Madrid, 22 ago (EFE).- Con la ampliación de permisos por nacimiento y cuidados aprobada por el Gobierno los padres y madres de hijos con discapacidad tienen dos semanas extra. «Un alivio, aunque insuficiente», explican a EFE expertos en discapacidad y una de estas familias, porque sus hijos requieren cuidados más específicos que hacen aún más difícil la conciliación.
Estas dos semanas extras, una para cada progenitor, se suman a las 17 semanas que tienen los padres y madres con hijos sin discapacidad desde el pasado 31 de julio.
Como el resto de los progenitores, también podrán disfrutar de las nuevas dos semanas remuneradas de cuidados que podrán cogerse hasta que el hijo cumpla 8 años, y que se aplica para los nacidos a partir del 2 de agosto de 2024.
En el caso de las familias monoparentales, esas dos semanas extras por discapacidad en el permiso de nacimiento las disfrutará el único progenitor.
Reclaman más apoyo para padres con discapacidad
La responsable del Proyecto de Infancia de Plena Inclusión España, Inés Guerrero, explica a EFE que es «muy positivo» que se haya tenido en cuenta la discapacidad, aunque también cree que el decreto mediante el que el Gobierno amplía los permisos es mejorable.
Por ejemplo, en la ampliación de los permisos por nacimiento o adopción no se tiene en cuenta si los padres tienen discapacidad, solo la de los hijos.
Además cree que las medidas de conciliación deberían ser «más flexibles» para establecer los apoyos y la duración de los permisos según el nivel de discapacidad de los niños.
«Cuando se habla de menores con discapacidad hay que recordar que es un grupo muy heterogéneo y sería interesante haber incluido algún tipo de baremo en función de las necesidades de apoyo del menor: a mayor nivel de necesidades de apoyo o grado de dependencia adaptar esa duración».
Valora que el decreto amplíe la prestación económica en catorce días naturales de las semanas remuneradas de cuidados cuando alguno de los progenitores o los niños tengan una discapacidad en un grado igual o superior al 65 %, aunque opina que debería eliminarse ese tope para acceder a ese beneficio.
En ese caso, los padres tendrían que acudir a su puesto de trabajo, pero sí seguirían con ese ingreso extra catorce días más.
«El porcentaje de discapacidad no es algo tan representativo como para que si tienes un 64 % no tengas derecho a esas mejoras económicas, es algo demasiado inflexible y siempre que el sistema de baremación fuese más acorde a la realidad de las personas, sería mucho más eficiente».
Para la experta en infancia y discapacidad, no hay duda en que la duración de los permisos para padres con discapacidad deberían ser mayores. «Los padres necesitan adquirir una serie de herramientas y apoyos para la crianza de sus hijos, aunque no tengan discapacidad».
En caso de que la tengan, cree necesario más permisos retribuidos para que los padres puedan asistir a la atención temprana de sus hijos, las sesiones de seguimiento médico u otros servicios que precisan por sus necesidades de apoyo.
«Se debería tener en cuenta que el número de contextos médicos y sociales con los que las familias de niños y niñas con discapacidad se tienen que relacionar es mayor, por desgracia, que el del resto de la población», recuerda la psicóloga.
La necesidad de apoyo específico de las personas con discapacidad se traduce en mayores gastos y limita las opciones de la familia a la hora de formarse, trabajar o disfrutar del ocio y de las relaciones sociales.
Sobrecoste económico y emocional
Matías y Natalia son una pareja que vive en La Roda (Albacete), padres de una niña prematura, Carlota, que tras darle el alta en el hospital se encuentra en un servicio de atención temprana.
A esos recursos de atención temprana se derivan niños con discapacidad o con riesgo de padecer algún tipo de trastorno en su desarrollo.
En esa primera etapa, se va a evaluando su desarrollo y se dota de herramientas a los padres para acompañar y prestar el apoyo que necesitan sus hijos.
«Carlota nació en la semana 31 y pesó 1,450, por eso está en el protocolo de atención temprana», cuenta a EFE Matías, que acaba de llegar de una de las sesiones con su hija.
Van realizando a Carlota distintas pruebas para evaluar si presenta alteraciones o trastornos que pueden ser de tipo cognitivo, motriz, sensorial, emocional, del lenguaje o retrasos madurativos, entre otros. Eso significa una dedicación mayor para los progenitores.
«Es más duro, tienes más miedo, tu hijo es más vulnerable, los biberones se los damos de una determinada forma, cuando la trajimos del hospital pesaba dos kilos y estaría en la semana de gestación 36, aún le quedarían cuatro semanas en la barriga de mamá», explica Matías, que ve cómo se van acabando las semanas de los permisos de paternidad, se acerca el tiempo de reincorporarse al trabajo y queda por delante un largo periodo de consultas y pruebas médicas.
Pocas guarderías y campamentos adaptados
Los hogares con miembros con discapacidad tienen más dificultades en el acceso a los recursos básicos para el desarrollo de su vida económica y social.
«Estas familias soportan un sobrecoste por el hecho de cubrir esas necesidades de apoyo extra; además está demostrado que se enfrentan a más tasas de soledad no deseadas, suelen tener más dificultades para la inserción sociolaboral porque en muchos casos, sobre todo en las primeras etapas de la vida, tienen que compaginar los cuidados con el entorno laboral y es algo complejo», explica Guerrero.
Muchos recursos, como guarderías, campamentos o actividades de ocio, no están preparados para niños con discapacidad.
«Los padres intentan llevar a su hijo o hija a la escuela infantil de referencia del barrio, pero si tiene muchísimas necesidades de apoyo, pues normalmente te dicen que no pueden afrontar esas necesidades», lo mismo ocurre con las actividades extraescolares durante la etapa escolar o en vacaciones.