València, 1 jul (EFE).- Dos bodas simultáneas, de dos parejas de gais y lesbianas, celebradas en un casal valenciano durante la visita del papa Benedicto XVI como una «reivindicación» de la diversidad y los derechos LGTBI: el casamiento de Sergi con José y de Luisa con Núria fue «un David contra Goliat» en toda regla.
Cuando se han cumplido 20 años de la aprobación del matrimonio igualitarios, algunas de las primeras personas que se beneficiaron de esta ley en la Comunitat Valenciana recuerdan con alegría lo que supuso conseguir ese derecho para el colectivo aunque ahora temen que hay que luchar por no perderlo ante el retroceso que vive la sociedad.
Así lo cuentan a EFE, el concejal de Compromís en València Sergi Campillo, y su marido, el exactivista de Lambda José de Lamo, y la también edil de la coalición Luisa Notario, que hicieron coincidir su boda doble con la visita del papa Benedicto XVI a la ciudad como una «reivindicación» de que existía un tipo de familia diferente a la que defendía la Iglesia.
Todos los derechos, no solo migajas

«Fue un momento muy especial porque para las personas que estábamos en el activismo era la principal reivindicación que hacíamos. No nos queríamos conformar con migajas, queríamos el pastel completo, todos los derechos. Fue muy importante que llegara un Gobierno que asumiera nuestras reivindicaciones y muy especial para mí, que era coordinadora general del Lambda, y pude vivirlo en primera persona en el Congreso», explica Notario.
Recuerda que su boda «se produjo en circunstancias muy especiales», en plena «oleada reaccionaria del PP y de la de la Iglesia católica», que decidieron celebrar el V Encuentro Mundial de la Familia en València, con la presencia del papa Benedicto XVI.
«Decidimos casarnos el mismo día y a la misma hora que el papa estaba en València. Era un David contra Goliat, pero fue nuestra boda y fue muy interesante por el interés mediático que aquello supuso. Plateábamos con aquella boda que la diversidad familiar existe, que no solamente hay un modelo de familia en esta sociedad», cuenta.
Ahora es concejala del Ayuntamiento de València y oficia bodas, algo que «jamás hubiera imaginado hace 20 años» y que, asegura, «es una de las cosas más bonitas» que hace como concejala. En el caso de parejas del mismo sexo «tiene una connotación más especial».
Los derechos igual que se conquistan se pueden perder
Para Sergi Campillo, el momento de aprobación del matrimonio igualitario fue «muy emocionante», especialmente al pensar que el colectivo LGTBi «iba a la cárcel hasta hace no tanto»: conseguir la igualdad legal y poder casarse con sus parejas fue «un acto de afirmación y de entrada a la ciudadanía de pleno derecho».
«Fue un momento histórico emocionante y dimos una lección al mundo de que un país del sur de Europa, de tradición católica, podía también estar al frente de los derechos civiles y ser referente a nivel internacional», rememora Campillo.
También recuerda que hicieron coincidir la boda con la visita de «un papa ultra conservador», al que el PP de València y la Comunitat le ponía «la alfombra roja «de una manera desmedida», con un «mensaje muy excluyente de que solo había un modelo de familia».
La doble boda coincidió con la misa principal del Encuentro, para «mostrar al mundo que la ciudad no era la que quería mostrar el PP sino abierta, rica, tolerante y, sobre todo, que se enorgullecía de su diversidad».
Como responsable político que ahora celebra bodas, Campillo asegura que es «una gran satisfacción ver la alegría de las parejas» y cuando es una pareja de chicos o de chicas, se acuerda de su matrimonio y «de lo que significó».
«Les deseo siempre que sean muy felices y que no olviden que los derechos igual que se conquistan se pueden perder. Y desgraciadamente vivimos una ola ultrarreaccionaria a nivel internacional», afirma y agrega que los derechos «pueden ir hacia atrás» y los de las mujeres y del colectivo LGTBI son los primeros eliminados cuando la ultraderecha llega al poder.
Un espaldarazo para salir del armario
Su marido, José, asegura que su matrimonio «fue un sueño hecho realidad» porque «se habían conseguido derechos», se daba «visibilidad al colectivo LGTBI» y «se legitimaban» sus familias con personas del mismo sexo. «Para muchas personas individualmente era un espaldarazo para salir del armario», sostiene.
Sobre su matrimonio relata que el PP les fue denegando todos los lugares que elegían para celebrarlo, desde unos jardines hasta un instituto, que les negaron sólo «tres días antes».
Querían mostrar al mundo que las parejas de chicos y chicas se podían casar como «un acto de reivindicación» pero también era una celebración familiar y querían buscar «un sitio bonito».
Finalmente, gracias a un amigo fallero consiguieron un casal y celebraron las dos bodas a la vez para «enseñar al mundo, como ocurrió, porque tuvo una repercusión mundial, que eran posibles las bodas entre chicos y entre chicas».
«Hace 20 años, antes de conseguir el matrimonio igualitario, luchábamos por conseguir derechos y conquistarlos y hemos avanzado mucho, pero desgraciadamente ahora estamos en un momento en el que estamos retrocediendo. Creo que la máxima diferencia entre aquel momento y este es que ahora perdemos derechos; la situación es de resistir, no de reinvidicar», concluye.