Bruselas, 28 ago (EFE).- El camino de la selección española de fútbol hasta convertirse en tetracampeona de Europa en 2024 arrancó un 28 de agosto de 1920 en un humilde estadio en Bruselas, con un once reclutado entre clubes vascos, catalanes y gallegos que logró vencer a la entonces vigente plata olímpica en la primera ronda de los Juegos Olímpicos de Amberes.
En aquel equipo jugaban dos futbolistas que hoy dan nombre a dos de los trofeos individuales al final de la Liga: Ricardo Zamora en la portería y Rafael Moreno Aranzadi, más conocido como ‘Pichichi’, en la delantera. Aquel 28 de agosto, un solitario gol de Patricio Arabolaza dio a España la victoria ante Dinamarca y convirtió al irunés en el primer goleador de la historia de la selección.
El estadio que acogió aquel partido, casa del Royale Union Saint-Gilloise, ha vivido mil vidas desde aquel 28 de agosto, con un cambio de nombre (de La Butte al estadio Joseph Marien) y un periplo por cuatro divisiones diferentes del fútbol belga, desde los infiernos de la cuarta división en los años 80 hasta el deseado título de Liga conquistado en mayo de este año.
En el estadio ‘La Butte’, en el que se estrenó aquella primigenia selección española, nombrado por el montículo del parque Duden en el que se ubica, los vestuarios estaban en una villa de estilo neoclásico separada en lo alto del parque y los jugadores tenían que bajar por una escalera de madera, entre la multitud, para llegar al terreno de juego.
La fachada de estilo ‘art déco’ del estadio, catalogada patrimonio histórico en 2010, data de la década posterior y es obra del arquitecto belga Albert Callewaert. En su parte superior, el escultor Oscar De Clerck creó siete bajorrelieves con referencias al fútbol y al atletismo, las dos disciplinas que dieron popularidad al Union Saint-Gilloise.
Fue entonces cuando el estadio cambió a su nombre actual, Joseph Marien -en honor a un corredor de larga distancia del club que llegó a ser atleta olímpico- y acogió un récord aún vigente de 60 partidos consecutivos sin perder del Unión Saint-Gilloise entre 1933 y 1935.
A la bajada a los infiernos del club en los años 70 y 80, cuando llegó a militar una temporada en la cuarta división belga, le acompañó una decadencia física de su estadio. El propio club reconoce que «no se adaptó a las necesidades del fútbol moderno» y a finales de la década se derrumbaron y cerraron al público las gradas detrás de las porterías.
Desapareció también la pista de atletismo y el aforo del estadio, de 35.000 personas en su mejor etapa, se redujo a 5.500 aficionados. El esplendor inicial nunca se volvió a recuperar y aún hoy el actual campeón de Bélgica puede acoger sólo 8.000 personas cada jornada de partido en casa.
«El club está haciendo todo lo posible para reducir las molestias, pero es evidente que el estadio ha llegado a su límite. Si a esto le sumamos las pérdidas estructurales anuales, que ascienden a varios millones, es evidente que el club debe reubicarse para seguir existiendo», admite el equipo.
Desde 2019, el club trabaja con el distrito para construir «el estadio más sostenible de Europa», con vistas a cumplir los estándares de la UEFA (sus partidos de competición continental se juegan en otros estadios de Bruselas porque no llegan a los mínimos de seguridad) pero también para acomodar a prensa, recibir mejor a la afición y establecer un lugar de encuentro para el personal de seguridad y médico los días de partido.
¿Qué hizo España en aquellos Juegos?
La Federación Española de Fútbol, fundada pocos años antes, se puso manos a la obra para montar un equipo competitivo al recibir la invitación a los Juegos Olímpicos de 1920.
El primer seleccionador fue un antiguo defensa del FC Barcelona llamado Paco Bru, que llamó únicamente a equipos del norte de España porque allí estaban los combinados más competitivos y, según la FIFA, los «más acostumbrados a los terrenos embarrados que iban a encontrarse en Amberes». La Real Sociedad (5), el Athletic Club (4) y el FC Barcelona (4) fueron los clubes que más jugadores aportaron a aquella primera selección.
Tras la inesperada victoria inicial contra Dinamarca, la Roja perdió contra Bélgica y quedó relegada al torneo de consolación, donde sus victorias contra Suecia, Italia y Países Bajos, junto al abandono de Checoslovaquia en protesta por el arbitraje, les otorgaron la medalla de plata.
En el partido contra Suecia en Amberes nació la leyenda de la ‘Furia Roja’. La prensa internacional empezó a usarlo con aquella selección después de que el mediocentro José María Belausteguigoitia, ‘Belauste’, gritara a un compañero la mítica frase «¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!» para pedirle una asistencia.
Sabino cumplió con un centro bombeado y Belauste, un centrocampista con más pinta de jugador de rugby que de futbolista -1,93 metros y más de 90 kilos- entró «como una tromba por entre los contrarios» y acabó dentro de la portería con el balón, el portero y tres zagueros suecos, según contaba el cronista español y también precursor del actual Celta de Vigo, Manuel de Castro.
Después vendrían cuatro Eurocopas, un Mundial y dos platas y dos oros olímpicos más, pero la presea de Amberes 1920 siempre será el primer gran éxito de la historia de la Roja. EFE
Laura Zornoza