Paco Aguado
Madrid, 27 may (EFE).- El diestro colombiano Juan de Castilla, que cambió una vuelta al ruedo por sendas heridas de pronóstico reservado, sacó hoy lo poco estimable que pudo verse ante una desigual corrida de Dolores Aguirre, que, en distintas versiones, desarrolló una generalizada y acusada mansedumbre.
Muy dispar de hechuras, alzadas, cabezas y cuajo, el encierro de la ganadera bilbaína se negó por completo a pelear con un mínimo de celo ante los hierros y las telas de los lidiadores, haciéndolo además de distintas formas: desde el que lo hizo rajándose y huyendo de la pelea al que se aplomó reservón, sin olvidar tampoco al que se afligió ante el esfuerzo, en otra muestra más de lesa total falta de bravura.
A pesar de tan negro panorama, Juan de Castilla salió decidido a sacar tajada de la tarde, en la única oportunidad en plaza grande que tiene hasta el momento, y como tal lo demostró en un valiente quite por gaoneras al que salió en segundo lugar, adelantando lo que llegaría ya en su turno siguiente.
Ese tercero fue un toro flacón y de feas hechuras que, como todos sus hermanos, se repuchó y se fue dolido del peto, para, una vez que lo sacó al tercio, irse directamente al pecho del colombiano a las primeras de cambio, sin obedecer el toque de la muleta. Con tremenda fuerza en su arreón, derribó al torero para después soltarle varios y muy secos gañafones que solo alcanzaron ligeramente el objetivo.
Herido en el muslo y en el pene, De Castilla cubrió su desgarrada taleguilla con unos recortados vaqueros para plantar cara al manso, que, atemperó su genio en cuanto la muleta le exigió por abajo, sin pasar de dar medias arrancadas sin celo ante el determinado empeño de su matador, al que el público reconoció esa entrega con una vuelta al ruedo tras una estocada de retardado efecto.
Y no hubo mucho más que resaltar, pues el mostrencón sexto se paró y se rajó al momento, y Fernando Robleño, que escuchó una ovación tras el paseíllo en el año de su despedida de los ruedos, salió del paso con oficio ante un basto primero que se dolió hasta que se fue a las tablas y no perdió mucho tiempo en pasaportar al cuarto, un toro que midió, se rebrincó y se frenó.
Damián Castaño, que ya es habitual en las mansadas de este hierro, se manejó habilidoso con el segundo, que también se encogió en la pelea, aunque pareció querer emplearse algo por el lado izquierdo, para luego mover sin mucho asiento al quinto, que, con un llamativo pelo melocotón y las mejores hechuras del sexteto, tomó los engaños con algo de empuje en una sola tanda por la derecha, antes de salirse dolido de las suertes.
FICHA DEL FESTEJO

Seis toros de Dolores Aguirre, de muy desigual presentación, de muy distintas alzadas y con toros sueltos de carnes junto a otros bastos o de más cuajo. Sin excepción, se comportaron con negada mansedumbre desde la salida, frente al caballo y en los engaños, rajándose, parándose y defendiéndose con bronquedad.
Fernando Robleño, de vainilla y oro: dos pinchazos y bajonazo (silencio); estocada caída y dos descabellos (algunos pitos).
Damián Castaño, de azul soraya y oro: estocada delantera desprendida atravesada (silencio); pinchazo y estocada desprendida (ovación).
Juan de Castilla, de grana y oro: estocada delantera (vuelta al ruedo tras petición de oreja); pinchazo y pinchazo hondo (silencio).
De Castilla pasó a la enfermería tras la muerte del tercero, para ser intervenido con anestesia local de sendas heridas, según el parte médico: “Una sobre la cresta iliaca posterior con una trayectoria hacia adelante de 15 cms, que rodea la cresta iliaca y alcanza la espina iliaca antero superior, y otra trayectoria superficial de 5 cms hacia la línea media; y otra herida en el pene con desgarro superficial”, ambas de pronóstico reservado.
Las cuadrillas de a pie se manejaron con efectividad general.
Decimo sexto festejo de abono de la feria de San Isidro, con algo más de tres cuartos del aforo cubierto (19.569 espectadores, según la empresa), en tarde calurosa.
