Marina Estévez Torreblanca
Madrid, 8 jun (EFE).- Iván Zulueta estudió pintura en Nueva York en 1964 y esta experiencia le revistió de un aura contracultural, pero en realidad el futuro director de la mítica ‘Arrebato’ era entonces un joven burgués, inseguro y de misa dominical, además de un cinéfilo compulsivo, según desvela el diario de aquella aventura recién publicado.
El artista se embarcó a los 20 años en un navío mercante -su familia, venida a menos, no le podía costear el avión- para estudiar un semestre de pintura en la Arts Students League. El diario de esos meses, que llamó ‘Aventur New York’, refleja las nimiedades cotidianas y pensamientos de una persona que viene de un ambiente privilegiado pero se enfrenta a estrecheces económicas y dificultades idiomáticas.
«Tengo el complejo de estar realizando el sueño de mi vida», explica Zulueta (San Sebastián 1943-2009) sobre un viaje de estudios por entonces infrecuente. Y dice en otra entrada: «Me siento completamente no-artista (…) la pintura me está preocupando mucho, pues me siento desorientadísimo», confiesa quien además de director será un destacado cartelista de cine.
Es un joven que aún no ha salido del armario -refiere incluso un episodio en el que un hombre se le insinúa en una parada de autobús y él escapa espantado- y que deja escrito con un tono a menudo clasista y carpetovetónico que la gente es «lerda», que necesita «niñas» y que quiere entrar a toda costa en contacto con los españoles «de categoría».
El diario ha aparecido dentro del archivo adquirido por Filmoteca Española en 2021, institución que ha publicado el libro junto a la editorial Pepitas, y que ofrece una imagen más compleja que la de un director maldito, queer y enganchado a la heroína, que sin embargo logró rodar la que algunas clasificaciones sitúan como la mejor película española del último medio siglo.
Los encargados de ordenar, contextualizar y redactar abundantes notas a unas entradas del diario que se han respetado en su literalidad han sido Josetxo Cerdán y Miguel Fernández Labayen, profesores del departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid y miembros del Instituto Universitario del Cine Español.
«La aparición del diario para nosotros fue una sorpresa y una ilusión, porque era una época de la que se había escrito siempre a posteriori y sobre la que se había construido un relato muy homogéneo», relata Fernández Labayen a EFE.
El interés del texto, añade Cerdán, es sobre todo «descubrir a un Zulueta diferente, que rompe con la imagen tan pétrea y monumental de malditismo y ofrece otra más compleja, más humana», que se presentará el próximo martes en la Feria del Libro de Madrid.
«No necesariamente tenía por qué estar rebuscando en el ‘underground’, yendo con transexuales y visitando ‘The Factory’ (el local de Andy Warhol)», remarca Fernández Labayen, relativizando la posible extrañeza sobre la imagen que ofrece Zulueta, dado el lugar del que provenía.
Su madre, además de inculcarle el catolicismo, era pintora, una de sus vocaciones, y el texto está acompañado por dibujos y cuadros de esta etapa neoyorquina del artista. También había mamado la cinefilia, pues su padre, Antonio Zulueta Besson, fue director del Festival de Cine de San Sebastián entre 1957 y 1960.
De hecho, además de relatar sus visitas semanales a la iglesia, en los meses que vivió en Nueva York fue al cine casi a diario y una de las partes más interesantes de este libro es la descripción y clasificación que hace de las películas que ve, a menudo más convencionales que experimentales, entre otras cosas porque las entradas eran más baratas.
En todo caso, las independientes que visiona, de Jonas Mekas o John Cassavetes, tampoco le convencen, y se mueve más cómodamente en el cine clásico y europeo. «Ve este tipo de experimentalidad, también en la pintura, desde una distancia, con cierta prevención», señala Fernández Labayen al respecto.
Su particular sistema de clasificación de las casi 200 películas que consume y anota minuciosamente en esos seis meses, reproducido en el libro, va del ‘me chifla’ a ‘horrible’. En la parte alta de sus gustos sitúa ‘Lolita’, de Stanley Kubrick, ‘Black Sabbath’ (primera parte), de Mario Baba, y ‘Jules et Jim’, de François Truffaut, mientra casi llegando a la excelencia habla de otras como ‘The servant’, de Joseph Losey.
Cuando vuelve a España y cumple su sueño de estudiar dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía, su aventura neoyorquina le hace destacar entre el resto del alumnado como referente de modernidad.
Pronto se convertirá en mano derecha de Pedro Olea en ‘Último grito’, programa juvenil de TVE, e iniciará un camino que no dejará por escrito (a excepción de unos diarios del año 80 que quizá se lleguen a publicar), pero es el que más ha pasado a la posteridad, eclipsando al joven Zulueta en formación que ahora ha salido a la luz.