Educadora reivindica la enseñanza sin pantallas y en contacto con la naturaleza

La filóloga y educadora madrileña Cristina Estébanez en una entrevista con EFE. EFE/ Nicole Vargas.

Madrid, 28 sep (EFE).- Educar a los niños lejos de las pantallas y en contacto directo con la naturaleza mientras aprenden sobre clásicos literarios es la propuesta de la filóloga y educadora madrileña Cristina Estébanez, que acaba de publicar una guía para profesores y padres “comprometidos con la enseñanza responsable».

“Muchos profesores intentamos reivindicar esta educación a través de la naturaleza y la literatura: no estamos en contra de las pantallas, pero queremos una alternativa para equilibrar y conseguir una educación humanística”, ha asegurado en una entrevista con EFE.

El libro, titulado “La escuela de la naturaleza” (Editorial Paidós) y dirigido a la educación infantil entre 7 y 10 años aunque es replicable en otras edades, explora en cinco capítulos una amplia variedad de ideas pedagógicas, juegos y actividades para realizar al aire libre con el objetivo de transformar “la enseñanza en una experiencia viva y estimulante” en la que el entorno natural es protagonista.

Escuelas milenarias

“La escuela de las pantallas nos roba espacio y tiempo”, afirma Estebánez, que propone “volver a las escuelas milenarias” con ejercicios como la observación de huellas y el registro de especies naturales en el entorno natural con el objetivo de lograr generaciones «más sanas».

“Muchas veces buscamos planes alternativos para los niños, pero la naturaleza es un plan creado por ella misma para que los niños descubran, observen y se conozcan a sí mismos”, enfatiza la autora, que ha recopilado investigaciones científicas para enriquecer el texto y emplea sus conocimientos como educadora planteando estrategias que permitan unir ambas disciplinas para que los profesores puedan aplicar las actividades en su clase.

“Estamos en un momento en el que tenemos que dar marcha atrás a la introducción masiva de pantallas porque tiene un impacto medioambiental”, más allá de los problemas cognitivos que, según alertan estudios recientes, se producen en el cerebro humano con su abuso.

Clásicos al rescate

Como apoyo a su enfoque, la autora cita algunas obras clásicas que pueden utilizarse en las aulas, incluyendo ‘Alicia en el país de las maravillas’ de Lewis Carroll, para hablar del tiempo y la importancia de hacer las cosas con tranquilidad, o el mito griego de ‘Filemón y Baucis’ recogido por Ovidio para explicar el amor.

Otros capítulos incluyen los relatos de Rudyard Kipling y su «arte de ver y contar la naturaleza», la capacidad de exploración del mundo descrita por Selma Lagerlöf en ‘El maravilloso viaje de Nils Holgersson’ o los beneficios de «mirar hacia las estrellas desde el centro del mundo y sentir la conexión natural» como sucede en ‘El Principito’ de Antoine de Saint-Exupéry.

«Padres y profesores tienen en sus manos una gran responsabilidad en la formación de las siguientes generaciones» y ello incluye «contagiar no sólo sonrisas» sino cualidades como la creatividad y la fascinación por el descubrimiento del mundo.

Cruzada educativa 

Doctora en filología por la Universidad Complutense de Madrid y magíster en formación de profesores por la Sapienza Università de Roma, Estébanez también ha dado clases en otros centros universitarios de España, Alemania y Estados Unidos.

Su carrera profesional le ha llevado a “reivindicar el equilibrio en la educación” no sólo con un regreso al entorno natural sino con ayuda de personajes literarios para describir la importancia de valores como el tiempo, el respeto y la amabilidad.

El libro es su tercera obra publicada pero la primera en la que incluye su propia experiencia como estudiante y admiradora de la naturaleza: «cuando era niña recibí una formación vinculada con el medioambiente, con clases y ejercicios al aire libre, que luego afiancé al mudarme a Florida (EEUU)» donde tuvo oportunidad de ver una fauna que no conocía y fenómenos meteorológicos extremos como los huracanes.

“Vivimos cada vez más ‘asfaltados’ y perdemos la noción de que es la naturaleza quien nos permite estar aquí sin pedir ningún alquiler a cambio…, debemos cuidarla y mantenerla”, concluye.