‘El cabaret de los hombres perdidos’ retrata la sordidez y la libertad de la noche

Imagen de la obra teatral. Fotografía cedida por el Teatro Maravillas. EFE

Madrid, 8 oct (EFE).- El espectáculo ‘El cabaret de los hombres perdidos’ pone de relieve la buena salud de un género musical que se desarrolla en un local pequeño, algo sórdido, que palpita hasta altas horas de la madrugada con música, teatro y baile; con sus normas, sus lealtades y al que solo el amanecer pone coto.

«El cabaret tiene éxito porque nos atrae el morbo que hay detrás. Estamos involucionando en una sociedad que ha sido mucho más libre; el público necesita reconciliarse con este género para no perder libertad», explica el director Israel Reyes, durante la presentación.

El director canario se encarga también de la adaptación de la obra de Christian Simeón y Patrick Laviosa, que estará hasta el 23 de noviembre en el Teatro Maravillas de Madrid.

Reyes asegura que el lenguaje del cabaret «nos permite ser mucho más libres, tiene una parte furtiva e ilegal, y aquí el espectador se lleva doble ración», añade, no sin recordar que durante sus representaciones en Argentina algunas letras de las canciones eran más agresivas que las que se escucharán aquí, remarcando así el retroceso social.

Un espectáculo que ha obtenido muchos premios en Francia como el Molière a mejor espectáculo musical, también a mejor autor, o el Hugo a mejor temporada.

Hay música, ironía y un toque de realidad al poner el foco en la prostitución masculina, «una circunstancia que no está en el debate social, como sucede con las mujeres porque parece que el hombre puede elegir, y no, si está absorbido por una mafia», advierte Reyes.

Protagonizado por Cayetano Fernández, Leo Rivera, Supremme de Luxe y Armando Pita, a ‘El cabaret de los hombres perdidos’ llega un chaval que acaba de ser agredido en el barrio de Chueca por sus rasgos de inmigrante y por ser, supuestamente por estar por esa zona, homosexual.

En su huida se refugia en un local que está a punto de cerrar y en el que encuentra una nueva forma de vivir, en el que el Destino, un tatuador y Lullaby le escenificarán cómo puede ser su futuro.

El actor extremeño Cayetano Fernández es ese joven que corre para evitar los golpes, recuerda que participó en el montaje que se realizó de este texto hace diez años e indica que esta nueva versión ayuda al espectador a meterse más en el contexto, «porque rompe la cuarta pared y le hace por momentos partícipe» de lo que sucede.

Una obra -incide- que «no va sobre el mundo gay; tiene que ver con vender tu alma para conseguir algo y eso, de una manera o de otra, lo hemos hecho todos alguna vez».

El texto, argumenta su director, juega al metateatro, es un homenaje al cine y a la revista musical, con tres músicos de jazz en escena, en la que el protagonista tiene que decidir su futuro, porque no muere como en la obra original.

«Es una obra incómoda que refleja lo que está pasando en la calle, que tiene que ver con el comportamiento humano», continúa Reyes, que remarca que es un texto sin género que habla sobre dramas de personas.

Presenta «el código sexualizado del cabaret, los elementos oscuros, pero hay una luz hacia la salvación», concluye Reyes.