Madrid, 16 jun (EFE).- La administración de opioides durante la estancia en una UCI no es en sí mismo un factor de riesgo para hacerse adicto, ya que los reciben el 48,3 % de los que ingresan en cuidados intensivos y apenas un 9 % los mantiene tras el alta; aunque un 8,6 % (la mayoría mujeres) acaba siendo consumidor crónico tres meses después.
Así lo revela el estudio Oceania (Opioids Consumption After Admission to Intensive Care) puesto en marcha por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) para analizar el uso que se da a estos fármacos en los Servicios de Medicina Intensiva y su vinculación con un consumo crónico posterior.
La comunidad científica está realmente preocupada por el consumo extrahospitalario de estos medicamentos, dirigidos principalmente a aliviar el dolor, como la morfina, la codeína, el fentanilo o la oxicodona, pero fácilmente adictivos.
Por ello, su dispensación, dosificación y cronificación son auténticos retos para toda la comunidad médica, y especialmente en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde los intensivistas atienden a diario a pacientes analgosedados.
SEMICYUC ha presentado en su Congreso en Valencia los resultados de este estudio -en el que han participado 1.782 pacientes de 25 Servicios de Medicina Intensiva de toda España- y concluye que tratar con estos medicamentos en UCI no es en sí mismo un factor de riesgo para el consumo crónico y que limitar su prescripción al alta contribuye a disminuirlo.
De los pacientes analizados en el estudio, cuya recogida de datos fue en 2023, el 48,3% recibieron opioides durante el ingreso en UCI; al alta de esta unidad, apenas un 9 % conservaba este tratamiento, el 8,2 % los mantuvo tras salir del hospital.
Sólo un 8,6 % de los que completaron el seguimiento fueron etiquetados como consumidores crónicos a los tres meses del alta.
El perfil, el de una mujer de entre 56 y 75 años que ya tomaba previamente opioides, que tuvo ventilación mecánica durante cuatro días, pasó una media de 11 en la UCI, fue tratada con fentanilo, midazolam y dexmedetomidina y dada de alta de la UCI y del hospital con el fármaco.
Los investigadores han confirmado que la neoplasia activa, el motivo de ingreso en UCI o la dosis total de opioides recibida durante el mismo no actúan como factores de riesgo en sí mismos, como tampoco el uso de sedantes en infusión continua, la realización de procedimientos quirúrgicos, la duración de la estancia en cuidados intensivos o el lugar de destino del paciente al alta hospitalaria.
También que consumir opiodes de manera crónica se asocia con peor calidad de vida auto-reportada por el paciente a los 3 meses y mayor prevalencia de dolor.
Por ello, en palabras de la doctora Sara Alcántara, del Grupo de Trabajo de Analgesia, Sedación y Delirium (GTSAD) de la sociedad científica, «es fundamental» que los intensivistas valoren de forma individualizada la idoneidad de mantener el tratamiento opioide al alta de la UCI.
«El cuestionamiento diario de si mi paciente necesita mantener el opioide debería pasar a ser parte de las rutinas de los servicios de Medicina Intensiva. El impacto que nuestras prácticas tienen en la calidad de vida de los pacientes es innegable y es nuestra obligación minimizar todas aquellas actuaciones que puedan mermar su calidad de vida futura», ha añadido.