Patricia Martínez Sastre
Al Mazraa al Sharqiya (Cisjordania), 13 jul (EFE).- En la aldea palestina de Al Mazraa al Sharqiya, en el noreste de Ramala (Cisjordania), el horror corre de boca en boca en cuestión de segundos: todos los presentes han oído cómo al joven Saif Kamil Musalat, palestino de doble nacionalidad estadounidense, le mataron los colonos israelíes a golpes y cómo a su amigo Mohamed Shalabi le zurraron primero, para después pegarle un tiro en el pecho.
«Era un crío que iba a cumplir 21 años en una semana y media. Estaba empezando su vida», dice a EFE Juma, amigo de Musalat, durante el entierro de los dos jóvenes este domingo en la aldea.
Al sepelio acudieron miles de personas que corearon consignas en honor a los mártires (término con el que los palestinos se refieren a los muertos a manos de la ocupación israelí), y que una vez congregados en la escuela, realizaron un rezo colectivo antes de alzar los dos cuerpos y llevarlos – cubiertos por una bandera palestina y con el rostro descubierto – al cementerio local.
«Lo que sé es que le separaron, lo golpearon y lo golpearon durante tres horas», continúa Juma sobre el asesinato de su amigo en la aldea próxima de Sinjil. «No son humanos, son personas malvadas», añade en referencia a los israelíes de las colonias cercanas que le hicieron esto. Dos colonos, detenidos esa madrugada, se encuentran en arresto domiciliario, confirmó la Policía.
Musalat estaba de visita
Como Musalat, Juma vive también en Tampa (Florida) y solo ha venido de visita a Palestina durante unas semanas. Dice que llegó el pasado jueves, exhausto después de seis horas cruzando la frontera israelí con Jordania. Esa noche no quedó con su amigo y, a la mañana siguiente antes del rezo del viernes, le envió un mensaje pero ya no respondía. Su padre le dijo que estaba muerto.
Musalat es el quinto estadounidense asesinado en Cisjordania desde el comienzo de la ofensiva bélica israelí contra Gaza en octubre de 2023. En la aldea vecina de Turmusaya, el pasado mes de abril, Amer Rabee, un niño de 14 años también con doble nacionalidad, recibió once tiros de soldados israelíes, según detalló su propio padre a la prensa.
En el sepelio de los dos jóvenes, entre los asistentes, se podían encontrar indistintamente voces que hablaban en inglés estadounidense, pero también quienes lo hacían en español puertorriqueño. Decenas de familias de esta y otras aldeas cercanas emigraron hace al menos cuatro décadas a Puerto Rico, desde donde llegaron después a Texas, California o Florida.
«Buscamos una vida más traquila, más libertad», dice a EFE el palestino puertorriqueño F. Khalil, que reconoce que vuelve cada año a Al Mazraa al Sharqiya a fin de visitar a amigos y familia. Khalil se niega a aceptar el relato de que estos ataques violentos son hechos aislados, y repite que «estas cosas pasan todo el día» y que los palestinos no pueden hacer nada para protegerse.
Solo en la primera semana de julio, los colonos israelíes hirieron a nueve palestinos, según datos de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), y en lo que va de 2025 se han registrado 350 heridos; lo que equivale a un promedio de casi dos por día.
Desde octubre de 2023, más de 60 comunidades palestinas pastoriles han sido desplazadas forzosamente debido a violencia colona en Cisjordania, según datos de la oenegé B’tselem. De forma paralela, se han creado 87 nuevos ‘outposts’ (o inicios de asentamientos) y al menos 40 asentamientos, de acuerdo con datos de la ONG Peace Now; un número récord mediante el que el Gobierno israelí consolida la anexión ‘de facto’ de Cisjordania ocupada.
«No, no tengo miedo. Estoy cabreado y estoy triste», dice Juma. «La gente necesita saber que (los colonos) no son humanos, y dejar de apoyarles y de enviar dinero», añade mientras el horror, una vez más, se incrusta impunemente en los territorios palestinos. EFE
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