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Dos orejas de escaso peso y una asentada tarde sin premio de Pablo Aguado en la Maestranza

El diestro David de Miranda con el trofeo conseguido al primero de su lote durante la Feria de San Miguel que se celebra hoy viernes en la plaza de toros La Maestranza, en Sevilla. EFE / Julio Muñoz.

Paco Aguado

El diestro Pablo Aguado en su faena durante la Feria de San Miguel que se celebra hoy viernes en la plaza de toros La Maestranza, en Sevilla. EFE / Julio Muñoz.

Sevilla, 26 sep (EFE).- La primera corrida de la feria sevillana de San Miguel, que cumple su 150 aniversario, se saldó hoy con sendas orejas de escaso peso para Juan Ortega y David de Miranda, aunque la actuación más asentada y torera de la tarde corrió a cargo de Pablo Aguado, que, paradójicamente, fue el único que se fue de vacío de la Maestranza.

El diestro Juan Ortega en su faena durante la Feria de San Miguel que se celebra hoy viernes en la plaza de toros La Maestranza de Sevilla. EFE/Julio Muñoz

Aunque le cupo en suerte el lote de menos opciones, el sevillano se mostró siempre asentado y templado lo mismo con el primero de su lote, un sobrero parado y sin entrega alguna de 606 kilos, que con el que cerró plaza, que no regaló las escasas embestidas que dio a su muleta.

Si con el voluminoso burraco resolvió Aguado dándole ventajas con la muleta retrasada y con medios pases en línea, como correspondía a su condición, con el último de la tarde se aplicó con suavidad y reposo ya desde que lo saludó con buenos, pero forzosamente cortos, lances a la verónica.

Eso fue justo antes de que la banda se arrancara a tocar en homenaje a Salvador Núñez, el gran picador gaditano que esta tarde se despedía de los ruedos tras una carrera ejemplar y de que, apretando en banderillas, el de Victoriano del Río derribara y prendiera al ‘tercero’ Sánchez Araújo.

Llegó así el toro al último tercio parado y reservón, defecto que Aguado superó con sabia pausa y mucha firmeza, sin atosigarle pero sin dar un paso atrás, para sacarle muletazos suelto de gusto y trazo templado así como un excelente final de ayudados por alto y adornos, en una medida faena que un pinchazo previo a la estocada dejó sin premio.

Sí que lo hubo para sus dos compañeros de cartel, Juan Ortega y David de Miranda, aunque fueran trofeos de poco peso específico, tanto por el nivel de sus trasteos como por los dos defectuosos espadazos con que los remataron, en una tarde de generoso talante en el público y en la presidencia.

La primera de las orejas fue para De Miranda, que entró en el cartel como sustituto de José María Manzanares y, como tarjeta de presentación, replicó un buen quite por chicuelinas de Aguado con unas ajustadísimas saltilleras que comenzaron a pesar para el corte del trofeo.

No fue bravo ese segundo de la tarde, sino que acudió siempre sin celo y con la cara alta a los cites del onubense, lo que, viendo como además se iba reduciendo su recorrido, le llevó a meterse en la corta distancia para, muy cerca de los pitones, sacar medios pases con gran quietud, confiado en la que fue la única virtud del encogido animal: la nobleza. Y esa forzada emoción fue el detonante de la primera petición de oreja de la tarde.

Y aún tuvo opción de provocarla con el quinto, un fino ejemplar con el hierro de Toros de Cortés, ante cuyas fuertes y exigentes arrancadas ya no estuvo tan firme De Miranda, al que faltó pulso y gobierno para imponerse, por mucho que nunca volviera la cara.

Esas mismas carencias tuvo la faena de Juan Ortega al otro toro encastado de la corrida, un cuarto que pareció venirse abajo en banderillas pero que al toque del clarín para el cambio de tercio se vino tan arriba que ni siquiera dejó al sevillano brindar su muerte al público con un mínimo de tranquilidad.

No paró de repetir el de Victoriano del Río a la muleta de Ortega, con una notable transmisión e imponiendo siempre el ritmo de unos muletazos a los que, colocado muchas veces el torero en la pala del pitón, faltó un mayor mando y les sobraron demasiadas pausas.

Aun con cierta compostura, faltó una apuesta real en la faena de Ortega por mucho que se le premiara con una de las dos orejas que el toro le ofreció, una vez que el escurrido y desrazado ejemplar que abrió plaza ni pasó ni se empleó mínimamente.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Victoriano del Río (2º y 5º con el hierro de Toros de Cortés), de los que el tercero se lidió como sobrero tras partirse un pitón de salida el titular. Corrida dispar de presentación y cuajo, aunque seria y armónicamente armada, que tuvo un juego desrazado en su mayoría, con toros de poca entrega y celo, salvo cuarto y quinto, de encastada exigencia.

Juan Ortega, de azul turquesa y oro: estocada caída (silencio); estocada caída (oreja con leve petición de la segunda).

David de Miranda, de salmón y oro, que sustituía a José María Manzanares: estocada caída (oreja); estocada caída (ovación).

Pablo Aguado, de corinto y azabache: estocada (silencio), pinchazo y estocada trasera (ovación).

Entre las cuadrillas, Iván García destacó con capote y banderillas. Por su parte, el banderillero Sánchez Araújo fue atendido, según el parte médico, de una «cornada de 10 centímetros en el borde medial del muslo izquierdo, con trayectoria ascendente, dislacerando musculatura de vaso interno, sin lesiones asociadas de vasos. Pronóstico menos grave».

El picador Salvador Núñez, para el que sonó la música, se despidió de la profesión tras picar al sexto de la tarde.

Tras finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de la subdirectora de la banda del Maestro Tejera, María del Mar Tristán, recientemente fallecida.

Primera corrida de la feria de San Miguel, con cartel de «no hay billetes» (unos 12.000 espectadores), en tarde calurosa.