París, 6 oct (EFE).- El egipcio Jaled al Anani, reconocido egiptólogo y exministro de Turismo y Antigüedades de su país, quedó este lunes a un paso de ser elegido como nuevo director general de la Unesco, tras recibir en París la nominación del Consejo Ejecutivo de la agencia de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

En una votación realizada mediante escrutinio secreto, los miembros de este organismo -que constituye la principal instancia de toma de decisiones para el funcionamiento de la Unesco- se inclinaron por mayoría aplastante por Al Anani, que partía como favorito, frente a su único rival, el congoleño Firmin Edouard Matoko.
La decisión del Consejo Ejecutivo, que está formado por 58 integrantes que los Estados miembros eligen cada cuatro años, será propuesta a la Conferencia General en su próxima reunión en Samarcanda (Uzbekistán) -donde estarán representados todos los países-, para realizar una votación definitiva el 6 de noviembre.
La votación se saldó por 55 votos para Al Anani y dos para Matoko, con un miembro del Consejo ausente.
Al Anani queda así encaminado para tomar las riendas de la Unesco, ya que la Conferencia General nunca ha votado en contra de la propuesta del Consejo Ejecutivo para el puesto de director general.
Tras el anuncio de los resultados, Al Anani agradeció a quienes votaron por él y les prometió que su confianza es «un regalo» que nunca dará por sentado, y a quienes no lo hicieron les aseguró que trabajará «con todos los países» sin «agenda geográfica o cultural.
Al Anani era el único candidato externo de los tres que se habían presentado el pasado marzo, una lista que completaban la mexicana Gabriela Ramos Patiño, la subdirectora general de Ciencias Sociales y Humanas de la Unesco, que se retiró finalmente de la campaña este verano, y Matoko, de 69 años, subdirector general a cargo del Sector Prioridad África y de Relaciones Exteriores de la Unesco.
La historia de sus aspiraciones a liderar la Unesco empezó para Al Anani en 2022, cuando el ministro de Exteriores de Egipto le preguntó si aceptaría que su país le propusiera como candidato.
Pero su «flechazo» con este organismo, según sus propias palabras, había empezado mucho antes, en los años noventa, mientras estudiaba egiptología con el objetivo de convertirse en guía turístico, al comprender el rol unificador de la Unesco en los proyectos de conservación del patrimonio de su país.
Nacido en Giza en 1971, su candidatura venía avalada por la Unión Africana y la Liga de Estados Árabes, así como países como España, Brasil, Austria o Francia, que habían manifestado públicamente su apoyo.
«Soy prudente, yo soy investigador», afirmaba frente a quienes le señalaban como claro favorito para suceder a la francesa Audrey Azoulay.
Incidía también en que no llegaría a la Unesco con una «agenda cultural», ni como portavoz de los intereses africanos o árabes, sino para ganarse la confianza de todos los países miembros.
También de los que están fuera de la organización -como Israel, Estados Unidos o Nicaragua-, a los que buscará convencer con una visión despolitizada.
Bajo el lema «Unesco para el pueblo», la intensa campaña realizada por Al Anani para situarse como favorito -visitó 65 países, incluidos todos los que integran el Consejo Ejecutivo- defendió una organización más enfocada en las acciones concretas.
Eso incluirá, según había avanzado en encuentros con la prensa previos a la votación de este lunes, una estrategia de comunicación más acorde con el mandato real de la Unesco, sobre todo en temas como la educación, ya que considera que la gente suele limitarse a relacionar a la organización con la protección del patrimonio.
También buscará sinergias -dentro de la propia agencia y en el seno de la ONU, con organizaciones como Unicef-, especialmente en un contexto de reducción de los fondos disponibles por la salida estadounidense decidida por el Gobierno de Donald Trump, que se hará efectiva a partir de 2026.
La contribución estadounidense supone un 22 % del presupuesto regular de la Unesco, aunque solo el 8 % de su presupuesto total, que se nutre, además de las cuotas obligatorias de los miembros, de aportaciones voluntarias de países, entidades sociales y donantes.
Aumentar aún más las aportaciones voluntarias y, sobre todo, buscar más apoyos en el sector privado, que solo suponen un 8 % del presupuesto y es el área en el que ve más opciones de crecimiento, serán prioritarias para compensar la ausencia de Estados Unidos, que según él no implicará hacer una «limpieza», pero sí revisar las prioridades.
En cualquier caso, a partir de su más que probable elección el día 6 de noviembre en Samarcanda, Al Anani se dará un plazo de 100 días para encerrarse a conocer por dentro la organización y para dialogar con los países miembros.
Tras ese plazo, planea presentar una hoja de ruta para su mandato, que tendría una duración de cuatro años renovable en una ocasión.