Celia Arcos
Madrid, 25 sep (EFE).- Lo primero que ve el ganadero Herminio Mangas cuando abre la puerta de su casa es un paisaje negro, asolado por los incendios que han calcinado este verano parte del país y provocado, en su caso, la muerte de una decena de sus animales, una sensación de «desgaste» de la que el campo ya buscan reconstruirse.
El caso de este ganadero de la provincia de Salamanca no es el único, ya que, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), hasta 35.400 hectáreas agrarias útiles en todo el país se han visto afectadas por los incendios de este verano.
En lo que va de año, Agroseguro ha estimado provisionalmente en 4 millones de euros la cuantía de las indemnizaciones por daños que los incendios han causado a explotaciones agropecuarias y forestales.
Mientras, el Gobierno tiene previsto sacar este jueves la consulta pública sobre dos nuevas ayudas directas a los agricultores y ganaderos afectados por el fuego. Además, España ha pedido la movilización de la reserva agrícola europea para ayudar a los productores afectados.
Una petición que emana directamente de las demandas del campo, que aparte de los efectos económicos, convive con un paisaje «negro» que le recuerda, día a día, las llamas que apenas hace un mes afectaron solo en agosto hasta 2.100 hectáreas de explotación, no de pastos, que en este caso podrían tener una dimensión superior.
«Salgo de casa y veo negro»
En Gejo de los Reyes (Salamanca) el fuego de agosto afectó a 630 hectáreas y acabó con la vida de hasta una decena de animales del ganadero Herminio Mangas, quien con resignación asume que «hay cosas que se han marchado», pero «hay que atender» lo que permanece.
«Salgo a la puerta de casa y lo veo todo negro», resume este ganadero para quien el impacto económico de las pérdidas por los incendios es «importante», aunque podría haber sido un «desastre» si el fuego hubiera llegado a más naves en las que guarda forraje.
Olvidar el fuego es complicado, no sólo porque el paisaje recuerda las llamas que lo asolaron, sino porque la lista de animales que han fallecido por ello avanza aunque ya esté apagado: una vaca murió 15 días después del incendio por las quemaduras, al igual que un ternero, que falleció apenas hace una semana.
Mangas, que ya ha recibido ayuda económica de la Junta de Castilla y León, reconoce que para volver al trabajo hay que «echarle valor, no puedes decir que se acaba el mundo», recomienda este ganadero con la vista ya puesta en la «doble ración» que tiene que dar ahora al ganado.
«El fuego lo cambia todo radicalmente»
El de este verano es el tercer incendio que afecta a las colmenas del apicultor Tomás Fernández, también en Salamanca, quien vive la situación con «desgaste» tras haber perdido 300 colmenas de las 1.000 que tiene, de lo que espera reponerse en unos cuatro o cinco años.
Al igual que en el anterior caso, el daño que el fuego provocó en agosto reverbera en la actualidad: «Hay muchas colmenas que se han visto afectadas y en las que no han muerto pero se van morir por los daños que quedan del humo», un «palo duro» del que será complicado reponerse también por su impacto económico.
«¿Serán unos 45.000 euros?», se pregunta este apicultor en el cálculo del dinero que puede haber perdido tras el fuego, aunque el resultado no es exacto puesto que las colmenas «están bajando de precio», hecho que agrava un panorama en el que el fuego «lo ha cambiado radicalmente todo».
Para muchos apicultores, la sensación durante los incendios fue de «soledad», mientras que un mes después es de «abandono», lamenta el apicultor y vicepresidente de UCALE-COAG, Nacho Rodríguez, que alerta de que «muchos nos hemos quedado sin medio de vida» ante la falta de prevención y medios.
El paisaje negro que han dejado tras de sí los incendios, cubierto por los daños materiales y la sensación de soledad, se recupera, poco a poco, con la voluntad de reconstrucción de agricultores y ganaderos pese al desgaste y la oscuridad de un humo que todavía colea en sus explotaciones.