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El Festival de Toronto abre su 50 edición cargado de estrellas y a años luz de sus inicios

La alfombra roja del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) en Toronto, Canadá, el 09 de septiembre de 2010. EFE/WARREN TODA

Julio César Rivas

Toronto (Canadá), 4 sep (EFE).- El Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), que se inicia este jueves con un documental sobre la vida del fallecido cómico canadiense John Candy, cumple 50 años, un medio siglo en el que ha pasado de ser una pequeña muestra sin pretensiones, a uno de los certámenes más importantes del mundo.

Este año, como es habitual desde hace más de dos décadas, centenares de actores, directores y productores acudirán al festival canadiense, en el que, durante 11 días, se proyectarán 291 filmes (209 largometrajes, 66 cortos, seis clásicos y 10 programas de televisión).

TIFF publicó el miércoles una lista con más de 700 nombres que estarán en Toronto para la 50 edición de la muestra, con estrellas como Angelina Jolie, Keanu Reeves, Scarlett Johansson, Dwayne Johnson, Ryan Reynolds, Daniel Craig, Natalie Portman o Jodie Foster; directores como Guillermo del Toro, Alejandro Amenábar o Isabel Coixet; y artistas como J Balvin.

Un panorama muy distinto a cuando, en 1976, se inició la muestra con el nombre de Festival de Festivales, con 127 películas procedentes de una treintena de países y el desdén de los grandes estudios de Hollywood, los mismos que ahora eligen TIFF para estrenar los filmes con los que quieren aspirar a los Óscar.

En estos 50 años, TIFF (nombre que no adoptó oficialmente hasta 1994) aprendió cómo convertirse en uno de los festivales más importantes del mundo, compitiendo en la misma liga que Cannes o Venecia.

Cameron Bailey, director de TIFF, explicaba hace unos días esa evolución de una muestra modesta, diseñada para que el público canadiense accediese a películas de todo el mundo que nunca iban a llegar a los cines del país, en un gigante cultural.

«En los 70 y 80, aprendimos a mostrar Toronto como una ciudad divertida, inteligente y un poco salvaje. Eso atrajo a Hollywood. En los años 80 y 90, nuestra gran atención al cine procedente de Asia, América Latina, la Unión Soviética, África e Irán convenció al mundo de que nos tomábamos en serio nuestros intereses globales», explicó.

«Respondimos pronto al cambio tecnológico, adoptando el cine digital, las series, los nuevos y emocionantes trabajos de las plataformas de transmisión en internet, y los contenidos breves en redes sociales», añadió.

Esa atención al cine de otras regiones del mundo ha hecho que, por Toronto, hayan pasado generaciones de cineastas latinoamericanos y que TIFF se haya convertido en uno de sus grandes escaparates internacionales.

Diana Cadavid, la programadora de películas de España, América Latina y el Caribe, y Portugal de TIFF, explicó a EFE cómo el equipo del festival se ha planteado el medio siglo de existencia.

«Para nosotros ha sido muy importante reafirmarnos en los objetivos, reafirmarnos como el festival de festivales y pensar siempre en nuestra audiencia. Estos aniversarios permiten reevaluar, repensar y reenamorarse de la misión», comentó.

En un festival en el que las portadas de los periódicos se centran en nombres como Russell Crowe, Willem Dafoe o Emily Blunt (que también acuden a TIFF este año), el público sigue buscando esa cinematografía más desconocida.

Este año, TIFF ha programado películas como la boliviana ‘La hija del cóndor’ (rodada prácticamente en su totalidad en quechua), la colombiana ‘Noviembre’ (sobre el asalto del M-19 al Palacio de Justicia en 1985), ‘Barrio triste’, del director musical STILLZ, o la mexicana ‘Aún es de noche en Caracas’.

«Lo que yo noto es mucho interés de personas que no necesariamente son latinoamericanas, españolas o portuguesas en venir a ver el cine de nuestra región. Poco a poco hemos ganado reconocimiento: la audiencia sabe que contamos historias de manera muy única», dijo Cadavid. «No vienen solo a ver películas de Colombia porque sean colombianos, o de Latinoamérica porque sean latinoamericanos, sino por el contenido mismo de las películas», añadió.

La proyección internacional de TIFF hace que el festival canadiense tenga un profundo impacto en las películas que pasan por sus pantallas.

«Una selección en TIFF es un aval, un sello que inmediatamente les abre puertas para encontrar mejores posibilidades de venta, porque lo que todas las películas necesitan es llegar a públicos en muchas partes del mundo. TIFF es un espacio al que vienen compradores, agentes de ventas y prensa de todo el mundo», señaló Cadavid.

«Además, durante los días del festival, se generan espacios de encuentro. He visto proyectos que nacieron porque la gente se conoció en un cóctel, en una cena o a la salida de una película. Cinco años después, tenían un proyecto nuevo juntos», concluyó. EFE

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