‘El dragón negro’, pura literatura policíaca que rebasa límites y obliga a reflexionar

El escritor Fernando Benzo posa en una imagen facilitada con motivo de la publicación de su nueva novela, 'El dragón negro'. EFE/ Editorial Planeta SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Pilar Martín.

Madrid, 5 may (EFE).- Policíaca al cien por cien; así es ‘El dragón negro’, la nueva novela de Fernando Benzo, un libro sin fisuras en su trama y donde el escritor madrileño se ha convertido en un “asesino literario” de la mano de las tríadas chinas para llevar al lector a reflexionar sobre cuánto de fina es la línea de su límite moral.

Con ‘Los perseguidos’ (2023, Premio Azorín), el escritor ya demostró que por él el género policíaco no iba a morir, ya que en la actualidad, dice en una entrevista con EFE, el ‘thiller’ se lo “come todo”.

Dos años después vuelve con otra trama donde recupera algunos de sus personajes para curarles de las heridas provocadas por su pluma.

Pero no, no se trata de una secuela sino que Benzo le debía “algo” a Virginia, esta mujer coprotagonista junto a la policía Estela, las encargadas de viajar por este laberinto literario que arranca con la aparición de cinco rumanos muertos a manos de los chinos en una nave de un polígono madrileño.

“Con Virginia tenía la sensación de que su historia estaba sin resolver, así que cuando le empecé a dar vueltas a esta novela tuve claro que quería crear dos modelos, la poli dura y metódica y una mujer que viene de Buenos Aires llena de heridas que cura en esta novela, y por eso tengo la sensación de que la he sanado”, explica el autor.

Pero no, pese a haberle vuelto a dar un crédito vital, Virginia no es su personaje soñado. No lo es porque, para el autor, los personajes soñados “son la suma de todos ellos”, y si de haber uno en estas páginas, ese es David Wang, el más villano de todos los villanos con el que el lector descubrirá el Madrid más chino, toda su cultura, incluso la de las temidas tríadas.

Un reto para Benzo porque se trata de una comunidad de la que “no tenemos ni idea”, y eso que es “admirable”.

“Quería hacer dos cosas, escribir una novela policíaca porque el ‘thriller’ se lo ha comido todo, y ‘El dragón negro’ es policíaca, tanto es así que empieza con un cliché: a dos policías les encargan un caso y les desborda. Y luego los sitúo en un contexto original y desconocido porque me topé con la comunidad china”, relata.

Un reto que le llevó a ahondar en documentos, libros y estudios con el fin de contextualizar a Wang, un villano con mucho encanto porque, al igual que le pasa a Hannibal Lecter -su malo favorito-, resulta que su personalidad arrolladora podría hacerte querer viajar con él a Roma, pese a que allí te matara.

“A Lecter nadie le intenta justificar y con Wang pretendía crear eso, un personaje que ejerciese cierta fascinación”, reconoce acerca de este hombre cuyos hilos criminales se enlazan con la tríada 14k y cuya actividad principal es la relacionada con la droga y el constante flujo de inmigrantes ilegales chinos.

Mafias aparte, ‘El dragón negro’ (Planeta) presenta también a otros personajes incómodos, como el policía Roi Conde, alguien a quien Benzo quiere que “amen y odien”.

Aunque para lo que más le ha servido Conde a Benzo es para volcar en él grandes golpes de machismo y xenofobia: “Lo que me gustaría es que cuando el lector la lea, la cierre y se haya divertido, quede algo más para que se plantee que también nosotros podemos tener esos ramalazos”.

El autor, igualmente, plantea varios interrogantes: “Esto es lo que han hecho los personajes. ¿Dónde pongo yo la línea del bien y el mal? ¿Cuál es el límite de la legalidad? El escritor siempre tiene que aportar una reflexión”.

Llena de giros y carente de fisuras, ‘El dragón negro’ es una buena oportunidad para regresar a ese género que cultivaron Vázquez Montalbán o Mankell, creadores de novelas donde “cabe todo”, desde los análisis sociológicos más perfectos, a la crítica política, amor, sexo o la más cruel violencia.

Por eso, en esta obra su autor se ha permitido una licencia: convertirse en un asesino en serie.

“Nunca había matado a tantos personajes y me dí cuenta de que lo estaba disfrutando, me encanta decir: ‘Tío, vas a morir’. La parte de Dios no la sientes, fluye, Virginia se cura así sola, va cerrando heridas, pero la parte que controlas es la de aquí te mato. Literariamente soy un asesino”, concluye entre risas.