Santiago de Compostela, 27 sep (EFE).- Las llamas de la mayor oleada de incendios de la historia de Galicia están apagadas, aunque los medios siguen posicionados en zonas con peligro de reproducirse, tras un verano en el que fue imposible «llegar a todas partes» y en el que tuvieron que ejecutar maniobras en condiciones «muy extremas» que comprometían la propia seguridad.
Así lo relata a EFE en una entrevista el agente de la Unidad de Directores de Extinción de la Xunta (UDEX) Xosé Bieito Rodríguez, que cuenta que en zonas de Ourense como Larouco el fuego fue un «auténtico volcán».
«Este incendio llegó a tener más de 3 kilómetros por hora de velocidad de propagación. Llegó casi a los 50.000 kilovatios por metro de intensidad y tuvo una tasa de aumento de superficie afectada de 1.700 hectáreas por hora durante 6 horas consecutivas», explica.
Son intensidades para las que no hay medios para hacerles frente, «ni aquí ni en Estados Unidos, ni en Australia, ni en Canadá, ni en ninguna otra parte del mundo», asegura el agente forestal, que recuerda que los incendios que devastaron Los Ángeles en enero de 2025 dejaron una treintena de muertos.
En Galicia no se han registrado víctimas mortales, si bien hay todavía brigadistas hospitalizados por quemaduras, y Rodríguez pone en valor el trabajo del dispositivo de extinción.
«No estamos del todo contentos. Se nos quemaron varias casas, pero nos tenemos que preguntar cuántas hemos salvado. Hemos ayudado a proteger más de 400 núcleos de población, a que no hubiera víctimas mortales. Hemos salvado miles y miles de hectáreas agrarias y de monte», señala.
También recuerda que se realizaron maniobras en zonas de difícil acceso, entre 1.500 y 1.800 metros de altitud, y anticiparon la quema de 1.000 hectáreas de superficie para evitar que el fuego avanzase y amenazase las poblaciones.
La dispersión de la población en Galicia, donde se contabilizan más de 30.000 núcleos, muchos de acceso complicado o abandonados, es uno de los factores de que sea una comunidad tan castigada por el fuego.
A él se suman otros, relatados por el agente forestal, como la alta disponibilidad del combustible favorecida por las condiciones bioclimáticas que hacen crecer la vegetación muy rápido y la secan en el verano, o la elevada probabilidad de que los fuegos se reproduzcan debido a los suelos graníticos y arenosos, que favorecen que se mantenga la combustión en el subsuelo.
También la simultaneidad, con más de mil incendios en agosto en Galicia, una región en la que las poblaciones rurales usan mucho el fuego para gestionar el medio rural, por ejemplo para quemar matorral, pero no siempre lo hacen en las condiciones óptimas que eviten que después se propague.
El cambio climático solo va a provocar que la situación se agrave. «Estamos condenados a sufrir estas circunstancias en el futuro en Galicia», alerta Rodríguez, que explica que en la UDEX ya están haciendo «gestión de las lecciones aprendidas»: «Ponerle números, letras e imágenes a lo que nos ha sucedido» para mejorar de cara al futuro.
Más formación y mejores equipamientos son medidas que se pueden tomar dentro de un dispositivo que el agente forestal ya define como «potente», pero el trabajo también debe extenderse a toda la población.
En ese sentido, insta a usar el fuego para quemas únicamente bajo las prescripciones indicadas por las autoridades, denunciar las sospechas de incendiarios, proteger las aldeas con franjas para eliminar el combustible alrededor de las casas y mejorar los accesos, y elegir materiales que aguanten bien el fuego cuando se construya una casa en el rural o se reforme.
De cara al verano, limpiar los tejados -las casas empiezan a arder por el tejado porque reciben las pavesas-, los canalones, guardar bien las leñas y no tener expuesto combustible fino como camas o alimento para ganado.
«Y ser conscientes de este problema, no nos olvidemos ahora que ya pasaron las cosas más graves», concluye.
Paula Fernández