Jerusalén, 24 sep (EFE).- «Nos han despojado de todo lo que define la vida humana». Así resume Omar Nashwan, un farmacéutico gazatí en sus redes sociales las «condiciones extremadamente primitivas» en las que viven él y su familia en Deir al Balah, una ciudad del centro de la Franja donde siguen cayendo bombas, pese a que el Ejército la ha calificado de «segura».
«Te escribo después de caminar dos horas para llegar al lugar más cercano con acceso a internet. Tengo la piel quemada y he perdido más de diez kilos en una semana. Mi cuerpo está exhausto y dolorido», cuenta Nashwan al resto de usuarios de la red social X.
Según una campaña abierta en una plataforma para hacer donaciones económicas, Omar Nashwan, hombre casado de 40 años que tiene cuatro hijos, poseía una farmacia y dos casas en el norte de Gaza, pero todo fue «destruido» por los «incesantes» bombardeos israelíes.
Él y su familia se han visto obligados a huir entre el norte y el sur de la Franja «más de 15 veces», añade la campaña de la plataforma chuffed.com, donde se apela a hacer donaciones para ayudar a Nashwan y su familia porque su situación económica es «desesperada» al haber quedado destruida su fuente de ingresos.
En su cuenta de X, el farmacéutico cuenta su vivencia en una «árida» zona del este Deir al Balah, ciudad a la que el Ejército de Israel, que está tomando la ciudad de Gaza, da el estatus de «segura», pero no de «humanitaria», como sí tipifica las urbes de Mawasi y Jan Yunis, en el sur del enclave.
Nashwan dice que no ha podido conseguir una tienda de campaña, por lo que ha «atado juntas» algunas telas y mantas que usan para abrigarse y guarecerse.
«Es simplemente algo que nos rodea. No nos protege del sol abrasador ni de la fría noche», continúa su testimonio.
Su familia y él compartían tienda de campaña con su hermano Ahmed, pero ahora los seis duermen en dos colchones «gastados» que les dio un vecino y se cubren con «dos pequeñas mantas».
Viven en «condiciones extremadamente primitivas», como si estuvieran «en medio de un desierto desolado»: caminan «durante horas» para llegar a un pozo de agua y poder hacer acopio de un líquido que proviene «directamente del suelo», por lo que está «sin filtra ni purificar».
«No es apta para el consumo, pero la bebemos solo para seguir vivos», asegura Nashwan.
Añade que pudo ducharse «por primera vez en casi una semana»; que su familia y él no tienen más ropa que ponerse que la que llevaban encima cuando se desplazaron, y que se les ha acabado el dinero y ya no pueden permitirse comprar comida.
«Esperaba poder darte mejores noticias, pero lamentablemente esta es nuestra realidad. Si continuara describiendo todo, se te llenarían los ojos de lágrimas y se te rompería el corazón por todo lo que hemos pasado y seguimos pasando. Nos han despojado de todo lo que define la vida humana», concluyó el farmacéutico su mensaje.
El Ejército de Israel estima que unas 550.000 personas han huido de la ciudad de Gaza (norte), desplazadas forzosamente por la ofensiva contra la capital de la franja, desde que las fuerzas armadas recrudecieron sus ataques a mediados de agosto.
Las cifras de desplazados del Ejército chocan directamente con las del Gobierno de Hamás, que limitó el número este sábado a unos 270.000. El Ejecutivo gazatí denunció además que unas 22.000 personas habían vuelto a la capital tras intentar viajar al sur por las pobres condiciones humanitarias que encontraron al llegar.
La ofensiva militar israelí contra la Franja de Gaza, en la que ya han muerto más casi 65.400 palestinos, entre ellos más de 19.000 niños, ha sido calificada como genocidio por una comisión independiente de la ONU, relatores de derechos humanos, oenegés y un creciente número de países.