Quiroga (Lugo), 19 ago (EFE).- La ola de incendios que este mes de agosto ha arrasado buena parte del territorio de la provincia de Ourense se ha propagado en los últimos días hasta Lugo, donde municipios fronterizos como el de Quiroga luchan como pueden para contener el avance de las llamas.
La frontera natural que dibuja el curso del río Sil no es suficiente para sofocar un fuego todavía descontrolado e impredecible, sujeto a los cambios de viento que lo avivan y cambian las direcciones en las que se extiende.
«Toda esta zona era un infierno», relata Vanesa, vecina de la parroquia de Bendollo, en Quiroga, después de una noche en la que el incendio amenazó durante horas este núcleo de población, en el que -denuncia- se vieron «completamente solos» y sin ayuda de medios profesionales de extinción.
Fueron unos voluntarios llegados desde Sarria (Lugo), asegura, los que contuvieron las llamas e impidieron que se quemaran casas y hubiese daños mayores, a costa de una larga noche tras la que «hay gente que aún no ha dormido».
José es otro de los vecinos que se ha acercado con sus propios medios, en este caso un tractor con cisterna, hasta la zona para tratar de ayudar a los miembros de un operativo que trabaja en unas condiciones muy complicadas.
La orografía no ayuda a las labores de extinción, dado que las escarpadas laderas impiden el acceso con maquinaria pesada, la apertura de caminos y la creación de cortafuegos.
En el caso de Bendollo, ayer tuvieron que ser personas voluntarias las que, con maquinaria cedida por un empresario de la zona, abriesen un cortafuegos en una ladera de la montaña para tratar de alejar el avance del fuego de las viviendas.
Mientras tanto, soldados de la Unidad Militar de Emergencias (UME), bomberos forestales y medios aéreos, helicópteros e hidroaviones, trabajan sobre el terreno para atajar unas llamas que, al mínimo descuido, prenden del suelo ya quemado.
«El tema es que la tierra está hirviendo», refiere otra vecina, quien sentencia que la situación «es incontrolable hasta que llueva» porque, además, «hay cosas aún por prender».
A la espera de la lluvia

La suma de esfuerzos de vecinos, voluntarios y profesionales ha impedido que haya que lamentar males mayores en aldeas y hogares, aunque sí se han quemado almacenes y casas deshabitadas, que este martes han amanecido calcinadas en medio de una lluvia de ceniza.
La previsión es que la bajada de las temperaturas y las precipitaciones que están por llegar puedan aliviar la tensa situación que se vive en Quiroga, pero incluso los mejores pronósticos advierten de que restan horas críticas por delante.
En el horizonte están las montañas de O Courel, catalogadas como reservas de la biosfera, que ven acercarse unas llamas que amenazan con revivir lo vivido hace apenas tres años en un municipio vecino, el de Folgoso, donde en la segunda quincena de julio de 2022 ardieron 12.800 hectáreas.
No obstante, el fuego que afecta a Quiroga lo ha superado ya como el más grande de la historia de Galicia desde que hay registros, puesto que ha arrasado, desde que prendió en Larouco (Ourense) el 14 de agosto, más de 20.000 hectáreas de terreno.
A su paso, las llamas ha quemado hasta nueve ayuntamientos diferentes, todos en Ourense, a excepción de Quiroga: Petín, O Bolo, A Rúa, Vilamartín de Valdeorras, O Barco, Rubiá y A Veiga.
Javier Ramos