El esqueleto del Ángel de la Muerte de Auschwitz yace olvidado en una caja en São Paulo

Fotografía de archivo de un retrato del médico del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, Josef Mengele (conocido como el ángel de la muerte), durante la exhibición 'Roma Holocausto y Racismo en la Europa de Hoy', en Budapest (Hungría). Los restos óseos de uno de los mayores criminales del Tercer Reich yacen olvidados en una caja de plástico en el Instituto Médico Legal de São Paulo. EFE/ Gyula Czimbal

São Paulo, 6 may (EFE).- Los restos óseos de uno de los mayores criminales del Tercer Reich yacen olvidados en una caja de plástico en el Instituto Médico Legal de São Paulo. Son los de Josef Mengele, el Ángel de la Muerte de Auschwitz, quien vivió escondido durante casi dos décadas en Brasil hasta que murió ahogado en el mar.

Cuando este jueves se cumplen 80 años del fin de la II Guerra Mundial, la osamenta del médico nazi, quien llegó a ser el exoficial de las SS más buscado del mundo, está en una “estantería reservada”, señalan a EFE fuentes de la Secretaría de Seguridad de São Paulo.

Cada pieza está “embalada individualmente” e “identificada por un número”.

Nadie parece saber cuál será el destino definitivo de los restos del médico jefe que sembró el terror en el campo de concentración y exterminio de Birkenau o Auschwitz II y usó seres humanos como cobayas para sus experimentos seudocientíficos.

Nunca reclamado por sus descendientes

La Policía Técnico-Científica de São Paulo afirmó a EFE que los restos permanecen “bajo la custodia del Instituto Médico Legal” porque “se trata de un cadáver que no fue reclamado por familiares”.

Además, argumenta que la legislación brasileña impide “poder deshacerse del cadáver”.

La comunidad judía “no tiene ningún interés” en remover el asunto.

“Cuanto más se olvide este tema, creo que es mejor, para no crear un lugar de idolatría”, dice a EFE Ricardo Berkiensztat, presidente ejecutivo de la Federación Israelí del Estado de São Paulo.

Olvidado. Así ha terminado el hombre que vivió 34 años oculto tras la caída de la Alemania nazi, siempre bajo identidades falsas: Helmut Gregor, Peter Hochbichler, Wolfgang Gerhard…

Mengele consiguió llevar una vida tranquila en Brasil: administraba fincas, escribía, leía, cuidaba del jardín, paseaba con sus perros y compartía mesa con un círculo próximo de amigos que lo encubrió durante años.

La trayectoria de 18 años del criminal de guerra en el país está recogida al detalle en el libro ‘Baviera Tropical’, de la periodista brasileña de ascendencia germana Betina Anton.

La obra, Premio Jabuti 2024, uno de los más prestigiosos galardones literarios de Brasil, es una investigación minuciosa a partir de cartas, entrevistas y documentación oficial.

Anton está además indirectamente relacionada con ella, pues una de sus profesoras de infancia fue precisamente una de las personas que encubrió a Mengele.

“Esa historia siempre estuvo en mi cabeza”, expresa en una entrevista telefónica con EFE.

Silencio sobre Auschwitz

Uno de los puntos que más le llama la atención fue la facilidad de Mengele para ‘olvidar’ su pasado.

“Cometió muchísimas atrocidades y en ningún momento es un tema para él. Es aterrador. Él valoraba las amistades, tener una buena conversación e intercambiar ideas, pero al mismo tiempo no hablaba nada de Auschwitz”, comenta.

En un ejercicio de memoria histórica, ‘Baviera Tropical’ cuenta el paso de Mengele por Auschwitz, que para él fue un enorme laboratorio de pruebas sin reglas, ni controles.

Coleccionó fetos humanos, experimentó con centenas de gemelos y probó métodos de esterilización, además de mandar a la cámara de gas al que quisiera.

Impactante es el caso de la checa Ruth Elias, a quien Mengele hizo que le vendaran los pechos para impedir que amamantara a su hija. Su objetivo, descubrir cuánto tiempo podría sobrevivir un recién nacido sin alimentación.

Con el fin de la guerra, Mengele huyó a Génova, desde donde zarpó el 26 de mayo de 1949 rumbo a la Argentina de Juan Domingo Perón.

El cerco a los fugitivos nazis, en especial del Mossad, el servicio de inteligencia exterior israelí, le obligó a mudarse a Paraguay y más tarde, a finales de 1960, a Brasil.

Hasta que en 1979, con 67 años, murió ahogado en una playa de Bertioga, en São Paulo.

No obstante, de su muerte no tendría constancia el mundo hasta seis años después, cuando, en un esfuerzo conjunto de Estados Unidos, Alemania Occidental e Israel, se consiguió interceptar una carta enviada a un líder neonazi en prisión.

Tirando del hilo descubrieron que estaba enterrado bajo el nombre de Wolfgang Gerhard, en Embu das Artes, a 25 kilómetros de São Paulo.

La exhumación fue un espectáculo de repercusión mundial. Solo tras un amplio trabajo forense internacional se constató que al “99,997 %” era el esqueleto de Mengele, hoy guardado en una caja de plástico.

Carlos Meneses