José María Rodríguez
Las Palmas de Gran Canaria, 18 jul (EFE).- El joven marroquí Abarrafía H., de 20 años, ha pasado 57 días en prisión porque su condición de inmigrante recién llegado en patera lo convertía en sospechoso de darse a la fuga, mientras se construía a su alrededor el relato de un crimen atroz que no cometió: el de haber intentado quemar viva a una menor canaria tras rociarla con líquido inflamable.
El propio juez que lo envió a prisión el 21 de julio tenía ya sus dudas respecto a que hubiera cometido tales hechos -así lo reconocía en el auto de reclusión preventiva-, pero la realidad es que solo la recuperación de la víctima, hospitalizada en Sevilla desde entonces, le ha librado de esa acusación. Su testimonio avala que ambos se vieron atrapados en un fuego fortuito y que él la ayudó a escapar.
El caso de la chica de 17 años que sufrió quemaduras graves en 50 por ciento del cuerpo la madrugada del 16 de julio en una infravivienda okupada del barrio de La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria, muy cerca de uno de los principales centro de primera acogida de migrantes de Canarias, ha sido uno de los sucesos más impactantes de este verano en España. Por eso ha sorprendido tanto su desenlace una vez que ha sido posible escuchar su protagonista principal: la menor.
Este es un relato en tres actos de cómo fue posible que un incendio que se ha revelado fortuito se presentara como un intento de un inmigrante irregular de asesinar de una forma especialmente cruel a una adolescente española vulnerable, que se había fugado de un centro de menores. Todo ello, en una España conmocionada esos días por los graves incidentes racistas ocurridos en Torres Pacheco.
Los datos sustanciales sobre el fuego y sus antecedentes están recogidos con detalle en los dos autos dictados hasta la fecha por el Juzgado de Violencia sobre la Infancia de Las Palmas de Gran Canaria: el de prisión (21 de julio) y el de libertad (16 de septiembre).
Primer acto: El contexto
A las 3:53 de la madrugada del 16 de julio unas cámaras graban a un hombre, primero, y a una mujer, después, tratando de abandonar un inmueble del que sale humo.
Ocho minutos más tarde, el 112 recibe la primera llamada de alerta, pero su autor no lo hace para pedir ayuda: quiere denunciar que «el moro ese» -Abarrafía H.- está en esa casa y que lo va «a reventar». «Solo al final de la llamada, menciona, de manera dubitativa, que ‘hay una chica quemada entera’, explica el juez en su primer auto.
Segundo acto: ¿ha sido él?
La menor fue llevada grave a la UCI del Hospital Doctor Negrín, desde donde días después la derivaron a Sevilla, al Hospital Virgen del Rocío, especializado en grandes quemados.
Abarrafía H. también fue hospitalizado, pero no tenía quemaduras, ni siquiera intoxicación por humo. La Policía lo detuvo en cuanto recibió el alta. Ya entonces él alegó que todo había sido un accidente, que estaban fumando y que tiraron unas colillas al suelo, lo que hizo que ardiera la basura que les rodeaba y, con ella, su colchón.
A esa hora, la menor quemada apenas ha podido articular unas palabras, que se volvieron en contra del joven marroquí. A ellas se refiere en su primer auto el juez cuando pide escuchar «al personal de la ambulancia a la que la víctima refirió que había sido el investigado el que le había causado las quemaduras prendiendo, se entiende, el colchón con un papel».
El juez Tomás Martín deja constancia de sus dudas desde el mismo auto de prisión. Primero, recela del testigo que llamó al 112, tras comprobar que está implicado en la persecución a la que un grupo de jóvenes españoles sometieron cinco días antes en La Isleta a varios migrantes magrebíes, que tuvieron que refugiarse en Comisaría.
Por las imágenes de los vídeos llega a la conclusión preliminar de que es «improbable» que la menor saliera sin ayuda del inmueble incendiado, cerrado con un muro y sin puertas practicables. «Si recibió asistencia para salir, la única persona que pudo prestársela fue Abarrafía H.», razona.
Aprecia además que en la misma grabación del 112 se escucha de fondo a Abarrafía H. decir «médico, ayuda».
Pero le entra otra duda: los informes médicos del hospital sostienen que la menor ha sido quemada con un líquido inflamable, algo que la Policía descarta desde el inicio.
En esas circunstancias, decide enviar a prisión al detenido hasta que la menor quemada pueda testificar. La razón jurídica en la que lo fundamenta es el riesgo de fuga, algo que justifica en la condición de inmigrante irregular sin domicilio ni arraigo de Abarrafía H., que había llegado a Lanzarote en patera solo mes y medio antes.
Tercer acto: habla la víctima, fue fortuito
Este martes, Abarrafía H. ha quedado en libertad, tras recibir el juez en vídeo el testimonio de la menor, interrogada por la Policía en hospital una vez que se ha recuperado lo suficiente como para declarar sobre lo ocurrido aquella noche.
El juez no solo retira la medida de prisión contra él, sino que reconoce que no hay base para acusarlo de homicidio ni de lesiones dolosas (ocasionados a propósito). Solo le prohíbe salir de Gran Canaria, a la espera de determinar si cometió o no una imprudencia.
Y todo ello, porque el testimonio de la menor muestra que el fuego se declaró de forma fortuita, de la misma manera que el detenido había relatado a la Policía, y confirma que el joven marroquí la había ayudado a salir del sitio donde se había quedado atrapada.
Además, el instructor ha recibido sendos informes de la Policía Nacional y los Bomberos de Las Palmas de Gran Canaria que rebaten lo que inicialmente habían conjeturado los médicos que atendieron a la menor: las lesiones pueden ser graves y extensas, pero no hay prueba alguna de que se rociara a la afectada con líquidos inflamables.
Abarrafía H. está en libertad, pero no faltan quienes le siguen señalando estos días como «monstruo» e, incluso, como asesino, a pesar de las razones expresadas por el Juzgado. En muchos casos, a través de las mismas cuentas y perfiles en redes sociales que intentaron que La Isleta siguiera la estela de Torre Pacheco.