y acabar con la discriminación de los rusoparlantes, sino que únicamente querían ayudar a Ucrania a reagruparse.

“Nos tomaron el pelo”, ha repetido indignado hasta la saciedad en los últimos años.

Ahora, según Grizlov, embajador y antiguo presidente de la Duma rusa, las negociaciones serán completamente diferentes, tras acusar a la OTAN y la Unión Europea de agudizar la crisis.

En su opinión, el diálogo entre Rusia y lo que llama Moscú ‘Occidente colectivo’ debe centrarse en solucionar los problemas ‘críticos’ en materia de seguridad internacional, estabilidad estratégica y control de armamento surgidos desde 2014.

“El formato de Minsk hace mucho que ya no existe”, y también parafraseó a Putin al asegurar que es fundamental asegurarse de la legitimidad de todos los participantes, en clara referencia a que, según Moscú, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, no tiene derecho a seguir en el poder y por tanto a estampar su firma en un tratado de paz.

Rusia mantiene que, si se hubieran aplicado los acuerdos, Ucrania sería hoy un país soberano y neutral, y no un Estado que ha perdido el 20 % de su territorio.

Rusia “hizo grandes concesiones y todo lo posible para conservar la integridad territorial de Ucrania, aunque para las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk no fue una decisión fácil”, dijo hoy Konstantín Kosachov, vicepresidente del Senado ruso, en Telegram.